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Un Infierno lleno de Diablos
 
Como nueva en la casa y muy bien educada, quiero presentaros las cosas que suceden en mi infierno y mis comentarios sobre las que ocurren en vuestro mundo, asi es que comenzare por presentaros a un invitado muy especial, Samuel, a quien vosotros conoceis como El Diablo
Keywords | Title View | Refer to a Friend |
Vizcaya
Posted:Sep 9, 2016 2:06 am
Last Updated:Nov 27, 2019 3:12 pm
2843 Views

solicito casi desesperadamente que alguien, agradable, optimista, culto, etc., casi como un Principe Azul, me invite a pasar unos días en Vizcaya. Estoy desesperada po r salir de donde vivo, es un agujero negro
2 Comments
Otra terapia
Posted:Aug 23, 2016 12:48 pm
Last Updated:May 25, 2024 1:7 am
2933 Views

Introducción; A la vista de vuestros comentários, está claro que la mayor parte de mis relatos, estupendos para dormir a un muerto, Hago propósito de enmienda, pero este de hoy, aunque largo, no lo es demasiado. Espero me perdonéis por ello.
También en este caso, este relato es la doble versión del titulado Terapia. En general suelo escribir un relato muy corto, sobre el cual trabajo mas tarde y lo desarrollo en formato relato o como guión cinematográfico, con lo cual la historia original no suele parecerse demasiado al texto final.
En fin, os dejo con mi rollo, ya me comentaréis cual es la versión que mas os gusta, y con mi personaje mas querido, Samuel, del cual ya conocisteis varias facetas en El Precio del Alma.

Esta es una historia que no comienza ni termina. Es atemporal, y en ella coordenadas de espacio y tiempo alcanzan un orden perfecto que se encuentra en la entropía.

Secuencia 1. [Int/Noche]
Escenario.

(Toda la pantalla es un fundido a negro absoluto. Resuena una música de reminiscencias napolitanas [¿Comedia del Arte, tal vez?].
Tras unos segundos se enciende un foco cenital que ilumina a un esbelto Arlequín. El Arlequín cuenta-cuentos hace una ceremoniosa pirueta y recita).

ARLEQUIN
Qué si durmieras,
y qué si mientras dormías, soñabas,
y qué si en el sueño fueras a algún lugar,
y allá encontraras una extraña y maravillosa flor.
¿Y si cuando despertases tuvieras la flor en tu mano?
¡Ah!
¿Entonces, qué?

(Tras el recitado, el enmascarado Arlequín se inclina versallescamente y funde a negro. En sobreimpresión aparecen los títulos de crédito del capítulo).

Secuencia 2. [Int/día]
Pasillo de un hospital.

(Una camilla es transportada a toda prisa a través del pasillo del hospital de urgencias. Médicos y enfermeras acompañan a la paciente. Se produce una gran actividad alrededor de la enferma. Su rostro desencajado pasa a un primer plano. Tiene los ojos desorbitados, la cara sudorosa, y mira hacia todos lados, como un animal que agoniza y busca algún hálito [Plano subjetivo del techo y su sucesión de luces].
La agonizante, o eso parece, pasa junto a una camilla en la que yace otra mujer joven que acaba de fallecer. La recién llegada no logra distinguir el rostro de la muerta. Sigue la carrera a través del pasillo. Acompañando al séquito sanitario avanza Sara, amiga íntima de la paciente. Sara, muy nerviosa, se dirige con voz entrecortada a una de las enfermeras).

SARA:
(Desquiciada).
Ayúdenla, por favor. Deprisa... deprisa, se está muriendo.

(Un médico joven se acerca rápido a la camilla).

MÉDICO:
(Sin dejar de correr).
¿Qué le pasa?
ENFERMERA:
Todavía no lo sabemos. Pregúntele a su amiga, doctor.

(La enfermera señala a Sara, y el médico la detiene).

MÉDICO:
Señorita, ¿es usted su amiga?

SARA:
(Cada vez más fuera de sí).
¡Le dije que no lo hiciéramos! ¡Dios mío! ¡Se lo dije!
MÉDICO:
Explíquese, por favor...
SARA:
¡No ha sido culpa mía! Yo le dije que no lo hiciese... ¡que no lo hiciese!
MÉDICO:
(Cogiéndola con fuerza de los hombros).
Escuche... ¡escúcheme! Si quiere ayudarla tiene que contarme lo que la ha ocurrido.
SARA:
(Llorando).
Estábamos... estábamos en una sesión de espiritismo... de repente dio un grito horrible... se... se quedó de repente sin respiración, con los ojos desorbitados y la cara desencajada. Parecía... parecía que había visto a la mismísima muerte.
MÉDICO:
¿Han tomado drogas o algún tipo de alucinógeno? ¿Habían bebido?
SARA:
No, doctor... nosotras ni siquiera fumamos.
MÉDICO:
Está bien... está bien. Cálmese.

(Sara extrae un pañuelo del bolso y se suena la nariz mientras sigue llorando).

Secuencia 3. [Int/Día]
Habitación de Cristina - Hospital.

(La enferma tiene los ojos cerrados. El médico la contempla, y se dirige firme y seguro a la enfermera).

MÉDICO:
Inyéctela valium y tome muestras de sangre. Cuando se tranquilice la haremos un electroencefalograma y también un escáner. Quiero control permanente.

(Cristina abre los ojos y descubre de nuevo la silueta de la mujer muerta que viera en el pasillo. Vuelve a cerrarlos. Nadie se ha dado cuenta. La enfermera empieza a manipular sobre ella y el doctor abandona la estancia).

Secuencia 4 [Ext/Atardecer]
Cielo.

(El Sol comienza a ocultarse y el cielo aparece tinto en sangre).

Secuencia 5. [Int/Atardecer]
Habitación de Cristina en el hospital.

(La luz roja del atardecer entra por la ventana, incidiendo sobre el rostro, ahora plácido, de Cristina. La crisis ha pasado y todo aparece sumido en la paz más absoluta. Repentinamente, la bella joven abre los ojos y descubre a un médico que la contempla en silencio. El doctor viste de blanco impoluto y se cubre el rostro con una mascarilla. Sus ojos claros brillan casi hipnóticos. El color albo del recién llegado parece confundirse con el blanco de la habitación [Primerísimo primer plano de ella, plano medio del médico].
El doctor se aproxima al lecho de la enferma y le coloca su cálida mano sobre la frente. Cristina cierra los ojos y comienza a moverse como si estuviera haciendo el amor. Su rostro, en primer plano, expresa un placer infinito. El Médico 2 sigue acariciándola. En ese momento la puerta se abre y surge el rostro de Sara, que mira a su amiga, y la descubre sola, haciendo movimientos lascivos. [Plano y contraplano].
Por fin Sara entra en el cuarto y se acerca al lecho).

SARA:
Cristina... ¿estás despierta? Oye, me he colado para verte. ¿Cómo te encuentras?

(Cristina continúa con sus procaces movimientos. Su rostro expresa un placer infinito).

SARA:
(Llorando).
He hablado con el médico... te vas a poner bien. Eres una cabezota. Te dije que invocar a los muertos es tentar al diablo... mírate ahora. Tú y tu maldito ocultismo. Pero no te preocupes, cariño... me tienes a mí.

(Cristina continúa con sus frenéticos movimientos lascivos. Hace el amor con total entrega, pero lo hace sola. Sara sonríe entre lágrimas).

Mira que eres viciosa... ni estando enferma, paras. Debes estar soñando algo flipante...

(Se seca las lágrimas).

Bueno, que te pongas cachonda es buena señal. Pronto estarás en casa.

(Se aproxima y la besa).

Te voy a echar de menos.

(Se va hasta la puerta y se vuelve a dirigir a ella).

Ponte buena pronto, ¿eh?

(Sara desaparece tras la puerta. La cámara retoma a Cristina, que sigue gimiendo de placer bajo la sabia mano del Médico 2).

Secuencia 6. [Int/Noche]
Habitación de Cristina - Hospital.

(En primer término, Cristina abre los ojos, y ve a la enfermera [Plano corto y subjetivo de Cristina].
Es una mujer joven. Cristina logra ubicarse, y tras identificar todo lo que le rodea, pregunta).

CRISTINA:
Era yo... ¿verdad?
ENFERMERA:
(Desorientada).
¿Quién? ¿A qué se refiere?
CRISTINA:
A la mujer muerta, tumbada en la cama...
ENFERMERA:
(Tranquilizadora).
No se preocupe y descanse. Todo está bajo control.
CRISTINA:
Usted no es Sara... ¿dónde está Sara?
ENFERMERA:
Todavía no es hora de visitas. Su amiga dijo que vendría. Pronto estará aquí, y se alegrará mucho de verla despierta.

(La enfermera abandona la habitación. Cristina descubre al misterioso Médico 2 a los pies de su cama. El doctor se aproxima a ella y la acaricia dulcemente las mejillas hasta poner de nuevo la mano sobre la frente, que vuelve a arder. Cristina, entregada, cierra los ojos).

CRISTINA:
Nunca antes había tenido una experiencia así. No te conozco de nada, y es como si te conociera de toda la vida. Me gusta sentir tu mano. Noto como un poder extraño en ella...

(Se escucha la voz un tanto aguda de Sara).

SARA (Off):
¿Ya estás delirando otra vez?

(Cristina abre los ojos y descubre a su amiga muy sorprendida).

CRISTINA:
¿Dónde está el médico?
SARA:
(Confundida).
¿Qué médico?
CRISTINA:
(Reaccionando).
No... no, nada...
SARA:
No me digas que delirabas con el médico.
CRISTINA:
Sara... acércate... quiero contarte algo.

(Sara coge una silla y se sienta junto a la cama. Escucha atentamente a Cristina).

SARA:
Dime...
CRISTINA:
El otro día tuve una visión.
SARA:
Y bien fuerte debió ser, porque te movías como si estuvieras echando un polvo glorioso...
CRISTINA:
(Obsesionada).
Vi una mujer muerta... tumbada...
SARA:
Pues lo que vi ayer no tenía nada que ver con eso... y por favor, deja de preocuparte.
CRISTINA:
Creo... creo que esa mujer soy yo... no sé si es mi futuro o mi pasado, pero soy yo.
SARA:
¿Otra vez? Tienes unas cosas... ni borrachas volvemos a ir a una sesión de espiritismo. Si quieres ponerte bien tienes que quitarte esas ideas de la cabeza. Y ya me dirás con quién soñabas ayer, que te lo estabas pasando de miedo.
CRISTINA:
Era un hombre... un médico... y no era un sueño.

(Sara frunce el ceño y traga saliva. Por fin reacciona y responde).

SARA:
A veces los sueños muy raros. Y ahora me voy. Será mejor que te deje descansar.

(Sara se esfuerza por no traslucir su enorme disgusto. Se inclina sobre la enferma. Parece por unos instantes que va a besarla en la boca, pero se desvía y lo hace en la mejilla. Cristina se muestra ensimismada).

Hasta mañana.

(Con expresión de enorme disgusto, Sara abandona la habitación. Cristina ni siquiera responde).

Secuencia 7. [Ext/Día]
Hospital.

(En la pantalla aparece la funcional y moderna fachada del hospital).

Secuencia 8 [Int/Día]
Habitación de Cristina - Hospital.

(En primer plano, una mano entra en campo y pulsa un botón. La cámara abre y descubre a Cristina llamando a la bella enfermera. Está en la cama y parece haber mejorado. Se fija entonces en un gran ramo de rosas colocadas en un búcaro. Muestra una ligera extrañeza. En ese momento penetra en la estancia la enfermera).

ENFERMERA:
¿Me ha llamado?
CRISTINA:
Sí, me gustaría que viniera el médico.
ENFERMERA:
¿Es urgente? ¿Le pasa algo?
CRISTINA:
(Vacilante).
No, no...
ENFERMERA:
Ahora está en el quirófano, pero yo le avisaré y vendrá en cuanto pueda. No se preocupe.

(Cristina señala el ramo de rojas rosas).

¿Y esas flores?
ENFERMERA:
(Con una sonrisa).
Su amiga. Las trajo esta mañana. Estaba usted dormida y no quiso despertarla, pero me ha dicho que volverá luego.

(El rostro pensativo de Cristina pasa a un primerísimo primer plano).

Secuencia 9. [Int/Día]
Pasillo del hospital.

(Unos enfermeros transportan una camilla con un enfermo entubado. Otros pacientes en bata caminan lentamente. Pasa una enfermera. A través de los altavoces se escuchan las típicas llamadas que se producen en las clínicas.

Secuencia 10. [Int/Día]
Habitación de Cristina - Hospital.

(En primer plano aparece Cristina con los ojos cerrados. Parece inquieta. En ese momento, la mano del médico 2 se posa sobre su frente. Ella sonríe ilusionada y abre los ojos).

CRISTINA:
Has venido muy rápido. Esa enfermera tan guapa es muy eficaz. En realidad, no me pasa nada... me encuentro muy sola y te echaba mucho de menos.

(Emergiendo sobre el borde de la mascarilla, los ojos claros y hermosos del misterioso médica chispean fascinantes. Entonces Cristina, y sin que él se oponga, le despoja de su mascarilla de cirujano. El Médico 2 es un hombre muy guapo, de tez muy tostada y mirada profunda. Sin ningún temor, Cristina le desabrocha la bata, bajo la cual, como suele ser habitual en muchos médicos en verano, no lleva ninguna prenda. Cristina comienza a besarle y a acariciarle el pecho. Él la ayuda a desnudarse, y pronto las caricias y besos se hacen más atrevidos).

Espero que no entre nadie. No me gustaría que perdieses tu empleo por mí...

(La escena de amor se acelera).

Por fin he despertado. Sentirte dentro de mí me vuelve loca. Me llevas a otra dimensión. Por primera vez sé lo que es gozar...

(Cristina se ha desnudado por completo. Él conserva algo de ropa. Por fin alcanzan el orgasmo y él se retira, saliendo de campo. Cristina cierra los ojos y susurra).

He descubierto muchas cosas de mí misma que ignoraba. Estoy exhausta, pero tan feliz... tan plena...

(Cristina se vuelve perezosa. Abre los ojos y descubre las manos del médico, dejando una carta en el cajón de la mesilla. La invade un sopor irresistible y vuelve a cerrar los ojos. La luz que invade la estancia posee un aire totalmente irreal).

Secuencia 11. [Ext/Día]
Hospital.

(Una ambulancia aparca en urgencias).


Secuencia 12 [Int/Día]
Habitación de Cristina - Hospital.

(El médico que atiende a Cristina, un hombre de unos sesenta años, penetra en la habitación. El doctor amusga los ojos observando a la paciente).

MÉDICO:
Cristina, usted dirá qué es lo que le pasa.
CRISTINA:
(Casi ausente).
No, nada, gracias. Estoy bien. Buscaba al otro médico y ya ha venido.

MÉDICO:
(Extrañado).
¿Otro médico?
CRISTINA:
Sí... bueno... el médico joven... el de ojos claros y piel muy morena... no sé cómo se llama.
MÉDICO:
No hay más médicos que yo en esta sección y en este turno... habrá sido algún enfermero, pero...
CRISTINA:
(Interrumpiendo, pensativa).
Sí... sí, claro. Habrá sido algún enfermero.
MÉDICO:
Bueno, en cualquier caso la traigo buenas noticias. Todas las pruebas que la hemos efectuado han sido positivas. En un par de días tendrá el alta definitiva y podrá volverse a casa.
CRISTINA:
¿Le conoce?
MÉDICO:
¿A quién?
CRISTINA:
Al enfermero.
MÉDICO:
(Sin darle importancia).
Ah, el enfermero... hay muchos en el hospital. Tenga en cuenta que trabajan en cuatro turnos, y en esta época del año, más. Bueno, he de seguir pasando consulta. Volveré a la tarde.

(El médico sale y la bella enfermera, que ha permanecido todo el tiempo tras el doctor, se aproxima al lecho dispuesta a tomar la tensión a Cristina, que parece encontrarse muy lejos. En la mirada de la enfermera se adivina algo, como mínimo, inquietante).

Secuencia 13. [Int/Día]
(Sala de espera - Hospital).

(Sara, pálida, con los ojos enrojecidos, permanece sentada en una de las pequeñas salas de espera del hospital. Fuma con nerviosismo).

Secuencia 14. [Int/Día]
Habitación de Cristina - Hospital.

(Cristina permanece pensativa, sentada sobre la cama. De repente se pone en pie, se pone la bata y sale del cuarto).

Secuencias 15, 16 y 17. [Int/Día]
Pasillos - Hospital

(Nerviosa, Cristina busca al atractivo médico por los pasillos del hospital. Tropieza con la bella enfermera).

CRISTINA:
Por favor, enfermera, ¿dónde puedo encontrar a un compañero suyo fuerte, delgado, con los ojos claros y la piel muy morena?
ENFERMERA:
(Con cierta guasa).
¿No se llamará George Clooney?

(Rápidamente, la enfermera retoma la seriedad).

Cristina, creo que está confundida. Unicamente la atiendo yo, y lea puedo asegurar que aquí no trabaja nadie con esas características.

(Sonríe pícara).

¡Qué más quisiéramos todas...!
CRISTINA:
Pero no puede ser... estuvo conmigo...
ENFERMERA:
(Escéptica, y tratando de tranquilizarla).
Le repito que entre el personal no tenemos a un tío tan bueno... ¡si lo sabré yo! Ande, regrese a su habitación. Descanse, y no vaya por los pasillos como un alma en pena.

(Cristina hace un gesto afirmativo con la cabeza y se aleja bajo la mirada intrigada de la enfermera. [Fundido].
Cristina recorre otro pasillo, observando a cada médico o enfermero con quien se cruza. [Fundido].
Recorre otro pasillo sin resultado. [Corte directo].)

Secuencia 18. [Int/Noche]
Pasillo - Cuerpo superior del hospital.

(Cristina se asoma con desánimo a uno de los ventanales. Su cuerpo entero se crispa. Mira ilusionada y sorprendida. En el bello patio de la clínica está él: el maravilloso Médico 2. El doctor lee algún informe. [Plano subjetivo].
El rostro de Cristina pasa a un primer plano).

CRISTINA:
¡Dios mío! ¡Es él!

(En ese momento recuerda que el doctor dejó una carta en la habitación).

¡Su carta! ¡Tengo que leer su carta!

(La cámara abre, y Cristina corre hacia la habitación).

Secuencia 19. [Int/Día]
Habitación de Cristina - Hospital.

(La puerta se abre y Cristina penetra en el cuarto. Corre hacia la mesilla. Nerviosa, abre el cajón. Está vacío. [Plano detalle].
Su desilusión es enorme. Su rostro se crispa. Entonces, el aljibe del báter se escucha al vaciarse en Off. La voz tan característica de Sara resuena a su espalda).

SARA (Off):
(Cabreada).
¿Quieres decirme qué significa esto?

(Cristina se vuelve con cierta sorpresa. Descubre a Sara mostrándola la carta que el Médico 2 la dejó en el cajón. Cristina reacciona, y arrebata la carta a su amiga. Sin importarla la presencia de Sara, Cristina lee en voz alta).

CRISTINA:
(Leyendo).
"No te preocupes por nada. Aunque todo lo que te rodee te resulte extraño e incomprensible, sólo debes hacer una cosa: prepárate para el gran momento, cuando toda tú te entregues para siempre a mí".

(Cristina clava sus ojos febriles en Sara).

¡Dios mío..! Sara, he conocido a un hombre... primero pensé que era médico, o enfermero, pero nadie le ha visto. Nadie le conoce. Llegué a pensar que era sólo un producto de mi imaginación, pero esta carta demuestra que es real... que es una persona de carne y hueso.


SARA:
(Herida, a punto de llorar).
Eso significa que lo nuestro a terminado... ¿no es eso?

(Cristina clava su hermosa y ahora melancólica mirada en Sara).

CRISTINA:
No... no, Sara... yo te quiero, pero tienes que entenderme... si hubieras sentido lo mismo que yo... ha sido maravilloso... único. Por primera vez en mi vida he hecho el amor con un hombre, y eso ha convertido en fuego mis entrañas, Sara.
SARA:
(Dolida).
¿Y qué quieres que haga yo ahora? ¿Que me lo crea, como una imbécil? ¿Que te espere, como he hecho siempre? Jamás me habías hablado de un hombre, y mucho menos de esa forma. Se te ve muy enamorada... me alegro por ti.
CRISTINA:
No, no estoy enamorada, te lo aseguro. Sé que es algo que tengo que pasar, ¿sabes? Desearía que continuase, pero hay una voz... una voz extraña y profundo que me dice que jamás volveré a verle fuera de aquí. No te pido que lo aceptes, pero tenía que contártelo. Lo siento, Sara.

(Cristina intenta abrazar con indudable necesidad y ternura a Sara, pero esta se aparta con tanta brusquedad que incluso resulta forzado).

SARA:
Yo también lo siento... Hasta siempre, Cristina.

(Sara sale sin volverse. Sin palabras. Inexpresiva, casi. Cristina se sienta en la cama).

Secuencia 20. [Int/Día]
Pasillo - Cuerpo superior del hospital.

(Los breves pies enfundados en unas zapatillas avanzan por el largo y blanco pasillo. La cámara abre, y descubre a Cristina, que busca el mismo ventanal a través del cual viera a su adorado médico. Llega hasta la cristalera y fija su hermosa mirada en el patio hermoso y recoleto. Sus ojos brillan ilusionados. Abajo, junto a los aligustres, permanece, erguido y apuesto, él. El Médico 2. El galán de tez morena y ojos transparentes. Cristina se lleva la mano al corazón, que parece querer escapársele del pecho. En primerísimo plano, unas ruedas giran con estrépito metálico. Alertada por el ruido, Cristina se vuelve. Una enfermera transporta un carrito de curas. La mujer pasa y la muchacha vuelve a mirar a través del ventanal. Él, su doctor, ha desaparecido. Cristina presiente algo y se gira. Su rostro muestra una sorpresa inaudita porque su médico, como por arte de magia, ha aparecido tras ella. [Planos y contraplanos cortos y muy cortos de rostros, ojos y boca.]
Los labios de ella, rojos y húmedos, tiemblan de deseo. Cristina vence la sorpresa y habla).

CRISTINA:
Me has asustado... Me había parecido verte en el patio. Pensaba que trabajabas aquí, pero al parecer nadie te conoce... ¿Nunca hablas?
(Sonríe).
Bueno, por lo menos escribes cartas... y ¡menuda carta!

(Cristina se vuelve y mira a través del ventanal).

... para ti soy solo una aventura más, ¿verdad? Está bien. No importa... lo entiendo. Por un momento pensé que eras sólo parte de un sueño, pero la carta... la carta es real...

(Cristina habla ensimismada, de espaldas a él).

Quisiera escapar, pero hay una fuerza extraña y poderosa que no me deja. Te diré algo. He perdido a mi mejor amiga... a mi compañera.

(Cristina se gira aturdida y descubre que él no está. Lentamente, sale de campo).

Secuencia 21. [Ext/Día]
Cielo.

(Se produce un fenómeno extraño. Una nube rojo sangre cubre ominosamente el radiante Sol).

Secuencia 22. [Int/Atardecer]
Habitación de Cristina - Cuarto de baño.

(Sara se encuentra en el cuarto de baño. Se mira en el espejo. Sólo lleva las escuetas braguitas puestas. Termina de pintarse los labios y se contempla complacida. Está muy hermosa. Sara aparece en campo).

SARA:
Voy a hacerte olvidar a ese hombre... volverás a amarme, y lo harás como nunca...

(Sensual hasta el morbo, Sara acaricia los redondos y firmes senos).

Secuencia 23. [Int/Atardecer rojo]
Habitación de Cristina - Hospital.

(Cristina penetra en la habitación y descubre una nueva carta. Nerviosa, la coge y la lee).

CRISTINA:
(Leyendo).
"Es la hora de partir". ¡Oh, Dios!

(Cristina le presiente. Se vuelve y allá, tras ella, aparece él. El doctor se aproxima despacio a ella. Les envuelve el resplandor extraño y tinto en sangre que penetra a través de la ventana. El médico la toma dulcemente de la mano y la lleva hasta el lecho. Ella se tiende suavemente. Él le coloca la mano sobre la frente y Cristina cierra pacíficamente los ojos. Entonces, el apuesto doctor la besa en los labios. El resplandor rojo de la ventana recorta sus perfiles).

Secuencia 24. [Ext/Día]
Cielo.

(Tan extrañamente como empezó, la nube roja se retira y el día luce de nuevo).

Secuencia 25. [Int/Día]
Habitación de Cristina - Hospital.

(Sara, esplendorosa, sale del cuarto de baño y se aproxima a Cristina).

SARA:
Sabes de sobra que sería incapaz de vivir sin ti. Lo que me has contado es una locura... me has hecho mucho daño... pero te lo perdono todo.

(Cristina permanece inmóvil y no responde. Sara se acerca y la toca con miedo. Comprueba horrorizada que está muerta. Sin fuerzas, cae de rodillas ante el cadáver. Llora con el supremo silencio del auténtico dolor. La Doly se levanta, tomando un plano cenital, que se congela. En realidad, y aunque Sara siga viva, las dos han muerto).

Secuencia 26. [Int/Noche]
Escenario.

(La pantalla permanece oscura. El foco se enciende y de nuevo revela la presencia un tanto burlona del arlequín).

ARLEQUIN:
Una vez fui a un cementerio
y una tumba me habló:
"Recuerda, amigo, cuando pases por aquí:
como eres tú ahora,
yo fui una vez.
Como yo soy ahora,
tú vas a ser.
Prepárate bien para seguirme".

(Funde en negro y la farsa termina. Rodillo final).

15 de Junio de 2016.
0 Comments
Terapia
Posted:Aug 22, 2016 9:38 pm
Last Updated:Jul 2, 2020 8:41 am
3097 Views

Me encontraba débil tras ser operada, sin prácticamente poderme mover, atada a una cama, dependiendo de una persona extraña que debería atenderme día y noche hasta en mis más íntimas necesidades, durante lo que, suponía, iban a ser por lo menos, días.

A mi lado, una señora operada días antes, esperaba con ansiedad ser dada de alta, cosa que ocurrió ese mismo día, dejándome sola en una habitación desangelada e impersonal. En cierto modo me alegraba, no quería tener ningún espectador para mi impotencia, ni siquiera a Sara, mi amiga desde siempre.

Después de darme la cena en la boca, como si de una inválida se tratase, mi amiga se fue para su casa y yo me quedé allí, mirando cada rincón de la pared que tenía ante mí.

No sé cuánto tiempo habría transcurrido, cuando la puerta se abrió bruscamente para dejar paso a un hombre moreno, más bien bajo, de unos treinta y pico años, vestido con una bata blanca. Parecía ser de raza indo-árabe y era el responsable del servicio de noche.

Su voz me sorprendió agradablemente por su dulzura, al preguntarme si deseaba algo antes de dormir. Le contesté que tenía sed y él llenó un vaso de agua y me lo acercó a los labios, levantándome la cabeza para ayudarme. Bebí con ganas y se lo agradecí, a lo cual y en silencio, él me respondió con una caricia en la mejilla y saliendo después de la habitación sin pronunciar palabra.

Su mirada me perturbó toda la noche y ni siquiera sé cuando me quedé dormida, hasta que, al amanecer, me despertó pidiendo me pusiera el termómetro en la axila. Volvió al cabo de un rato para comprobar que tenía unos grados de fiebre, y se despidió de mí con un “Hasta la noche”.

Tuve durante todo el día a mi amiga Sara haciéndome compañía y cuidándome, pero la imagen de aquel hombre me hacía perder el hilo de la conversación y, cerrar los ojos para verle mejor en mi fantasía. Sara se marchó temiendo cansarme.

Esperaba que se abriese la puerta a la hora que, suponía, tendría que ser él. Nada más entrar me sonrió, preguntándome cómo estaba; le respondí que un poco mejor, aunque todavía sentía molestias al moverme.

Se acercó a mí volviendo, como la noche anterior, a acariciarme la cara y saliendo inmediatamente de la habitación. Volvió al cabo de media hora y, como la vez anterior, me preguntó si necesitaba algo. Todo esto, acercándose de tal manera que le tenía a pocos centímetros de mi cara, mirándome sin decir palabra.

Yo me había quedado muda y, en ese momento, me besó apasionadamente en la boca, a lo cual respondí sin más problemas.

El primer contacto íntimo comenzó en ese momento, y se continuaron durante todas las noches siguientes.

Nunca me preguntó quién era ni tampoco me dijo quien era él. Nuestra sola identificación eran los nombres. Se estableció entre nosotros una relación de puro sexo, lo demás sobraba.

Las noches que siguieron fueron de caricias controladas por temor a ser descubiertos. Metiendo su mano debajo de las sábanas de mi cama y haciéndome disfrutar, sin que él pudiera hacer otra cosa que mantenerse en pie, y yo prácticamente inmóvil en la cama. Parecía experto en este tipo de situaciones. Posiblemente a más de una le habría hecho la estancia inolvidable.

Esta experiencia me hizo descubrir lo positivo que, para mi recuperación, era el poner el cuerpo a funcionar de esta manera.

Una noche entró como un relámpago. Noté que buscaba estar conmigo de una manera urgente, también él notó que su presencia me iluminaba la cara. Me besó fuertemente, a la vez que me desabrochaba el camisón para tomar mis senos y llevárselos a la boca; siguiendo con su mano por debajo de las sábanas para tomar posesión de mi sexo.

Me besaba como un hambriento uno y otro pecho, siguiendo con su mano hasta hacerme tener un orgasmo. Esa noche fue tal mi manifestación de placer, que sintió ganas de correr el riesgo de acostarse encima de mí. Tuve que frenar sus ansias, pese a devolverle una pequeña parte del placer que me había proporcionado, acariciando su sexo por encima de su pantalón.

Ninguno nos quedamos satisfechos, menos aún al escuchar pasos cercanos, lo que le obligó a salir prácticamente corriendo de la habitación.

Esa misma noche le llamé, las ganas de verle me quietaban el sueño. Al entrar, me dijo de tener cuidado porque las enfermeras podrían darse cuenta. Sin embargo volvimos a acariciarnos como locos. A sabiendas de que no podríamos satisfacer a tope nuestros deseos, pero resultaba tan excitante el peligro, y eran tantos sus dones en la materia que, egoístamente le urgía a continuar haciéndome lo que esperaba de él.

Esa noche tuve un orgasmo que, a duras penas, pudo sofocar con su boca, para que no despertase con mis gritos a medio hospital.

Cual fue mi sorpresa cuando, de pronto, me levantó en brazos y me llevó al cuarto de baño, cerrando la puerta. Me quitó el camisón, metió su sexo en el mío y, con mucha suavidad, para no hacerme daño, disfrutamos esta vez juntos, de pie, olvidándonos de que pudieran descubrirnos.

Volví después a mi cama y me dijo que intentase dormir. Nos dimos un beso.

Al despertar, sentía dolor en todo el cuerpo, pero me levanté intentando estirar mi cuerpo; me quité el camisón para lavarme. Me apetecía arreglarme, ponerme bonita, cosa que hice.

Cuando entró en la habitación con el termómetro, se sorprendió al verme frente a él desnuda, con ganas de seducirle de buena mañana.

Me atrajo hacia él cogiéndome la cintura, me dijo que no se había dado cuenta, hasta ese momento, de lo bella que era. Me besó la boca, el pecho, pero poniéndose firme, me dijo que no podía seguir porque tenía que revisar a varios pacientes antes de irse. Me dijo “esta noche quiero repetir”. Con una sonrisa maliciosa le contesté: “veremos”.

Esa mañana comencé a pasear por los pasillos. Me apetecía ver a la gente pasear, a través de mi ventana. Pensaba en ese hombre y en su forma tan particular de hacerme el amor, o era simplemente que lo hacía a mi gusto, que me atraía el tono de su piel y aquella mirada que me había invitado a desearle.

Cuando salga del hospital no volveremos a vernos, como si de un sueño se tratase, porque fuera del hospital, ese hombre no tendrá para mí la importancia que tiene en estos momentos. Le he deseado aquí, pero sé que fuera de aquí será un hombre cualquiera, que dejará de existir para mí.

Estuve a punto de decirle algo a Sara, pero no lo hice. Pensé que mejor más tarde, y me despedí de ella dándole las gracias, una vez más, por su amistad.

Me precipité al cuarto de baño para retocar mi imagen. Quería gustarle hasta el último día que nos viésemos, por eso, me puse un camisón un tanto ridículo para el lugar en que estaba, pero que dejaba ver perfectamente mi cuerpo a su través.

Me senté para esperarle. No me cansaba de querer sorprenderle, pese a saber que no nos podíamos permitir perder tiempo luciendo trapos, pero aquello se había convertido en una especie de ritual, y me era necesario.

No nos dirigimos la palabra, me cogió de la mano para levantarme, me dio la vuelta y, levantando mi camisón, se pegó a mí, agarrándome los pechos. Sentí su sexo duro, dispuesto a darme todo lo que esperaba. Me pegó contra la puerta de la habitación y, en esta postura, me penetró hasta lo más profundo. No era muy cómodo pero me daba igual, porque junto con el mío, sentía el placer de él.

Cuando se hubo producido nuestro orgasmo, nos precipitamos al cuarto de baño para lavarnos. Por suerte, nunca entró nadie, salvo él, después de las 10 de la noche. Después me dormí rápidamente, habían sido muchos mis paseos por el pasillo y, aquel “fin de fiesta”, me había dejado felizmente agotada.

Me despertó con un beso y se despidió por terminar su trabajo.

Ese día me dieron el alta. No nos volvimos a ver nunca.
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Una pregunta directa
Posted:Aug 22, 2016 9:32 pm
Last Updated:Jul 2, 2020 8:42 am
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Observo que, desde el pasado día 16, no se ha producido ni un solo comentario, a ninguno de los textos que he publicado, y me pregunto acaso estoy cometiendo el error de publicar textos excesivamente largos?. Acaso los textos tienen un formato que no facilita su lectura.
Os pido una pequeña ayuda a fin de mejorar el blog.
Gracias amigos
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La Cita
Posted:Aug 20, 2016 3:16 pm
Last Updated:Jul 2, 2020 8:43 am
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Estaba esperando que me recogiese un taxi, en la entrada principal del aeropuerto de Sondika.

El me esperaba a la puerta del museo. Cuantos mas años pasaban, mas precioso le veía. su cara conservaba el mismo ovalo, sus ojos tenían la misma luz de siempre con un toque de ternura,y su boca nunca llegaría a saciar mis ansias de comérmela.

Subí en su coche, necesitábamos estar juntos, a solas. me llevo a nuestro refugio. teníamos que hablar de nuestra cita, la que habíamos fijado 10 años atrás. nuestra cita en el año 2016

Todo había nacido en la casa de mi Amachu, hace muchos años, y cuando cada uno de nosotros, por esas cosas de la vida, tomamos rumbos diferentes, amores distintos, habíamos acordado reunirnos en este año 2016 que, entonces, nos parecía mítico.

AINOA.- Que precioso está el paisaje en esta estación del año...

El coge su mano, se las ingenia para conducir con la otra.

AINOA.- Este camino lo hemos hecho montones de veces, desde que me diste el
primer beso hace 20 años.

JAVIER.- Sigue igual, no ha variado gran cosa.

Un caminito de montaña, hasta llegar a un caserío, en el que una familia, de generación en generación, sigue preparando el txakoli y los huevos de gallina.

AINOA.- Lo mágico de este rincón, es que nunca he venido con nadie que no
seas tú.

descienden del coche, Josefa, la dueña del caserío, les saluda y abraza.

JOSEFA.- ¡ Cuanto tiempo sin veros!, ¡ Ya era hora!. Pensábamos que algo os
hubiese pasado.

después de los saludos, cuando se quedan solos, comentan.

AINOA.- Esta gente está convencida de que somos marido y mujer.

JAVIER.- Yo lo dudaría mucho.

AINOA.- Tienes razón. Mirarnos, cogernos, besarnos como si fuera la primera
vez, no suele ser cosa de un viejo matrimonio.

JAVIER.- Solo por eso sería tu amante toda la vida, para no caer en esa indiferencia de la mayor parte de los matrimonios.

Necesitaba tanto o mas que él tenerle pegado a mi. no me había dado cuenta hasta ahora, que tenerle era como un tesoro incalculable. Paseábamos agarrados igual o mas que nunca. seguíamos el sendero.

JAVIER.- Detengámonos aquí. Con esos zapatos de tacón, te vas a tronchar
toda.
Quiero cogerte en brazos y llevarte al pie de nuestro arbol.

AINOA.- ¿ Aún te acuerdas de él?.

JAVIER.- ( Bromeando ) Esas cosas, no podrás repetirlas. Eres una viejita.

AINOA.- ¿ Y tú?. Si ahora intentas repetir tales azañas te daría un telele.

riendo, me cogió en sus brazos, dándome vueltas al del amor que nos embargaba. cuando al fin aterrice, sin moretones y con los dientes en su sitio, ninguno de los dos podía contener las carcajadas.

Nos abrazamos con infinita pasión. éramos dos auténticos locos. buscamos tumbarnos en nuestro rincón, al pie del viejo arbol. teníamos una alfombra de yerba espesa, salpicada de flores silvestres.

AINOA.- ¡ Que hermoso eres, mi vida. ¿Como he podido pasar un solo día sin
ti?.

JAVIER.- Déjame comerte, ¡ tengo tanta hambre de ti!.

me levanto el jersey para alcanzar mis pechos, y yo la camisa para unir nuestros cuerpos. nos acariciamos, nos besamos.

JAVIER.- Quiero hacerte el amor aquí y ahora.

AINOA.- También yo, aunque nos lleven presos por atentar contra la moral.

JAVIER.- ¡ No me importa, con tal que nos lleven juntos!

hicimos el amor con autenticas ganas. me lleno el vientre de flores.

volvimos al caserío hechos unos críos pringosos. nos miraron haciendo como que no veían nada raro, pero el verdín que lucíamos hasta en la punta de la nariz, delataba que nuestra "pelea" había sido fuerte.

JOSEFA.- ¿ Los señores quieren postre?

AINOA.- Tantos años viniendo y... ¿ todavía sigues llamándonos señores?

nos miramos como buenos cómplices, dándonos la mano por debajo de la mesa.

Comimos lo de siempre. no había sitio en el mundo en el que, las manzanas al horno y el arroz con leche, me supieran tan a gloria como allí. me daba una cucharada, le devolvía otra. así nos gustaba comer el postre.

JAVIER.- ¿ Te sientes cansada?

AINOA.- Si, pero no quiero irme de aquí todavía.

JAVIER.- Te propongo volver al hotel, cambiarnos y salir a cenar algo que te
gustará.

AINOA.- Para eso tienes que volver a tu casa.

JAVIER.- Tengo la ropa en el coche. Oficialmente estoy en Barcelona.

AINOA.- Siempre mintiendo... ¡ Me das asco!

La habitación del hotel es una pasada. los dos, medio desnudos, miramos a los transeúntes caminar a paso acelerado. nosotros no tenemos prisa alguna.

nos duchamos juntos, cubriendo nuestros cuerpos de jabón y de caricias que se van haciendo mas y mas ardientes por momentos. su boca mordisquea mis senos, desciende lentamente por mi vientre, se detiene en mi sexo, penetra en mi vagina y me excita de tal modo que no puedo aguantarme.
tiro de su pelo para ponerle en pie, hasta poder rodear sus caderas con mis piernas y agarrando su sexo, conducirlo hasta mi puerta.

Con un firme empujón penetra en mi. siento que me llena, que no puede parar, ni yo tampoco, hasta que nuestro orgasmo se produce al unísono.

Salimos del hotel, paseamos por las viejas calles.

AINOA.- Aparte del viaje a Barcelona, ¿que más has inventado en tu casa para
estar conmigo?.

JAVIER.- He tenido todo el tiempo del mundo para prepararlo y, de no haber
sido así, los viajes de empresa frecuentes.

AINOA.- ( Con mirada inquisitiva ) ¿Sigues creyendo en Dios tanto como antes?

JAVIER.- ¿Por qué?

AINOA.- Me sigue sorprendiendo vuestra doble moral. Por un lado vuestro puritanismo oficial y, por otro, hacéis lo que os da la gana.
Te acuestas conmigo, tienes hasta mi foto escondida en tu oficina y
llevas toda la vida engañando a tu mujer

JAVIER.- Lo mismo que haces tú con tu marido.

AINOA.- Estas completamente equivocado. ¡ Nunca entenderás nada!. Mi
marido sabe que estoy aquí. El hace su vida y yo la mía, pero existe un
respeto entre nosotros, no hay engaños.

JAVIER.- Te estoy viendo venir, y no me gusta que me hagas la moral.

AINOA.- ¡ Que pena me das!.

JAVIER.- ¡ No exageres!

AINOA.- Cuando me enamoré de ti, ya me decías que sería quemada en la
hoguera, pero los tiempos han cambiado. Ya no está el Viejo, los curas se
disfrazan de hombres y tú, sigues inventando viajes de empresa

JAVIER.- ¿Que quieres que te diga?, ¿qué te quiero?.

AINOA.- ¡ No!, ¡ que le digas a ella que no la quieres!

JAVIER.- Las cosas no tan sencillas como tú las ves, esto no es Holanda o
Suecia.

AINOA.- ¡ Vaya hombre!, ¡ resulta que la culpa es de España!

JAVIER.- Cambiemos de tema, sino vamos a terminar como siempre... Yo soy
un imbécil y tú... un fenómeno.

AINOA.- Me alegro de tenerte solo una vez cada cinco años. De haberme casado
contigo, te hubiera puesto los cuernos enseguida.

JAVIER.- ¡ Maldita pecadora!, ¡ Perdón!, pecosa de mierda

AINOA.- Eso es lo que te gusta de mi. Que soy una pecadora.

Me giró contra el callándome con un beso apasionado, después, entramos en una cafetería.

Nos quedaban apenas unas horas para estar juntos. el tenía que volver de su supuesto viaje de empresa. a partir de ese momento, nuestros encuentros serian mas discretos.

JAVIER.- He pensado presentarte a un amigo. Tengo mucha confianza con él y
le he pedido que haga el papel de acompañante, así podemos salir los
cuatro juntos.

AINOA.- ¿También le has hablado de nuestra relación?

JAVIER.- ¡ Estas loca!. Lo único que sabe es que eres una antigua amiga.

AINOA.- Y pretendes que tu mujer se trague que soy la novia de tu amigo.

JAVIER.- Bueno, tanto como novia no... Pero él puede ayudarnos para que
podamos pasar algunas horas juntos, a solas.

AINOA.- ( En tono muy burlón ) Ya veo, lo que has buscado es una especie de
Celestina con pantalones. Muy inteligente de tu parte, ni Maquiavelo
lo hubiera pensado mejor.

Quedamos en que su amigo Miguel pasaría a buscarme el miercoles por la noche.

Bar del hotel, Ainoa aparece vestida con un precioso vestido de gasa que deja sus hombros y parte del pecho al descubierto. Miguel a su vista se siente impresionado. ella le sonríe consciente de la impresión que le ha causado.

MIGUEL.- ¿ Ainoa?

AINOA.- Si, mucho gusto. ¿ Miguel?

MIGUEL.- El gusto es mío, y nunca mejor dicho. Javier y su mujer nos esperan, así qué, si te parece, vamos a su
encuentro.

AINOA.- Cuando quieras

Miguel le parecía un hombre agradablemente natural, incluso guapo. Por lo menos, la situación en que me estaba metiendo, podía no resultar tan desagradable.

Encontramos al matrimonio sentados en un rincón del pub, casi un reservado, muy en plan cariñoso. después de dos días sin verse, la pareja estrenaba cariñitos. Javier se puso rápidamente en pie al vernos, y darse cuenta que yo había visto las caricias que le hacía a su mujer.

Me concentre en mi papel con Miguel, que hizo las presentaciones de forma bastante natural, prometiéndome hacerle pasar un mal rato a Javier.

MIGUEL.- ¿ Que os apetece tomar?

todos, salvo Nuria, piden bebidas alcoholicas. ella un refresco.

AINOA.- ¿ No te gusta el alcohol?

NURIA.- Hace unos años que dejé de beber, a raiz de un embarazo que no dio su
fruto. Desde entonces no bebo ni fumo.

AINOA.- ¿ Pensáis tener familia?

NURIA.- ( Mirando con cariño a su marido ) Todavía buscamos darle una hermanita a
nuestro hijo.

JAVIER.- ( Incómodo ) Tampoco te pases, eso es cosa ya vieja. Yo no quiero
complicarme la vida

AINOA.- ( Con mucha intención ) Tal vez Nuria no opina lo mismo.

NURIA.- De tenerlo sería cuanto antes. No me gustaría ser madre a los 40 años.

MIGUEL.- Yo no tengo ese problema. Todavía estoy buscando la mujer que me
quiera de verdad.

AINOA.- Si te dejas, yo te puedo querer.

Javier la fulmina con la mirada

NURIA.- ¿ Pero... no sois novios?

MIGUEL.- Me gusta la idea.

repiten las copas charlando.

Javier no esperaba que su mujer hiciese ese tipo de comentario. ahora no tenía ninguna excusa ante Ainoa. ella, por su parte, se daba cuenta de que todas las cartas de amor, todas las promesas recibidas, habían sido una comedia mantenida durante diez años.

Con toda la intención, ella toma la mano de Miguel y la pone sobre su rodilla. éste la mira curioso, sonríe contento e inicia una caricia mas audaz sobre las piernas largamente descubiertas de Ainoa, que consiente. se recuesta sobre el en plan seductor, ahueca los hombros para que sus senos sobresalgan un poco mas, por el amplio escote de su vestido.

Miguel no desaprovecha la ocasión que se le presenta, rodea con su brazo los hombros de Ainoa y la aprieta contra el dejando que su mano roce sus pechos. ella acepta la caricia y se remueve para que la mano se adueñe de uno de ellos. Javier no puede soportar la situación, está a punto de delatarse.

JAVIER.- ¿ Estás cansada, Cariño?. Si quieres nos vamos, y dejamos a esta pareja
disfrutar de la noche.

NURIA.- Como quieras, creo que les gustará quedarse a solas

JAVIER.- ¡ Chicos!, nosotros nos vamos. Os dejamos solos.

MIGUEL.- ¡ Me gusta la idea, ¿ y a ti Ainoa?.

AINOA.- ¡ Por supuesto!

se despiden, y al besarse en la mejilla, Javier susurra al oído de Ainoa.

JAVIER.- ¡ Te has pasado!

ELLA SONRIE MALICIOSA, SIN CONTESTARLE

LA MISMA NOCHE. NURIA Y JAVIER ESPERAN EL ASCENSOR PARA SUBIR A SU APARTAMENTO.

JAVIER.- Si no te importa vete a dormir, he olvidado unos papeles en mi despacho y
los necesito a primera hora.

NURIA.- ¡ Otra vez me dejas sola!. ¡ Eres un caso!

Javier monta en su coche y se dirige rápidamente hacia el hotel de Ainoa. pregunta por ella en la Recepción. No ha llegado.
Espera un largo rato. las 3 de la madrugada. aparecen Miguel y Ainoa en un estado casi etílico.

Precipitándose hacia ella, Javier la coge por la muñeca.

JAVIER.- ¡ Estás loca de ponerte en este estado lamentable!

MIGUEL.- Conmigo está superprotegida. Además, ¿ no me has dicho que cuide de
ella?

JAVIER.- ¿ Llamas tú a esto cuidar de ella?. Estáis los dos borrachos.

AINOA.- ¡ Oye! ¿ por qué no vas a ver como está tu mujer?. Es buena hora para
fabricar hermanitos.

MIGUEL.- Hazme un favor, me apetece estar con ella a solas. ¡ Anda, se
bueno y lárgate!

JAVIER.- Tú te vienes conmigo para tú casa.

MIGUEL.- Si papá..., pero ya soy mayor de edad y tu no eres mi padre.

JAVIER.- Mira, pedazo de trapo... no me hagas meterte a empujones en el coche.

La situación se vuelve mas violenta por momentos

AINOA.- Vete Miguel, mañana nos llamamos

MIGUEL.- Está bien. ¡ Me gustas, Preciosa!

A la mañana siguiente ella habla por teléfono con Javier.

JAVIER.- ¿ Ya te has despertado?

AINOA.- Casi. Estoy bastante mal.

JAVIER.- ¿ Quieres que vaya un rato durante el almuerzo?. Podemos estar juntos
desde las 12,30 hasta las 3.

AINOA.- Como quieras

le espera en el vestíbulo del hotel. no quiere dejarle subir a la habitación. salen a comer en un restaurante cercano y evitan hablar de lo sucedido la noche anterior.

Cuando regresa sola al hotel, recibe la llamada de Miguel.

AINOA.- Vamos de discoteca. ¿ O prefieres otra cosa?

MIGUEL.- Me apetece bailar contigo, o sentarnos en una terraza tranquilos.

AINOA.- ¿ Qué me pongo, vestido o pantalón?

MIGUEL.- ¡ Un vestido precioso!

Acaba de colgar el teléfono cuando llaman a la puerta de la habitación. la abre y se encuentra ante Javier con cara de avinagrado. el no puede soportar el silencio sobre la noche anterior y, nada mas entrar, la reprocha.

JAVIER.- ¡ Qué bien te lo estás pasando!

AINOA.- ( Hiriente ) Has tenido el buen gusto de presentarme a Miguel...

el la abraza fuertemente y empieza a besarla.

JAVIER.- Soy un gran imbécil, y no quiero perderte. ¡ No me dejes!

Comienza a desnudarla al tiempo que la lleva hasta la cama. ella se resiste a caer sobre ella. la sigue acariciando hasta forzarla. una vez mas se ha salido con la suya.

AINOA.- Me está empezando a gustar Miguel.

JAVIER.- Le voy a partir la cara a ese desgraciado.

AINOA.- No hagas el tonto, podrías salir muy mal parado. No te creas que puedes
seguir utilizando las personas a tu antojo.

JAVIER.- ¿ Me estás amenazando?.

AINOA.- Te estoy avisando, no olvides que, si quisiera, tengo armas para poder
utilizar contra ti.

JAVIER.- ( Qué, ante la frase de ella, ha palidecido ) ¡ No te atreverías!.

AINOA.- ¡ No me provoques!

el sale furioso de la habitación.

por la noche, Ainoa y Miguel están sentados en el bar del hotel.
ella le ha contado la verdad de su relación con Javier y todo lo que estaba pasando.

MIGUEL.- No te preocupes, a este tío, te juro que le voy a dar una lección.

saca su movil y llama a casa de Javier

MIGUEL.- ¿ Nuria?, soy Miguel. Si os apetece salir, nos encontramos en el bar del hotel de Ainoa.

Cuando llega la pareja, Ainoa esta espléndida, con un vestido mucho mas atrevido que el de la noche anterior y tomando una copa con Miguel, que la tiene cogida amorosamente por los hombros. se saludan los cuatro.

MIGUEL.- Os he pedido de venir porque sois mis mejores amigos y, ante vosotros,
quiero pedirle a Ainoa que vivamos juntos.

JAVIER PALIDECE, ESTA A PUNTO DE CAERSE DEL ASIENTO. TODOS SE INQUIETAN.

NURIA.- ( Inquieta ) ¿ Qué te pasa?

JAVIER.- Un bajón de tensión. Enseguida se me pasa.

MIGUEL.- ¿ Quieres que te acompañe al baño?

Se dirigen los dos a los aseos. una vez dentro y haciendo un esfuerzo, Javier intenta coger a Miguel por el cuello. este le golpea varias veces en el estomago y se contiene para no seguir golpeándolo cuando cae al suelo.

Javier, en el suelo, se ve a si mismo, en una situación parecida, años atrás. es diez años mas joven, con el otros dos chicos, vestidos los tres con camisas azules, apalean a un mendigo hasta dejarlo tirado moribundo. después de su hazaña, uno de los jovenes saca una foto de los otros dos que, con el pie puesto sobre el moribundo, adoptan posturas de cazadores satisfechos. cerca de ellos, con la cara descompuesta por el espanto, Ainoa les contempla.

JAVIER.- ¡ Cabrón!, a esa mujer no me la tocas o te mato.

MIGUEL.- Ella no te pertenece ¡ imbécil!

JAVIER.- Es mía, y tú no sabes nada...

MIGUEL.- ¡ Puerco!. La has tenido engañada durante 10 años. Eres un autentico hijo
de puta.

Le saca del baño a empujones y le arrastra hasta la mesa donde están las mujeres. Javier esta completamente desencajado.

MIGUEL.- Será mejor que te lo lleves a casa, necesita descansar.

Nuria ayuda a su marido mientras este mira a Ainoa como suplicándola. ella les mira alejarse, siente pena porque Javier resulta patético.

AINOA.- ¿ Quieres tomar una copa en mi habitación?. Tengo ganas de que me
mimes.

MIGUEL.- ¿ Aún no te has dado cuenta que bebo los vientos por ti?

Cogidos por la cintura se dirigen hacia el ascensor.

Después de servir un par de copas y poner musica, ella comienza a bailar sola con movimientos de una sensualidad a ponerle fuera de si. su vestido cae al suelo mientras se dirige hacia él, que se pone en pie y la coge entre sus brazos. se comen a besos hasta caer sobre la alfombra, donde hacen el amor.

Mientras Ainoa toma una ducha, Miguel revisa rápidamente el equipaje de ella. en una cartera de mano encuentra un grueso paquete de cartas de las que se adueña, y esconde entre sus ropas.

El día después. apartamento de Javier y Nuria. un mensajero deposita en las manos de esta un gran sobre cerrado. lo abre y extrae un paquete de cartas que ella comienza a leer. las cartas de amor que Javier ha escrito a Ainoa durante diez años.

Cuando termina su lectura, ella toma el teléfono y hace una llamada.

NURIA.- ¿ Pablo?. Hola hermano, quiero que convoques una reunión urgente del
Consejo. Retira todos los poderes a Javier y solicita mi divorcio. ¡ Que ese
cabrón se quede en la calle!

PABLO.- ¡ Estás loca!, ¿ qué pasa?

NURIA.- Que durante casi diez años he llevado cuernos, y sin enterarme hasta hoy
que me han dado las pruebas.

Habitación de Ainoa en el hotel. abriendo sigilosamente la puerta, entra Javier. ella no está. comienza a revisar todo violentamente. trata de encontrar la foto vieja de 10 años, y las cartas que le escribió, sin encontrarlas. en el vestíbulo del hotel, al salir, se encuentra con Miguel.

MIGUEL.- Te estaba esperando. Sabía que vendrías.

JAVIER.- ¡ Qué quieres!

MIGUEL.- Si buscabas tus viejos recuerdos, ya no es ella quien los tiene.

JAVIER.- No se de que me hablas.

MIGUEL.- De tu foto, la tengo yo y la usaré si te vuelves a acercar a ella.

Javier esta hundido. sale del hotel con paso inseguro. Miguel le ve marchar mientras enciende un cigarrillo.

Meses después. Javier, con aspecto desaliñado y sin afeitar, hace cola ante una oficina del Inem. algunos metros mas lejos, una pareja, cogidos de la mano, se dirigen paseando hacia la entrada del monumental museo Guggenheim. Ainoa y Miguel

Estamos en el año 2016 y la cita que Ainoa y Javier fijaron diez años atrás, se va a realizar, sin ellos saberlo. el museo se alza majestuoso en el preciso lugar en que ellos la habían concertado.
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En la Ubiversidad
Posted:Aug 20, 2016 11:36 am
Last Updated:May 25, 2024 1:7 am
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Los días transcurren, lo cotidiano me hunde inexorablemente hacia una depresión.

Todavía tengo ganas de mirarme al espejo, como si buscase refugio, un aliado que me dé ánimo para transformar esta cara que tiempo atrás traslucía una imagen de mujer feliz y, por lo tanto, bella.

Decidí salir a la calle, como antes, dedicándome a la fotografía, que siempre me había gustado. El marco elegido para esa labor fue la Universidad. Proponiendo mis servicios para la elaboración de orlas de fin de curso. Gustó la idea y empecé a relacionarme con todo ese mundo de gente, llenos de vida e ilusiones. Lo ideal, como terapia no podía ser más acertada.

Mi compañero participaba a mi lado, pero cuando menos me lo esperaba, desaparecía sin explicaciones o, si me las daba, resultaban increíbles para esas ausencias tan largas.

Esperaba sola el final de una clase, cuando me di cuenta de que un chico joven, de unos 20 años, me miraba con descaro. A decir verdad no era guapo, tampoco feo. Con actitudes de hombrecito que, tan mal interpretadas, le hacían parecer una tanto ridículo.

-Tienes la espalda más bella que he visto en mi vida, me dice con toda tranquilidad, y dela misma manera le doy las gracias. La verdad es que mi blusita verde dejaba ver mi espalda sin señales de ningún tirante de sostén. Aquel día n lo llevaba puesto.

Hablamos de los que ambos hacíamos, dejando paso a nuestras vidas privadas. Le dije que vivía con un hombre desde hacía algunos años.

Era evidente que se había fijado en mí días atrás, haciendo su pequeña investigación porque su contestación fue que ya lo sabía y le daba igual y, como queriendo quitar importancia a ese hecho, me cogió la mano, sujetándola fuertemente para que no me soltara, y me robó un besos. Me pilló por sorpresa, y no pude por menos que sentir temor a que mi compañero apareciera, temor a sentirme observada, cuando quizás era eso lo que deseaba.

Todo fue tan inesperado, tan rápido, que me era difícil adaptarme a lo que en ese instante estaba pasando. A que yo era en realidad una mujer en busca de un ligue.

Al despedirnos, quedamos en que nos veríamos al día siguiente, en el parque frente a la Universidad. Pero antes me volvió a besar, asegurándose de aquella manera de que no faltaría a su cita.

Esa misma noche empecé a preparar mi plan, de lo que sería una aventura con ese hombrecito que, sin proponérmelo, llegaba a mí en el momento oportuno. Él era soltero, estudiante de administración, vivía con sus padres y una hermana pequeña. Me gustaba su voz cálida, sus ojos que, si bien eran pequeños, me miraban con un brillo especial. Era perfecto para lo que me proponía y no era otra cosa que poner en juego todos mis miedos, mis escrúpulos y hasta ese pudor que me causaba tantas frustraciones.
Al día siguiente, allí donde habíamos quedado, me esperaba. Fue verme y correr a mi encuentro, cogiéndome por la cintura y besándome las mejillas con ganas. Se lo devolvía espontáneamente. Era tan bello leer en su cara lo feliz que se sentía al verme. Me sentía halagada de causarle tal sentimiento.

Como dos enamorados, sentados en un banco, pegados, haciéndonos preguntas de todo tipo. Cesaban las preguntas por culpa de un beso, de una caricia.

A pocos metros vimos llegar a Joel, mi compañero. No me movía, tenía que seguir con mi propósito. Lucas se quedó con su brazo encima de mis hombros. Era su manera de decirle “es mía”.

Joel solo me dijo “vamos a casa”. Me levanté despidiéndome de Lucas con un “hasta luego” y, en silencio, llegamos a nuestro piso, donde me reprochó mi actitud, queriendo saber cuáles eran mis intenciones con aquel muchacho. Le contesté que solo era una amigo, no estaba dispuesta a poner fin a esa nueva relación, porque deseaba cambia mi situación de pareja, fuera como fuera. Nada podía hacerme volver atrás en mi decisión.

Aquellos besos y caricias recién estrenadas me gustaban, me sabían a frescura; y el hecho de saberme deseada había despertado en mí ganas de volver a inventar una nueva forma de amor, aunque fuese ficticio.

Me lancé una tarde, a sabiendas de que, lo inevitable, sucedería. Aquel día me invitó a su casa, con el pretexto de conocer a su familia, lo cual no entraba enteramente dentro de mis planes, porque no quería tener nada que ver con ellos. Por suerte no había nadie en su casa, supongo que lo tenía planeado.

Me llevé una grata sorpresa viendo el buen gusto que demostraba la casa, no correspondía demasiado con este muchacho de aire un tanto descuidado.

Sentados en el sofá, me invitó a ver fotos de él y su familia, sus padres tenían muy buena facha. Me cogió de la mano, invitándome a seguirle a su habitación.

Dentro de ella, cerró con llave la puerta y me atrajo sin contemplaciones hacia él, dándome un fortísimos beso, seguido de caricias. Quitando los obstáculos que le impedían sentir el contacto con mi piel. Así no tardamos nada en vernos desnudos.

Su piel me resultaba extraña, recordándome la de algunos peces, por lo lisa y apretada al tacto. Nos convertimos en pocos segundos en una pista de patinaje. Nada adhería, piernas y brazos no conseguían movilizar nuestros cuerpos.

Me pegó a la pared besándome de arriba a bajo, me atrajo hasta el suelo, presionándome con fuerza contra él hasta hacerme daño. Me besaba con tantas ganas que fue fácil contagiarme. Empecé a sentirme fuera de control, borracha de sexo; las caricias alcanzaban una velocidad alucinante, hasta que me penetró.

Parecía imposible que mi cuerpo pudiera acoplarse al suyo. Todo lo mío era armoniosamente pequeño, delgado. Su cuerpo podía cubrir a los mujeres como yo, por eso, al tenerle encima de mí, me cortaba el aliento.

Me besaba con tanta rapidez que no tenía tiempo de saborear sus besos, quería tenerme totalmente bajo su dominio, como si temiese que me separara. No me gustó su sexo dentro del mío, o más bien, no me lo hacía a mi gusto, de modo que marqué mi cadencia, menos acelerada. Con ese toque de sensualidad que, más que por él, a mí me hacía sentir mucho más fuerte el menos movimiento. En un segundo me vi sentada sobre él, mirándome a la vez que me acariciaba los pechos y se los llevaba a la boca, mordiéndolos fuertemente. Me hacía más daño que darme placer.

Decidí olvidarme de todo aquello, poniendo el sexo como protagonista, utilizando mis dotes de hembra, con un macho torpe al que tenía que dirigir.

Esa medida no me llenaba, tampoco la cadencia, el olor que despedían nuestros cuerpos. Sin darme cuenta empecé a comparar su cuerpo con el de mi compañero. Nada tenían que ver. Lucas era fuerte, relleno, bastante armonioso, aparte de sus piernas un tanto cortas, pero era penoso comenzar a fingir placer cuando estaba comparando un hombre a otro, más aún, cuando me faltaba ese valor que todo lo hace incomparable.

Oigo entrar a alguien en el apartamento quedándome inmóvil. Lucas me tranquiliza diciéndome que es su hermana, y sigue haciéndome el amor con más intensidad que antes. Desde ese momento me quedo como un estatua dejándole disfrutar, sin concederle ninguna respuesta, deseando que no se alargase por más tiempo aquello que, para mí, estaba resultando desagradable.

Cuando, al fin, quedó satisfecho, me preguntó si había llegado al orgasmo. Le dije que no. Otro día tal vez.
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La Maestra
Posted:Aug 20, 2016 11:01 am
Last Updated:May 25, 2024 1:7 am
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Las noches me parecen interminables desde que le quiero. Me despierto antes de que suele el despertador, ágil como una quinceañera. Me precipito en el baño para mirarme lo que creo que él va a mirar.

Hace tiempo que no me observaba ni me preocupaba de mis gestos, de mis ojos y boca, de cada cosa que creo pudiera gustarle. Vuelvo a ser coqueta y me doy cuenta de que, mi temor a no atraerle, me hace la faena terriblemente difícil, porque hasta los colores de mi ropa tienen ahora importancia para mí. Estoy enamorada y me apetecen los colores luminosos que me recuerdan la primavera, luz, calidez, atrevimiento, locura.

Estoy loca de amor y no me importa que lo vea, no pienso fingir por más tiempo, quiero estallar, gritar, decirle que le deseo, que lo es todo para mí.

Esta mañana voy a decirle que necesita clases de matemáticas con urgencia, si quiere pasar el curso. En el peor de los casos me diría que tiene ya un profesor particular, o que no puede permitirse pagar ese tipo de clases.

Me ha contestado que, con gusto, vendría a mi casa, porque prefiere que sea conmigo.

No lo puedo creer, tengo que buscar un vestido nuevo, sé que le gusta el azul cielo, porque leí una redacción suya, en la que describía su fascinación por el color del cielo, el color que había visto durante sus vacaciones en el Sur. Le llenaré la casa de azul y, hasta a mis ojos les pondré sombras azul cielo.

Me faltan dos noches largas que van a ser dolorosamente interminables, hasta que llame a mi puerta, el miércoles a las 4 de la tarde.

No sé por qué, pero algo me dice que le gusto. Le he pillado tantas veces mirándome y poniéndose rojo, sin saber hacia dónde dirigir sus ojos.

Enfrente de mí, solos por fin, le doy como puedo la clase prometida; procurando ser esa mujer que el conoce a diario en la universidad, pero que ya no es la misma. Soy lo que siento, una mujer llena de deseos y de pasión. Una mujer que, a duras penas, intenta frenar las ansias de decirle lo que siento por él.

Le digo que, por hoy, dejamos la clase, porque le siento distraído, nerviosos, perdido, inquieto.

Nos relajamos con un refresco y empiezo, con temor, a tratar de entrar en la parte más personal de su vida. Le hago preguntas, porque tengo miedo de lanzarme de buenas a primeras, con el riesgo de un posible y terrible rechazo.

Me contesta que le gusta una mujer morena, con los ojos castaños, delgada, no muy alta... Una descripción que se ajusta en todo a mi.

Le pregunto su nombre. No quiere decírmelo...

A cada gesto mío, sus ojos me siguen hambrientos. Con toda la intención del mundo dejo resbalar un tirante de mi vestido, me acaricio las piernas, lentamente, mientras le hablo. Me acerco a él tocando su mano, subiendo con la mía hasta su cara, sin cesar de mirarle a los ojos.

Le veo confuso pero siento que le gusta. Mi boca besa su frente y voy viajando hacia la suya que me estaba esperando. Le beso una vez, otra vez. No paramos de besarnos.

Me abraza desesperadamente, y le invito a que acaricie mi cuerpo. Lo hace con brusquedad, como si temiese que le iban a quitar el mejor de los manjares.

Me quito la parte alta de mi vestido, agarrando su mano para ponerla sobre mi pecho. Mientras me acaricia le quito la camisa. Los dos nos vamos descubriendo poco a poco.

A partir de este momento y con la seguridad de que no hay vuelta a tras, dejo que mi deseo más primaria se realice. Él lo desea tanto como yo y, sin poner ningún obstáculo, corresponde de manera natural a esta lluvia de caricias y besos que vamos enlazando, al tiempo que desabrocho su pantalón hasta tomar su sexo con mi mano.

Busca mi pecho para besarlo y, loco de pasión levanta mi vestido cogiendo mis nalgas con firmeza, buscando mi sexo.

Siento la necesidad urgente de tumbarme con él en el suelo, cosa que hago no sin antes quitarle los pantalones, hasta tener su cuerpo tan deseado cubriendo el mío.

En esta carrera desenfrenada, una vez más tomo la iniciativa, guiando su sexo hasta hacerlo penetrar en el mío. El placer es tan intenso que debo frenarle para que no termine de inmediato. Le tranquilizo, le acaricio la frente, la espalda que chorrea de sudor y, despacio, con ternura, sigo con mi lluvia de besos mientras siento su latido muy dentro de mí.

No quiero perderme en el control de esta locura, estoy esperando ese último instante en el que vaciará en mí llenándome de él, y me dirá que me quiere, una y otra vez.

Tanta dicha en pocas horas me hace pensar que Dios existe, aunque sigo con mi idea de que, en este íntimo momento no hay sitio para nadie que no seamos mi amado y yo.

Mi amado, al que sigo besando con pasión, dándole mi cuerpo que ya me pertenece. Me dejo acariciar hasta el mínimo pliegue de mi piel. Juego al escondite para invitarle a buscar entre mis piernas lo que yo nunca he visto, mientras sus dedos largos y finos encuentran el camino de mi vagina, mientras sus caricias me hacen gritar de placer en un nuevo orgasmo.

Después le cojo la cabeza, mojada como la de un recién nacido, posándola entre mis pechos y acariciándole el pelo, despacio, porque ya no tenemos prisa. Tan solo quedarnos pegados y volver a inventar otra forma de amor.
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La venganza
Posted:Aug 16, 2016 3:39 pm
Last Updated:May 25, 2024 1:7 am
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En el teatro, como reflejo de la vida que es, ocurren a veces cosas perversas.

Secuencia 1. [Ext/Atardecer]
Fachada del teatro "La Linterna".

(Ocupando casi toda la pantalla aparece un gran afiche en el que puede leerse:

PROXIMO ESTRENO: "ROJO SANGRE" (GUILLES DE RAIS), de Jean Pierre Canteloube.
Director: José Ramón Arranz.

Desde el cartel, el rostro malvado del actor que interpreta al mariscal de Juana de Arco mira al transeúnte con ojos penetrantes. El busto del guerrero se muestra cubierto por su armadura. La imagen funde).

Secuencia 2. [Int/Atardecer]
Escenario - Teatro "La Linterna"

(El rostro del afiche, la cara de José Ramón Arranz, se ha transformado en el verdadero rostro del intérprete y director de "Rojo Sangre". La cámara abre y descubre a un grupo de actores y actrices a punto de concluir el ensayo, ante cuyos ojos desaprobatorios, se desarrolla una escena muy desagradable. El director, un hombre atlético, corpulento, de unos cincuenta años, recrimina grosero a una de sus actrices: Silvia del Bosque. Es una mujer de unos treinta años, de cuerpo bello y proporcionado, que escucha la filípica de su tiránico director con aparente mansedumbre).
JOSÉ RAMON:
¡Joder...! ¡Aún no sé cómo te soporto! ¡Eres una estúpida, incapaz de aprenderte una sola palabra del texto! ¡Jamás dejarás de ser una actriz mediocre...! ¿Qué digo? ¡Tú, actriz...! ¡Tú eres el mayor error que he cometido en mi vida! ¡Nunca debí perder el tiempo en tu formación, y mucho menos darte trabajo en mi compañía...!

(Por unos instantes la mirada de Silvia se endurece, aunque es sólo un chispazo).

SILVIA:
Eres injusto... ya te he pedido disculpas por mi error.
JOSÉ RAMON:
(Fuera de sí).
¡Cállate, estúpida¡ ¿Cómo te atreves a responderme? No eres nada... no eres nadie.

(Dirigiéndose a todos).

La semana próxima ensayaremos con luces y vestuario. Ahora, fuera todo el mundo.

(En silencio, todos abandonan el escenario. Todos se van resentidos, pero nadie rechista ante las duras palabras del dictador. El rostro de Silvia aparece desencajado).

Secuencia 3 [Int/Atardecer]
Cafetería cercana al teatro.

(En primer término aparece un plato combinado. Unos cubiertos entran en cuadro y el cuchillo corta un trozo de bistec. La cámara abre y descubre a Silvia y una veterana compañera cenando tras el ensayo. La actriz veterana se llama Mónica Valero, y mastica un pedazo de filete mientras escucha a Silvia).

SILVIA:
Está completamente ciego, Mónica. No se da cuenta de que acepto esta situación por lo mucho que significó para mí hace años... Me rompe los nervios.

(Mónica termina de masticar).

MONICA:
¿Aún le quieres?
SILVIA:
¡No...! No, te equivocas. ¡Le detesto! Espero poder vengarme algún día, y sobre todo demostrarle que soy la mejor actriz que ha conocido en su vida. La mejor que ha formado. Encontraré el medio para lograrlo. Estoy segura.
MONICA:
¡La leche! Sí que parece que le odias de verdad... pero ya sabes eso de que del amor al odio sólo hay un paso. Aunque yo no lo veo... tengo la sangre de horchata. Creo que me he pasado toda la puta vida sin amar ni odiar a nadie, lo cual es muy sano, porque no te sube la tensión. Pero desde luego ese tío es un cabrón.
SILVIA:
(Muy dolida).
Es incapaz de ver que toda mi vida es el teatro. Quiere humillarme y destrozar mi carrera, Mónica. No quiere que llegue...
MONICA:
(Con crudeza).
¿Qué pasó? Digo, cuando estabais liados... ¿te dejó o le dejaste tú?
SILVIA:
Como siempre, todo empezó muy bien. Él iba a ser mi Pigmalión, y además nos entendíamos muy bien en la cama...

FLASH BACK - Secuencia 4. [Int/Noche]
Dormitorio indefinido.

(José Ramón y Silvia hacen violentamente el amor. Cuerpos desnudos, palpitantes y sudorosos. Besos voluptuosos).

SILVIA (Off):
Pese a la diferencia de años, su vigor era increíble. Me dejaba exhausta.

(La imagen funde).

FLASH BACK - Secuencia 5. [Int/Día]
Escenario - Teatro.

(José Ramón y Silvia ensayan. Él, con dureza. Ella, obediente).

SILVIA (Off):
Trabajábamos mucho y muy duro. Yo creía que él estaba muy satisfecho con mis progresos... pero lo cierto es que nunca me daba la oportunidad que yo pensaba que merecía. Ahora pienso que empezó a sentir celos artísticos.

(Nuevo fundido).

FLASH BACK - Secuencia 6 [Ext/Día]
Lugar indefinido.

(José Ramón y Silvia discuten acaloradamente. Él la abofetea sin piedad).

SILVIA (Off):
Nuestra relación se hizo insostenible. Comprendí entonces lo miserable y perverso que podía llagar a ser. Un día me pegó enloquecido, como un salvaje. En la cama me obligaba a hacer cosas horribles. Por fin rompí con él, aunque seguí en la compañía, interpretando, eso sí, pequeños papeles.

(Funde el último Flash Back y reaparecen Mónica y Silvia en el restaurante).

MONICA:
Eso no lo entiendo. ¿Por qué sigues en la compañía? Te humilla, desprecia tu trabajo... y tú eres una buena actriz.
SILVIA:
Al principio intenté irme, pero tú sabes bien la fuerza que tiene entre los empresarios. Me cerró todas las puertas. Ahora prefiero estar cerca de él. Así podré saltarle a la garganta en cuanto baje la guardia.

(Silvia enciende un pitillo, con la mente puesta muy lejos. Mónica la mira con fijeza y muerde desganada otro trozo de bistec).

Secuencia 7. [Ext/Noche]
Casa de Silvia.

(La casa donde vive Silvia pertenece a un bloque de viviendas de alto standing, pero construidas relativamente cerca unas de otras. Se trata de una zona residencial).

Secuencia 8. [Int/Noche]
Salón - Casa de Silvia.

(El salón es bastante grande y decorado con gusto. Sobre las paredes hay amplias fotografías de la propia Silvia, interpretando obras de Pirandello, Benavente, Tirso, Miller, Buero, Moliére o Shakespeare. La actriz se prepara un whisky en su mueble - bar. La estatua de madera de un feroz guerrero chino preside el conjunto decorativo. Los ojos del soldado oriental de metal dorado y brillan como si tuvieran vida propia. Silvia, que lleva como única vestimenta una escueta bata que deja ver parte de sus bragas, se sienta en un sillón frente a la ventana abierta. Es verano y el calor atosiga. Curiosea la casa de enfrente. Hay varias ventanas encendidas, y en una de ellas se siluetea la figura maciza de un hombre. No le ve la cara, pero sabe que el desconocido está observando. Silvia no aparta la mirada, y poco después, a la primera silueta se une otra. Es una mujer. Le tranquiliza ver que hablan entre ellos. Silvia piensa en voz alta).

SILVIA:
¡Qué imbécil...! Casi te pilla tu mujer mirándome con todo el descaro del mundo. Estoy casi desnuda... se habrá regodeado bien...

(La mujer se retira y el desconocido voyeur sigue con la vista clavada en ella. Entonces, Silvia se pone en pie, apaga la sugerente luz de la lámpara y sale hacia interiores).


Secuencia 9. [Int/Atardecer]
Escenario del teatro "La Linterna"

(José Ramón, caracterizado como Guilles de Rais, incluida la coraza, ensaya con la primera actriz, que encarna a Juana de Arco).

JOSÉ RAMON (GUILLES DE RAIS):
Doncella, sitiaremos Compiegne y yo mismo os traeré la cabeza del bastardo Wandommé sobre una bandeja de plata.
ACTRIZ:
Señor De Rais, sé que los ingleses han reforzado sus defensas, pero confío en vos... en esta batalla se juega el destino de Francia.

(El resto de actores observa el ensayo de los protagonistas desde las butacas. Un foco de color rojizo ilumina las dos figuras. Sumergidas en la penumbra, se encuentran Silvia y Mónica).

SILVIA:
Juana de Arco... ese papel yo lo hubiera bordado. Pero con ese miserable mandando jamás tendré un buen personaje.
MONICA:
Tu carrera no está aquí, Silvia. No con ese hijo de puta.
SILVIA:
(Inesperadamente)
Mónica, anoche me ocurrió algo curioso. Creo que tengo un espectador nocturno...
MONICA:
(Sorprendida).
¿Un espectador nocturno?
SILVIA:
Sí, un voyeur... en la casa de enfrente... le descubrí mirándome. Me puse cómoda y estaba medio desnuda... ya sabes...
MONICA:
Bueno, eso no tiene nada de particular. También a mi me gusta ver a los tíos en pelotas.
SILVIA:
Sí, pero tengo la sensación de que esto es distinto.
MONICA:
A lo mejor, si te montas un "Gran Hermano" más sexi y particular, el tío se la despelleja.
SILVIA:
No sé... a lo mejor tienes razón y le doy demasiada importancia a ese fisgón.

(La voz indignada de José Ramón habla desde el escenario).
JOSÉ RAMON (Off):
¿Quién coño habla por ahí? ¡Quiero el más absoluto silencio o vais todos a la puta calle!

(Silvia y Mónica cambian una rápida mirada de culpabilidad y guardan silencio).

Secuencia 10. [Int/Noche]
Salón - Casa de Silvia.

(Silvia aguarda en el salón con la luz apagada. Observa la ventana del desconocido voyeur. Su perfil se revela por la tamizada luz que entra de la calle. El tiempo pasa muy lento. Se escucha el monótono tic tac del reloj de la pared. Por fin, el mirón surge en la ventana. Situado a contraluz, no puede verle la cara. Entonces Silvia se decide a encender la luz rojiza de la lámpara, y comienza su personal espectáculo. Se sitúa entre el resplandor y la luz de la ventana y se despoja de sensualmente de blusa y sostén. Simula no darse cuenta de la presencia del desconocido y, sin inhibición, comienza a moverse sensualmente. Aquella mirada lejana arde sobre su piel. No obstante, Silvia se ha situado hábilmente para que su rostro aparezca velado. Aquello empieza a resultarla un juego apasionante. Entonces, ocurre lo inesperado. El voyeur enciende lo que probablemente sea un puro y la luz de la cerilla ilumina su rostro [Zoom rápido a primerísimo plano].
Es José Ramón. Se apaga la cerilla, y queda el ascua del puro como un ojo maligno. La sorpresa paraliza a la actriz).

Secuencia 11. [Ext/Día]
Calle - Ciudad.

(El utilitario de Silvia avanza por la calle, rumbo al teatro).

Secuencia 12. [Int/Día]
Utilitario de Silvia.

(Silvia conduce entre el poblado tráfico. Se escuchan diversas voces de compañeros y compañeras en Off).

VOCES DE COMPAÑEROS (Off "Ad Livitum"):
José Ramón se ha divorciado...
Se ha vuelto a casar en Italia...
Nadie conoce a su mujer....
Creo que ha cambiado de casa...
Cambio de mujer... cambio de casa... ojalá la italiana le ponga a mil y no le queden fuerzas para jodernos a todos...

(Los ojos inyectados de Silvia se reflejan en el espejo retrovisor. Sus pensamientos la hacen apretar las mandíbulas).

Secuencia 13. [Int/Atardecer]
Escenario - Teatro "La Linterna".

(En primer término aparece el libreto de "Rojo Sangre". Una mano que enarbola un bolígrafo tacha casi con violencia unas frases correspondientes al personaje de Genevieve. La cámara sube y descubre a José Ramón y a Silvia frente a frente en el vacío escenario. Como en otros ensayos anteriores, sólo les ilumina un foco).

JOSÉ RAMON:
(Despótico).
No me gusta cómo interpretas estas frases. Las dirá Ana. Su personaje también puede decirlas sin variar el contexto....
SILVIA:
(Sumisa).
Tú eres el director y yo sólo la tercera actriz. Procuraré estar a la altura para que no me reduzcas más el papel.

(José Ramón refunfuña algo ininteligible y hace algunos apuntes en las hojas del libreto. El rostro de Silvia pasa a un primer plano y se escucha su voz en Off).

SILVIA (Off):
Imbécil... si supieras que soy la que te pone cachondo desde la ventana...

(Fundido a negro).

Secuencia 14. [Int/Día]
Almacén - Teatro "La Linterna"

(Rodeada por material de atrezzo, Silvia rebusca en un contenedor del almacén del teatro. Hay maquetas, forillos, muñecos, mobiliario, armas, panoplias, armaduras, maniquíes, espejos y utensilios diversos. El ambiente, con la única referencia luminosa de una bombilla, resulta casi fantasmagórico. En el contenedor hay numerosas máscaras, desde algunas terroríficas hasta otras paródicas y jocosas. Silvia escoge dos muy bellas de estilo veneciano y, tras apagar la luz, abandona el tétrico almacén).

Secuencia 15 [Int/Noche]
Salón - Casa de Silvia.

(Silvia permanece expectante en el salón. Viste sólo sostén y bragas, aunque cubre su rostro con una de las máscaras venecianas. Ha encendido la sugerente luz de la lámpara y se encuentra sentada en el sillón aguardando la aparición de José Ramón en la ventana de enfrente. Fuma, y el humo del cigarrillo la envuelve en una especie de halo grisáceo. La ventana del voyeur está apagada. Silvia ha puesto una sensual música ambiental. De pronto, se yergue. Como esperaba, el turbio personaje aparece dispuesto al nuevo festín. Ha encendido la luz, que una vez más recorta su corpulenta figura. Silvia le mira y él la mira. El director teatral no parece sorprenderse por la máscara. Entonces le hace una significativa seña. Trata de conseguir el teléfono de la actriz. Silvia escribe en un papel su número, y lo muestra de tal manera que le dé de lleno la luz de la lámpara. Por los gestos, no cabe duda de que él lo está apuntando. Silvia aguarda de pie ante la ventana. Sigue fumando. Enseguida repiquetea su móvil. La mujer descuelga y escucha).

JOSÉ RAMON (Off):
Quítate el sostén y ponte de perfil.

(Silvia comienza a seguir fielmente las instrucciones del mirón).

Me gustas... tienes un cuerpo precioso que deseo recorrer con mi lengua... besarte entera... acariciarte despacio... excitarte... dime que te gusta mi voz. Que te pone cachonda lo que te digo. Que te mire. Que te desee...

(Silvia sigue las instrucciones. Incluso en algunos momentos, utiliza el móvil para acariciarse los pezones, el vientre, el cuello...)

Eres... eres extraordinaria... me enloqueces... necesito meterme dentro de ti... poseerte...

(Entonces, Silvia corta el teléfono y apaga la incitante luminosidad. Habla para sí).

SILVIA:
(Perversa).
No ha estado mal para el primer acto. Ahora hay que preparar el segundo.

(El móvil vuelve a repiquetear insistente [Primerísimo plano]).

Secuencia 16. [Ext/Día]
Calle.

(Desde un teléfono público. Silvia habla con Mónica).

SILVIA:
Diles que faltaré un día... diles que operan a mi madre... sí... sí... no, José Ramón se alegrará. Eso le dará un motivo para sustituirme, al menos en el ensayo. Gracias, Mónica. Un beso muy fuerte.

(Silvia sonríe con maldad al colgar el teléfono).

Secuencia 17. [Ext/Día]
Casa de Silvia.

(En pantalla, aparece la casa de Silvia. Se escucha el fragor de la calle).

Secuencia 18. [Int/Día]
Dormitorio - Casa de Silvia.

(Ante el espejo de la coqueta de su habitación, Silvia hace pruebas de maquillaje. Se prueba lentillas, pelucas, etc. Por fin queda satisfecha con lo que ve. Ha logrado transformarse por completo. Ahora es una rubia espectacular).

SILVIA (Off):
Fue mucho lo que aprendí contigo, José Ramón. También a maquillarme. Vas a conocer a otra mujer.

(Los ojos, ahora verdes, de la nueva Silvia pasan a un primerísimo plano).

Secuencia 19. [Int/Noche]
Salón - Casa de Silvia.

(Silvia aguarda de nuevo sentada en su sillón. Todavía no ha encendido la luz de la lámpara. En la ventana de enfrente, ve moverse a la mujer del director. Poco después aparece él, fumando un nuevo puro. La luz de su cigarro brilla como una luciérnaga. Silvia enciende la lámpara, dejando ver su nuevo "look". Se despoja con toda naturalidad del camisero, y se queda con una minifalda que deja ver sus largas y torneadas piernas, y un sostén de encaje que apenas si alcanza a cubrir la mitad de sus pechos. Silvia se pone en pie y deja caer la minifalda. No la recoge del suelo. Vuelve a sentarse en el sofá y acaricia sensualmente sus piernas. Comienza a pintarse las uñas de los pies con gestos deliberadamente provocativos, pero sin mirar en ningún momento a la ventana desde la que la pareja la observa. En ese momento suena el móvil).
JOSÉ RAMON (Off):
Vaya... te has quitado la máscara. Gracias... eres preciosa. ¿Dónde has estado estos días?
SILVIA:
(Disciplente).
Por ahí. Yo no me meto en tu vida.
JOSÉ REMON (Off):
(Excitado).
No es en tu vida donde quiero meterme... es tu cuerpo el que deseo. tus noches las que me pertenecen.
SILVIA:
No te hagas ilusiones. Me gusta desnudarme para ti... que me mires... así podrás echarle un buen polvo a tu mujercita esta noche. Conmigo tenéis estímulo extra.
JOSÉ RAMON (Off):
Es contigo con quien quiero follar... y no me digas que no te gusta que te desee hasta morir...
SILVIA:
Claro que me gusta, pero no dramatices. Por cierto, ¿cómo te llamas?
JOSÉ RAMON (Off):
Eres curiosa, ¿eh? Pero no importa. Te lo diré. José Ramón y me dedico a....
SILVIA:
(Interrumpiendo).
¿Cómo se llama tu mujer?
JOSÉ RAMON (Off):
(Sorprendido).
Se llama Alicia. ¿Por qué quieres saberlo?
SILVIA:
Porque es tan morbosa como tú, y además, me gusta saberlo todo sobre la gente que me mira.

(Provocadora).

Si no estás de acuerdo, terminamos ahora mismo.

(Entonces, Silvia deja el móvil sobre el sofá y comienza a bailar al cálido ritmo de la música ambiental. Termina quitándose las bragas, y sigue moviéndose un rato, cada vez más sensual. Finalmente apaga la luz y sale del salón. El móvil suena inútilmente).

Secuencia 20 [Int/Día]
Dormitorio - Casa de Silvia.

(Silvia marca un número, y se escucha una voz joven y armoniosa que proviene del otro lado).

ALICIA:
¿Pronto?
SILVIA:
¿Alicia?
ALICIA:
Sí, ¿quién habla?
SILVIA:
Me llamo Silvia, pero mi nombre no te dirá nada. Sólo me conoces de vista. Sabrás quién soy si te acercas a la ventana. Sí, querida. A la misma ventana desde la que anoche tu marido y tú os poníais a mil. Me ha sido fácil saber tu número. Por lo que veo, tu marido... porque es tu marido, ¿verdad?, empleó tu móvil para llamarme.

(Alicia no responde. Silvia da un tono de complicidad a su voz).

No te preocupes... me hizo gracia sentirme observada también por ti. ¿Te gustó?
ALICIA:
Bailas muy bien... y tienes un cuerpo estupendo. Fue un buen espectáculo.
SILVIA:
Te invito a un café y nos conocemos personalmente... perfecto... sí, quedamos allí dentro de una hora.
(Silvia sonríe de forma inquietante).

Secuencia 21. [Int/Día]
Cafetería.

(Silvia y Alicia se encuentran sentadas en una mesa).

ALICIA:
(Con cierta picardía).
Te aseguro que nunca había hecho nada parecido. No sé cómo he sido capaz...
SILVIA:
La verdad es que no importa demasiado. Lo que importa es que eres un encanto...
ALICIA:
Gracias.
SILVIA:
Agradezco tu oferta de presentarme a tu marido, pero por ahora me conformo con ese pequeño trabajo de bailarina del que te he hablado. Quizá más adelante.

(Alicia, una mujer morena, joven y guapa, sonríe con enorme encanto, mirando intensamente a Alicia, que sigue caracterizada).

Secuencia 22. [Ext/Día]
Calles.

(El utilitario de Silvia recorre varias calles. Sobre él se escucha en Off el siguiente diálogo).

ALICIA (Off):
Ya sabes casi todo sobre mi vida. Me conoces hace unos días y ya sabes cosas sobre mí que muy pocas personas de mi entorno conocen.
SILVIA (Off):
Entonces, ¿tu marido te trata mal?
ALICIA (Off):
Ya te lo he dicho... es violento.

(El automóvil prosigue su avance).

Secuencia 23. [Int/Día]
Utilitario de Silvia.

(Silvia conduce y Alicia continúa hablando).

ALICIA:
Nos casamos en Palermo y recorrimos Italia en viaje de novios. Todo fue relativamente bien, hasta que regresamos a España. Cada vez me trataba peor. Y una noche...

(Casi llorando).

... me violó. Me trató como a la puta más tirada.

(El hermoso rostro de Alicia pasa a un primer plano).

FLASH - BACK. Secuencia 24. [Int/Noche]
Sala - Casa de José Ramón.

(Alicia y José Ramón se encuentran en una pequeña sala, iluminada escasamente. El actor y director bebe un whisky. Alicia, de espaldas a él, se prepara una copa en el mueble - bar. José Ramón contempla con lascivia a su mujer).

JOSÉ RAMON:
Alicia, tienes un culo precioso. Ven... acércate. ¡Acércate!

(Alicia deja la copa sobre el mueble y, con evidente desgana, se acerca a su marido. Entonces, él la aferra bruscamente y la sienta casi con brutalidad sobre sus rodillas. Empieza a manosearla lascivo).

ALICIA:
¡Por favor...! ¡Déjame! No tengo ganas ahora...
JOSÉ RAMON:
Eres mi mujer, y jodes conmigo cuando a mí me apetezca... ¿me oyes, puta?
ALICIA:
¡No me toques! ¡No me toques!

(José Ramón se pone en pie y arrastra a su mujer hasta un sofá. Fuera de sí, la arranca la falda y las bragas. La coge del largo cabello y la pone de espaldas a él. La penetra como un salvaje y ella grita de dolor. El violentador (para la censura) no para. Busca el orgasmo. Ella trata de revolverse, pero se trata de un hombre muy fuerte y todo es inútil. José Ramón la gira y la arranca blusa y sostén. La besa en los pechos, en la garganta, en la boca. Vuelve a penetrarla, jadeando como un animal, hasta que se produce el orgasmo. Alicia llora, y el rimmel corre patéticamente sobre su rostro).

Secuencia 25. [Int/Día]
Utilitario de Silvia.

(El Flash Back concluye y reaparece el rostro de Alicia).

ALICIA:
Es un hombre odioso... ¡Odioso!
SILVIA:
Déjale... es un miserable.
ALICIA:
Ya te he dicho que le tengo miedo... tú no le conoces... no te imaginas hasta dónde puede llegar su brutalidad. Un día llegó a amenazarme con una pistola.
SILVIA:
Tu marido se merece una buena lección, y si me dejas que te ayude, se la vamos a dar entre las dos.
ALICIA:
No sé si seré capaz...
SILVIA:
Déjalo en mis manos. Por de pronto, esta noche te acuestas temprano y te haces la dormida. Hoy empieza mi plan... funcionará. Estoy segura.

(Alicia mira con cierto temor a Silvia. Ésta sigue conduciendo y aprieta las mandíbulas).

Secuencia 26. [Int/Noche]
Sala - Casa de José Ramón.

(José Ramón aparece en la misma sala en que violara a Alicia. Un niki ceñido muestra bien a las claras su musculatura. El malvado director teatral habla por el móvil con Silvia. Como siempre, se coloca a contraluz, aunque la cámara ha sido colocada muy cerca y su rostro se distingue perfectamente).

JOSÉ RAMON:
Mi mujer se ha tomado un Rohipnol para dormir...
SILVIA (Off):
Seguro que se lo has dado para poder estar a solas conmigo....

(José Ramón observa a la mujer desde su privilegiada atalaya [Plano subjetivo].
La ve todavía vestida).

JOSÉ RAMON:
Te equivocas... parece que esta noche tu show no le interesa.
SILVIA (Off):
No me cuentes historias... tienes una mente sucia y retorcida y seguro que te traes algún plan entre manos.
JOSÉ RAMON:
A lo mejor... pero tú te has brindado a ser mi partenaire... y te gusta tanto como a mí lo que hacemos...
SILVIA (Off):
Aciertas... pero no estoy casada ni vivo con nadie. Al menos, en eso soy mejor que tú...

(José Ramón no pierde de vista a Silvia [Plano y contraplano en algunos momentos].
Impaciente, el director ordena).

JOSÉ RAMON:
Basta de charla. Ponte la braga y el sostén negros y cúbrete la cara con tu máscara. Haz tu número.

(José Ramón enciende uno de sus puros. Sus ojos brillan perversos).

Secuencia 27. [Int/Noche]
Salón - Casa de Silvia.

(Silvia pone en marcha su cadena musical. Resuena la música sensual y erótica que suele acompañar sus morbosos bailes. Viste sólo el sostén y las diminutas braguitas negras. Escucha a través del móvil).

JOSÉ RAMON:
Coloca las manos detrás de la nuca. Muévete como tú sabes. ¡Hazlo!

(Silvia baila más voluptuosa que nunca. Aunque parezca imposible, hace del móvil un instrumento erótico más. Desde su ventana. José Ramón la contempla hipnotizado).

Me vuelves loco... voy ahora mismo para tu casa. No puedo aguantar más.
SILVIA:
(Cortante)
Ni se te ocurra.
JOSÉ RAMON:
Dime que tienes ganas de que te monte...
SILVIA:
(Sensual).
Tal vez sí... pero aún no es el momento.
JOSÉ RAMON (Off):
(Casi desquiciado).
No puedo esperar más. ¡Te quiero ahora!

(Bruscamente, Silvia apaga el móvil, así como la sugerente luz. Luego desaparece hacia interiores).

Secuencia 28. [Ext/Día]
Calle.

(Silvia vuelve a hablar desde un teléfono público. Transporta un extraño paquete).

SILVIA:
Dile que has conocido a una vecina que es actriz y que busca trabajo... tranquila, y díselo sin miedo. Sí... sí, explícaselo... que soy la vecina de la ventana. Me llamas en cuanto te de la respuesta, ¿de acuerdo?

(Silvia cuelga. Ahora no va caracterizada).

Secuencia 29. [Int/Día]
Despacho de José Ramón - Teatro "La Linterna".

(Silvia, ahora caracterizada, penetra en el despacho del empresario. Él, fuera de sí, ansioso de tenerla, comienza a manosearla e intentar besarla. La vuelca sobre la mesa intentando poseerla. Silvia logra zafarse e interpone la mesa entre los dos).
SILVIA:
(Furiosa).
¡Si vuelves a intentarlo, armo un escándalo como no has conocido! ¡He venido a hablar de trabajo, no a echar un polvo sobre la mesa!
JOSÉ RAMON:
Sabes que lo estoy deseando...
SILVIA:
(Coqueta y siguiendo el juego).
También yo... pero será cuando yo lo decida.
JOSÉ RAMON:
Muy segura estás de ti...
SILVIA:
(Sensual).
Cálmate y hablemos de trabajo.
JOSÉ RAMON:
Está bien... ¿qué experiencia tienes como actriz?
SILVIA:
(Sensual).
Ninguna... pero sé que eres un gran profesor, y yo no soy tonta. Pronto estaré lista para salir al escenario.

(Para José Ramón el encuentro profesional no pasa de mero trámite. Su lujuriosa mirada desnuda el soberbio cuerpo de la supuesta aspirante a actriz).

¿Y bien? ¿Qué opinas?

JOSÉ RAMON:
(Totalmente entregado).
De acuerdo... de acuerdo... te contrato como tercera actriz. Ya verás... es un buen papel.
SILVIA:
Pero ¿no tienes ya el reparto cerrado? ¿No tenías ya tercera actriz?
JOSÉ RAMON:
Tú lo has dicho... tenía. Pero ahora mi tercera actriz eres tú. Ella se va a la calle. Te quiero a ti.
SILVIA:
Tú lo que quieres es mi coño. Y lo tendrás, pero eres un cabrón.
JOSÉ RAMON:
Soy muy orgulloso. Por orgullo, soy capaz de morir, y hasta ahora ninguna mujer se me ha resistido.
SILVIA:
Es posible... tienes el encanto del diablo.
JOSÉ RAMON:
Cierto... pero eso es lo que te gusta de mí.

(Se besan apasionadamente. Silvia sonríe perversa).

Secuencia 30. [Int/Día]
Cafetería.

(Silvia y Alicia charlan en la cafetería).

ALICIA:
Entonces... ¿has conseguido el contrato?
SILVIA:
No ha sido difícil... ya sabes que tiran más dos tetas que dos carretas.
ALICIA:
Y ahora, ¿qué vamos a hacer?
SILVIA:
El número final. Mira, tu marido es un enfermo de orgullo, y esta noche voy a humillarle como él no puede imaginar. Le dejaremos tocado para siempre. El se ha pasado la vida humillando a los demás. Tú y yo somos basura para él, y ahora le toca pagar. Tú sólo haz lo que yo te diga.

(Alicia, totalmente convencida, hace un gesto con la cabeza).

Secuencia 31. [Int/Noche]
Salón - Casa de Silvia.

(Silvia, con la máscara veneciana puesta, habla a través del móvil con José Ramón).

SILVIA:
Hoy será un número especial... bailaré como nunca lo he hecho y después... después puedes venir a mi casa. Esta noche no la vas a olvidar.

(Se inicia el baile, que resulta increíblemente erótico. El cuerpo divino de Silvia, completamente desnudo, se mueve como la esencia pura de la lujuria. Entonces, aparece en el salón otra silueta de mujer, igualmente desnuda y con otra máscara veneciana velándola el rostro. Las dos soberbias hembras bailan juntas. Sus cuerpos y manos se enlazan, se confunden, se alejan y se unen hasta que una de ellas quita la máscara a la otra. Es Alicia. Silvia, a su vez, si quita su propia máscara y se muestra sin maquillaje. Silvia conduce a Alicia hasta el sofá. Enlazadas, caen sobre él).

Secuencia 32. [Int/Noche]
Salón - Casa de José Ramón.

(Con los ojos crispados y el rostro desencajado, José Ramón contempla aquella aberración. Desde la pared, un cartel de Amadeus parece observarle. Se escucha el "Requiem" de Mozart. Entonces, José Ramón se acerca al cajón de una mesa y extrae una pistola. Descompuesto, abandona la sala).

Secuencia 33. [Ext/Noche]
Casa de José Ramón.

(La luz de la ventana de José Ramón se apaga. Poco después, se apaga la luz de la casa de Silvia).

Secuencia 34. [Ext/Día]
Calle - Casa de Silvia.

(Es por la mañana. Alicia y Silvia abandonan la casa de la segunda. Se las nota alegres y compenetradas. La cámara busca a unos vecinos que charlan ante el portal de la casa de José Ramón).

VECINO 1:
El tío del cuarto... ese del teatro... se ha volado la tapa de los sesos esta noche.
VECINO 2:
Era un tipo raro... casi no hablaba con nadie... y pegaba a su mujer.
VECINA:
He oído a la policía que ella no estaba en la casa cuando él se pegó el tiro.

(La cámara se eleva [Doly]. El utilitario se pierde al doblar la esquina. La imagen congela, y sobre ella van apareciendo los créditos del rodillo final)
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Dobles versiones
Posted:Aug 15, 2016 11:48 pm
Last Updated:May 25, 2024 1:7 am
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Amigos, esta es otra de las versiones que precedieron al guion de La Secretaria. Aqui os lo dejo;

La Secretaria

Está terminando de escribir una carta en el ordenador, deprisa, porque es casi la hora de salida y no quiere llegar tarde a su compromiso.

Poco después esperaba ya en la misma esquina de la oficina. Al cabo de pocos minutos, un coche oscuro, un BMW, se detiene ante ella y un hombre joven la invita a subir. Ella lo hace sonriendo, era la persona que esperaba.

El coche estaciona en una calle tranquila, llena de casas antiguas, de aspecto señorial; denotaba tratarse de una zona reservada, sin tráfico ni ruidos, una zona residencial privilegiada.

Salen del vehículo y se dirigen a una de esas casas, que ella abre, y en un silencioso ascensor suben hasta un apartamento. Es un apartamento de techos altos, pintado de un blanco luminoso, con muebles modernos, de diseño, y otros antiguos de muy bella factura. Sofás color marfil, con almohadones de color marrón muy oscuro y cruzados por rayas negras. En el suelo, alfombras orientales tejidas a mano.

Todo invitaba a ser observado, el buen gusto de la anfitriona resultaba evidente.

Aquella mujer joven y hermosa había vivido durante muchos años en Egipto, con un diplomático del que estaba profundamente enamorada.

Ahora las cosas habían cambiado, tenía que trabajar como secretaria, en su país de origen, para sobrevivir. Sin embargo, y por encima de todo, quería conservar aquel apartamento y sus recuerdos. Esto suponía tener que estar ocho horas en una oficina y hacer “horas extras” en la casa eligiendo, eso sí, al amante de turno que, con sus visitas semanales, le proporcionaban los medios de conservar lo que amaba.

Tenía clientes fijos, como era el caso de este que pasaba por su cama una vez al mes.

En verdad, era una mujer con un aspecto físico impresionante, alta, delgada, pero con curvas fuertemente marcadas y piernas preciosas, que lucía intencionadamente los días de trabajo Full Time..., cabellos rubios, largos, estudiadamente descuidados, muy poco maquillada. Algo muy grave había tenido que pasarle para no querer volver a enamorarse, para elegir esta forma de vida y desear mantener aquel nivel.

Este hombre que hoy tenía junto a ella era joven, más bien guapo, casado, con hijos, con una situación y un status que le satisfacían, pero desde que la conoció e hizo el amor con ella, por primera vez, no ha dejado ni una sola vez de acudir a esta cita. Moreno, luciendo en su pelo algunas canas, hoy lucía un impecable traje azul oscuro y una bonita camisa de marca.

Le resultaba fácil, y hasta agradable, entregarse a este hombre que siempre ponía un toque nuevo a sus fantasías. Los dos disfrutaban del sexo sin ningún tapujo, poniendo siempre ella eso que aparentemente gustaba al hambriento macho y que, provocaba sus ganas de volver a empezar después de haber terminado. Esa era también su forma de asegurarse el “cliente” que, antes de partir, la cogía desnuda para darla un beso de despedida y, proponiéndole, muchas de las veces, salidas para cena juntos.

Nunca aceptó, tenía muy claro que esto era un trabajo, agradable en el caso de él, y nada más. Los otros clientes eran mayores, de 40 años en adelante, pero de la misma clase social, alta, que Fernando, pero les faltaba encanto y eso no hacía las cosas nada agradables. No ponía en ellos el mismo interés de seducción, solamente lo mínimo y ni un ápice más.

Hoy es otro día, cuando Fernando llamó a la puerta de su apartamento y ella le abrió la puerta, le recibió desnuda, con solo un pequeño delantal atado a la cintura, como si aquel hubiera sido su día de descanso y dedicado gran parte de la mañana a recoger su casa y cocinar.

Fernando la encontró genial. Muy probablemente su mujer nunca le hubiera recibido de aquella manera, y esas fantasías le hacían desearla cada día más.

El pequeño delantal no le impedía la vista de ese cuerpo precioso, pero aún así, lo tiró al suelo y tomándola entre los brazos, empezaron a bailar al de la última canción de Sting, que sonaba en el lector de música. Se besaban, se acariciaban, iniciando así lo que, para ella era una tarea muy agradable y, para él, aquello que le hacía sentirse otro.

El baile no duró mucho, lo justo para dejarse caer sobre la mullida alfombra, donde él hizo que ella se pusiese boca abajo, para continuar cubriéndola de besos desde la nuca hasta los talones. Le separó las piernas y, colocándose entre ellas, introdujo su miembro hasta lo más profundo. No era bastante y, por ello, la hizo colocarse en “chien de fusil” y la cabalgó con ardor para que pudiera sentirle con más intensidad.

Cambiaban de postura a medida que aumentaba su excitación. En un momento ella estaba sentada sobre él. Para que pudiera disfrutar con los ojos y que las manos pudieran tomar posesión de sus pechos.

A ella le gustaba que la mirase cuando casi alcanzaba el orgasmo. Se conocían ya lo suficiente, como para poderse leer en sus caras cuáles eran los pasos a seguir hasta alcanzar el máximo placer.

Le besaba los senos con tal sensualidad, y ella respondía recorriendo, con la punta de sus uñas, su pecho y hombros. Eso sí, teniendo cuidado de no dejar impresa sobre él ninguna huella que pudiera comprometerle. Después, saciados, bromeaban haciendo alardes sobre cual de los dos merecía el premio al mejor amante.

Eres de los muy buenos, le dijo ella, pero te falta poner más exotismo, para que seas incomparable. De esa manera conseguía desestabilizarle, y él prometía ganar, la próxima vez, el premio al “mérito”.

Solo con él hacía este tipo de comentarios, porque realmente lo disfrutaba. Con el resto de los consumidores, cuando más rápido, mejor.

Como cada mañana, al levantarse, puso en marcha la cafetera. Entró en el cuarto de baño y mirándose en el espejo se hablaba, llevándose las manos a la nuca. –Hoy te espera un día penoso, se dijo, parecido al que hace en la calle, gris, lluvioso.

Después de ducharse se frotó todo el cuerpo con crema hidratante, volvería a repetir la operación en la tarde, antes de dejarse montar por aquella especie de mandril trajeado, calvo y superperfumado que era su cliente de hoy. Un puro asco.

Tenía que fingir a tope, con ese animal fofo, porque su físico, todo el era lamentable.

Le pedía pasear desnuda y con un bolso, ante él. Dejar caer las llaves e inclinarse a recogerlas, sin flexionar las piernas, para mirarle por detrás y verle hasta el alma; y todo ello a cámara lenta.

Hoy, se hizo el propósito de que no llegase ni a tocarla. Si controlaba el tiempo, sus fantasías le iban a costar un huevo o, mejor dos.

Imploró a todos los dioses, sin dejar de hacer su numerito, que exigía poner toda la vulgaridad del planeta, para satisfacer a este mandril repelente, pero, el muy imbécil, se quedó con su fláccido pajarito en la mano, cuando consiguió, con su interpretación, ponerle tristemente feliz sin haberla tocado ni un pelo.

Volvió a la oficina, haciéndose la promesa de mandarle a paseo. Podía permitirse el lujo de elegir a su amante de turno aunque, a veces se equivocase, como había sucedido en este caso. Todo era cuestión de acertar a la primera, o aguantar el chaparrón, aunque fuera una sola vez.

Todos sus amantes le habían sido recomendados por una compañera de oficina, veterana en estas lides, y que no solía meter la pata como en este caso. Cuando se vieron, comentaron juntas el mal trago vivido y le prometió sustituirlo rápidamente por el rey de la jungla, bromearon.

Ambas podían estar mantenidas a todo confort, sin tener que trabajar para ganarse la vida, pero las dos consideraban que, hasta el momento en el que pudiesen compartir sus vidas de quien estuvieran poco, o mucho enamoradas. Al no ser así, su libertad era lo más importante para ellas.

Una simple llamada telefónica acabó con el mandril, y ahora, acostada en un sofá, mientras veía un programa en la tele, pensaba en llamar a Fernando. Sentía necesidad de verle, de hablar con él e incluso, de aceptar con agrado el salir a tomar una copa. Sería una velada cara a cara, por vez primera, aquella sería una velada romántica, tranquila, diferente.
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La Secretaria
Posted:Aug 15, 2016 11:44 pm
Last Updated:May 25, 2024 1:7 am
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"LA SECRETARIA"

La historia se desarrolla en la época actual.

Secuencia 1. [Ext/Noche]
Gran metrópoli.

(La cámara panoramiza desde lo alto recorriendo la gran ciudad. Sobre estas imágenes aparecerán los títulos de crédito del capítulo. Por fin, la cámara se detiene ante un enorme edificio acristalado. Plano enfático).

Secuencia 2. [Int/Día]
Oficinas.

(Sonia, una mujer hermosa de unos treinta y cinco años, elegantemente vestida, permanece sentada ante el ordenador en su mesa de trabajo. Posee un cuerpo torneado y esbelto y su rostro, enmarcado por una magnífica melena rubia, casi dorada, es armonioso y muy bello. Se trata, en una palabra, de una mujer de bandera. Por fin, y con cierta displicencia, apaga el ordenador. Se pone en pie y recoge su bolso. Es evidente que se dispone a marcharse. Se despide de sus compañeros).

SONIA:
¡Hasta mañana!

(La joven que trabaja en la mesa de al lado la pregunta).

COMPAÑERA:
¿Vamos al Plaza y nos tomamos unas copas? Así charlamos un poco...
SONIA:
(Con expresión ambigua).
No... hoy no puedo... tengo prisa. Adiós.
COMPAÑERA:
(Con una sonrisa cómplice).
Adiós...

(La compañera de Sonia sigue su marcha con una mirada curiosa, casi escrutadora. Se oye el chasquido de la puerta de la oficina al cerrarse tras la espectacular secretaría).

Secuencia 3. [Ext/Noche]
Calle.

(Unos pies lujosamente calzados con zapatos de alto tacón recorren ágiles la acera. [Plano corto].
Los pies llegan ante otros pies, evidentemente masculinos. Se produce el encuentro).

SONIA (Off):
Hola, Fernando...
FERNANDO (Off):
Buenas noches, Sonia...

(La pareja avanza unos pasos. Llega hasta la puerta de un automóvil, que se abre para que suba Sonia. Resuenan las puertas al cerrarse y el motor se pone en marcha. El vehículo arranca. Entonces, sincronizando los movimientos, la cámara abre [Doly] y descubre al magnífico BMV alejándose).

Secuencia 4. [Ext/Noche]
Otras calles.

(El lujoso BMV recorre varias calles).

Secuencia 5. [Ext/Noche]
Calle - Casa de Sonia.

(En la pantalla aparece un panel electrónico. Marca las dos de la madrugada. Un poco más allá, frente a una casa antigua y señorial, permanece aparcado el BMV de Fernando).

Secuencia 6. [Int/Noche]
Salón - Casa de Sonia.

(En primer plano aparece un espléndido Chirico. Sobre el cuadro se escucha la voz en Off de Fernando).

FERNANDO (Off):
¿Qué te ha parecido el nuevo restaurante que he descubierto?
SONIA:
Un auténtico hallazgo... el marco es elegantísimo, y encima se come muy bien...

(La cámara abre y descubre a Fernando y Sonia en un amplio salón, lujosamente decorado. Fernando es un hombre alto, de cabello entrecano, apuesto y elegantemente vestido. El personaje es un maduro galán que aparenta unos cuarenta y cinco años y posee un cuerpo atlético. Fernando acaricia la mejilla de Sonia).

FERNANDO:
Te deseo, Sonia...

(La mujer se aparta con una reacción extraña. Es como si tratara de esquivarle, al menos en ese momento).

SONIA:
Perdóname un instante, necesito... necesito mirar unas cosas...

(Alejándose por el pasillo que conduce al dormitorio).

¡Ponte cómodo!

(Sonia desaparece y Fernando, encendiéndose un pitillo, curiosea una vez más el salón. Además del Chirico hay un Magrite y un Severini. En realidad, muchas las piezas de valor que atrezzan el salón. Fernando coge un retrato enmarcado en plata que permanece sobre una repisa [Plano detalle].
Se trata de un hombre joven y atractivo que sonríe alegre. En el pie de la fotografía campea una dedicatoria:
"Para ti, Sonia, razón de mi vida. Con amor y respeto, Patric".
Fernando aprieta las mandíbulas y deja de nuevo la foto sobre la repisa. En ese momento, Sonia regresa a la estancia. Se ha cambiado, y ahora viste un traje ceñido de escote amplio y sugerente. Está espléndida y turbadoramente sexi. Fernando la desnuda con la mirada y, tras un breve carraspeo, exclama).

FERNANDO:
Tienes cuadros y antigüedades increíbles... algunas realmente buenas... ¿Por qué no... ?
SONIA:
(Interrumpiendo cortante).
Patric las coleccionó. Algunas le costaron auténticos sacrificios. Para él eran como pedazos de su propia vida. Por nada del mundo me desharía de algo que él amó.
FERNANDO:
Perdona... tienes razón. Lo siento.

SONIA:
No, no pasa nada, pero ya conoces las normas para los clientes: jamás hablar de mi vida privada.
FERNANDO:
(Triste).
No quiero sentirme como un simple número. Sí... sé a lo que vengo aquí... me gusta mucho. Disfruto estando contigo y quisiera que, de alguna manera... fuéramos amigos.
SONIA:
Los amigos respetan las parcelas íntimas, los silencios. Creo que tú, más que nada, sientes curiosidad... o tal vez, pena porque crees que estoy sola. Te atraigo porque para ti conservo cierto misterio, pero, por favor, respeta que no quiera abrir la caja de Pandora... ¿de acuerdo?

(Sonia se mueve con flexibilidad felina. Se aleja en dirección a un mueble - bar muy bien surtido).

¿Te apetece una copa?

(Sonia comienza a preparar los dos vasos).

FERNANDO:
Está bien, gracias...

(Tras un silencio reflexivo).

¿Puedo hacerte una última pregunta?
SONIA:
(Entre seria y cansada).
...hazla.
FERNANDO:
¿Es que no te inspiro confianza? Sonia, sólo intento acercarme a ti...

SONIA:
(Poniendo cubitos de hielo en los vasos).
¿Para qué, Fernando? ¿Para qué? Los dos sabemos que esto es un intercambio, un negocio. A cambio de sexo una vez al mes, a veces dos, tú me pagas. Y me pagas bien. No necesito confianza. Estoy bien. Me siento bien con este... digamos, trato.

(Sonia entrega un vaso de whisky a su cliente).

No creas que soy tan fría... agradezco tu interés... tu sensibilidad... pero lo cierto es que no quiero...

(Fernando la interrumpe cogiéndola de la cintura y besándola ardientemente. Cuando se separan, ella le habla).

...esto no forma parte del trato.
FERNANDO:
(Sonriendo).
Te odio... ¿no te han dicho nunca que eres la mujer más odiosa del mundo?
SONIA:
Fernando, por estas ofensas te voy a subir el precio. Te va a resultar bastante más caro.

(Enlazados, caen sobre el amplio sofá. Se besan y abrazan. Comienzan a desnudarse el uno al otro. La escena es cada vez más tórrida. Los vasos de whisky se han derramado sobre el parqué).

FERNANDO:
Es tanto el cariño que siento por ti...
SONIA:
No confundas el cariño con el placer...

(Con repentino ademán, Fernando la atrae contra él de forma muy brusca).

FERNANDO:
¿Siempre tienes que estropear los mejores momentos?
SONIA:
(Sonriendo).
Sólo a veces...

(Él vuelve a inclinarse sobre ella y esta vez Sonia la responde plenamente. Ambos están ya completamente desnudos y se entregan furiosamente al amor. Pronto alcanzan el orgasmo).

Secuencia 7[Int/Día]
Hall - Casa de Sonia.

(Fernando y Sonia se encuentran el lujoso hall, despidiéndose. Él, completamente vestido. Ella, con una insinuante bata).

FERNANDO:
La cena de anoche, ¿ha sido una excepción? ¿O repetiremos?
SONIA:
Tú lo has dicho. Ha sido una excepción.
FERNANDO:
En ese caso, supongo que volverás a negarte a salir conmigo...
SONIA:
Supones bien. Ese servicio no entra en el trato. No volveré a salir a cenar contigo.
FERNANDO:
Está bien... tienes razón. Un trato es un trato.

(Contradiciendo en gran parte la aparentemente fría situación, Sonia y Fernando se besan sincera y fuertemente. Es un beso que desmiente la supuesta frialdad del negocio pactado).

FERNANDO:
Te llamaré pronto.
SONIA:
Adiós.

(Fernando traspasa el dintel hacia el descansillo del ascensor. La maciza puerta de roble oscuro se cierra tras él. Entonces, Sonia se apoya contra la pared, como si hubiera perdido las fuerzas. Expresa una profunda tristeza. Un gran desánimo).

Secuencia 8. [Ext/Atardecer]
Casa de Sonia.

(En pantalla aparece la fachada de la señorial y ya antigua casa de Sonia Lucas. El edificio recibe los últimos rayos del Sol, que muere un día más).

Secuencia 9. [Int/Atardecer]
Casa de Sonia - Salón.

(Sobre un cuadro de Willem de Konning se proyecta una extraña sombra. Sugiere la figura obesa de un hombre que permanece de rodillas, y sobre cuyo voluminoso trasero una esbelta mujer, que se adivina semidesnuda, apoya la punta de su afilado tacón. La mujer golpea al gordo con un látigo. Éste gime de placer).

CLIENTE (Off):
¡Por favor! ¡Más fuerte... ! ¡Más! ¡Hazme mucho daño...!

(La cámara abre y descubre una escena entre patética y grotesca. Sonia, vestida con un escueto sostén que apenas cubre sus turgentes senos y un tanga, ambas piezas negras, golpea al repugnante cliente gordo, que sólo viste unos amplios calzoncillos floreados con una plumas de pavo real pegadas en el trasero. El gordo suda copiosamente. Simulando rabia, Sonia fustiga una y otra vez al obeso cliente. Éste consulta su reloj de pulsera).

Un cuarto de hora de flagelación. Es la hora de la lluvia dorada.
SONIA:
(Harta).
Lo siento, Teo. Hoy no habrá lluvia dorada. No me apetece. Doy por terminada la sesión.
CLIENTE:
¿Por qué? Eres muy cara, y habíamos pactado unos servicios...
SONIA:
(Con rabia sorda).
Basta por hoy de guarradas, Teo.

(Teo se acerca hacia su ropa, que permanece en el sofá, y extrae del bolsillo de su chaqueta una cartera, y de ella un fajo de billetes que entrega a Sonia).

CLIENTE:
Te pago lo convenido porque me has hecho un francés maravilloso... pero tendrás que compensarme en la próxima sesión...
SONIA:
No tengo muy claro que haya próxima sesión. Y ahora te dejo. Ya conoces la salida.

(Ante la tremenda perplejidad del gordo, de unos cuarenta y cinco años, Sonia abandona el salón. Ni siquiera ha contado el dinero).

Secuencia 10. [Int/Noche]
Cuarto de baño - Casa de Sonia.

(Sonia se está duchando. El agua resbala sobre su maravilloso cuerpo desnudo. Por fin termina y se envuelve en una toalla. Con mano un poco nerviosa, enciende un cigarrillo con su Dupont de oro. Su rostro pasa a un primer plano).

SONIA (Off):
Estoy harta de vivir en la basura... tengo que dar un cambio radical a mi vida...

(Tras la reflexión, Sonia abandona el cuarto de baño. La sigue la estela de humo grisácea producida por su cigarrillo).

Secuencia 11. [Int/Atardecer]
Salón - Casa de Sonia.

(Una mano entra en campo y coge la fotografía de Patric. La cámara sube, y descubre a Sonia, que contempla el retrato, con ojos llorosos [Plano detalle de la fotografía].
Sonia susurra).

SONIA:
Patric... mi amor... ¿Por qué...? ¿Por qué tuvo que ocurrirte a ti? Al morir tú, mi vida también terminó...

(Con mil ecos, resuena un disparo en el salón. Sonia casi murmura).

La bala de tu tiro de gracia nos mató a los dos...

(Sonia, al borde del llanto, devuelve la foto a su repisa).

Secuencia 12. [Int/Día]
Oficina.

(Sonia consulta su reloj y se dirige a Aurea, su compañera y amiga).

SONIA:
¿Tomamos un café?

(Aurea termina con su ordenador y responde).

AUREA:
Vamos... sé que en esa cabecita ronda algo que quieres contarme.

(Ambas se ponen en pie y comienzan a caminar por el pasillo que conduce a la puerta de la gran oficina).

Cuéntame, Sonia... ¿qué es ahora?
SONIA:
Te lo contaré abajo, en la cafetería.

(Las dos mujeres atraviesan la puerta).

Secuencia 13. [Int/Día]
Cafetería.

(En primer plano humea una taza de café. La cámara abre y descubre a Sonia y Aurea sentadas frente a frente).

SONIA:
No puedo más, Aurea. Soy una puta... y cada día me degrado más. Es repugnante lo bajo que he caído por conservar el tesoro de Patric.
AUREA:
Tienes que dejarlo... te estás destruyendo.
SONIA:
Todos esos hombres... esos viciosos... que viven honorablemente con sus empingorotadas familias... y a mí me compran para que sea su cubo de la basura. Tengo ganas de vomitar, Aurea.
AUREA:
(Preocupada).
Pensaremos algo... mi consejo es que cortes con todos. Ahora tienes dinero y puedes aguantar.
(Animándola).
Lo arreglaremos, ya lo verás.
SONIA:
Me he vuelto muy vulnerable... cada vez pienso más en Patric. Soy consciente de que no está, de que nunca volveré a verle. Créeme, Aurea... es muy difícil.

(En ese momento dos tíos vulgares y barrigudos se acercan a las mujeres).

HOMBRE 1:
¡Qué pena! Tan guapas y tan solitas...
HOMBRE 2:
(Vulgar).
Pero aquí estamos nosotros para haceros compañía.

(Aurea mira con expresión feroz a los dos barrigones).

AUREA:
Escuchad, "Apolos"... nosotras somos policías, y ya conocéis eso de "vigilar, proteger, y cuellos romper". Así que abríos ya y no deis el coñazo.
HOMBRE 1:
Vámonos, Lucio. Estas tortilleras seguro.

(Los dos ligones se alejan refunfuñando. Aurea les sigue despectiva con la mirada unos segundos, y luego se dirige a Sonia).

AUREA:
(Con interés).
Por cierto, ¿has visto ya a Fernando?
SONIA:
(Con el rostro iluminado).
Sí... estuve con él hace tres días....
AUREA:
¿Y... ? ¿Sigue queriendo salir contigo?
SONIA:
(Con una leve sonrisa).
Sí... y he salido a cenar con él una noche... pero sólo una. Y no pienso repetir.
AUREA:
¿Es que no lo pasaste bien?

(Sonia Carraspea y tarda en responder).

SONIA:
Todo lo contrario. Lo pasé demasiado bien... pero Aurea, tú lo sabes. He cerrado todas las puertas. El amor duele demasiado... demasiado.
AUREA:
Algún resquicio quedará abierto. Vámonos. Tengo que acabar ese informe para el gran capo antes de las seis.

(Aurea deja el importe de las consumiciones sobre la mesa y ambas salen de campo).

Secuencia 14. [Ext/Noche]
Casa de Sonia.

(En pantalla aparece la fachada de la aristocrática casa de Sonia. Ha llovido y las luces de los faroles reverberan sobre el húmedo pavimento).

Secuencia 15 .[Ext/Día]
Desierto.

(Un hombre, Patric, es conducido por tres paramilitares libaneses hasta una fosa abierta en un lugar del hostil desierto. El prisionero, atado y torturado, es arrastrado por sus verdugos. Llegan al borde de la fosa y uno de ellos saca una pistola. Con total frialdad, dispara a la nuca de Patric. El proyectil penetra en el cráneo proyectando un violento chorro de sangre, espeso y rojo. [Toda la escena se filmará a cámara lenta].
El prisionero se desploma al interior de la fosa).

Secuencia 16. [Int/Noche]
Dormitorio de Sonia.

(Sonia lanza un alarido de horror y pena y se yergue en el lecho. Ha estallado una gran tormenta y la habitación se ilumina intermitentemente con el culebreo de los relámpagos. Tabletean los truenos. Sonia se lleva la mano a la cabeza y susurra).

SONIA:
No puedo más... estoy muriendo día a día. Los recuerdos, las pesadillas, me están matando. Yo quiero vivir. ¡Quiero amar! Fernando, te necesito... te necesito...

(El rostro sudoroso de Sonia pasa a un primer plano. El brillo cegador de un relámpago la ilumina dramáticamente).

Secuencia 17. [Int/Noche]
Descansillo y escalera - casa de Sonia.

(Fernando, tan apuesto y elegante como siempre, aprieta el botón del timbre. Espera impaciente algunos segundos y la puerta se abre. Sus ojos expresan asombro y admiración. Sonríe. En el dintel de la puerta aparece Sonia. Está radiante y completamente desnuda. Sólo la cubre un gracioso delantal de cocina. Esboza una sonrisa sensual y terriblemente seductora).

SONIA:
¡Hola!
FERNANDO:
Hola.
SONIA:
Pasa.

(Fernando traspasa el umbral y la puerta se cierra tras él).

Secuencia 18. [Int/Noche]
Hall - Casa de Sonia.

(Fernando, absolutamente fascinado, contempla a Sonia. La recorre de arriba abajo con la mirada).

FERNANDO:
(Sorprendentemente tímido).
Vaya... estás... estás preciosa. Jamás pude imaginar que me recibieras así.
SONIA:
(Sensual).
¿Quieres que te diga la verdad? Yo tampoco.

(Hay música de fondo. Sting).

FERNANDO:
(Totalmente entregado).
¿Bailas?

(Sonia asiente. Él la toma por la cintura y, bailando, atraviesan el lujoso hall y desembocan en el salón).


Secuencia 19. [Int/Noche]
Salón - Casa de Sonia.

(Siguen bailando suavemente, totalmente entregados. Penetran en el amplio salón).

SONIA:
(Susurrándole al oído).
He preparado una cena exquisita... te chuparás los dedos. Me he tomado el día libre.

(Pícara)

Quiero experimentar en la cocina.
FERNANDO:
He cenado ya. Te cuesta tanto cenar conmigo que pensé que era inútil invitarte. Pero no importa. La noche es larga y mi apetito también. Probaré tu cena. Por cierto... además de en la cocina...

(La despoja lentamente del delantal).

...¿te apetece experimentar en algún otro sitio?
SONIA:
(Muy sugerente).
Puede... ¿por qué no pruebas?
FERNANDO:
(Besándola suavemente entre la oreja y el cuello).
Por ejemplo... ¿qué te parece si experimentamos esta zona?

(Ella ronronea con placer al tiempo que cierra los ojos y ladea la cabeza).

FERNANDO:
Ahora creo que debemos experimentar por esta otra...

(Fernando va descendiendo la cabeza y comienza a besar los senos de Sonia. Se arrodilla y aprieta el armonioso cuerpo de ella contra el de él. Besa su vientre y consigue la máxima excitación. Es un recorrido muy sabio. Sonia le habla con los ojos cerrados y voz entrecortada. [Plano muy corto del rostro]).

SONIA:
Debería... debería ser yo quien te pagara a ti...
FERNANDO:
Te quiero, Sonia. Eres mi locura.
SONIA:
(Entregada).
Yo... yo también te quiero.

(Fernando se yergue de nuevo y ambos se besan repetida y ansiosamente en la boca. La cámara les abandona y busca el estante que habitualmente ocupa la fotografía de Patric. El retrato ya no está).

Secuencia 20. [Int/Día]
Cocina - Casa de Sonia.

(Sonia y Fernando se encuentran en la coqueta y funcional cocina. Están desayunando. A través de la ventana, se ve la lluvia caer sin cesar. Las gotas tamborilean como perdigonazos tras los cristales).

FERNANDO:
Te mereces un premio.
SONIA:
(Entre coqueta y perversa).
Eso me dicen todos...
FERNANDO:
(Picado y celoso).
¿Ah, sí? De eso nada. ¿Cómo que te lo dicen "todos"? El premio lo merezco yo... ¿será posible, lo que hay que aguantar?

(Con la sonrisa quebrada).

...que se lo dicen todos...

(Sonia, que viste una simple camisa, pasa la mirada del borde de su taza humeante a los ojos de Fernando).

SONIA:
Está bien... tal vez merezcas un premio. No el del exotismo...
(Seria).
Pero sí el de la ternura.
FERNANDO:
O sea, que por lo visto, no soy nada exótico. Sólo un tipo del montón...
SONIA:
Hombre... no es eso tampoco... pero un poco más de picardía exótica por tu parte no estaría mal. Podrías ganar la cátedra del amante perfecto...
FERNANDO:
No sé si animarme o desanimarme... lo que sí sé es que siempre consigues desestabilizarme. ¡La odio, señorita!
SONIA:
(Sonriendo)
¿Seguro que me odias?

FERNANDO:
(Serio).
Lo que yo quiero es que seas solo mía. No quiero compartirte con nadie jamás. Con nadie... ni siquiera con un muerto.

(Fernando consulta su reloj. Él está totalmente vestido. Mira con ternura a Sonia).

Tengo muchísima prisa... se me ha hecho muy tarde. El grupo japonés estará a punto de llegar a la fábrica.

(Se levanta, se acerca a Sonia y la besa en los labios).

¿Estás bien? Pareces preocupada...
SONIA:
No, no me pasa nada... bueno, me siento un poco cansada. Hace un día horroroso. Está nublado y ha empezado a llover. Estos días me deprimen...
FERNANDO:
A partir de ahora yo me encargaré de que todos los días sean luminosos para ti. Tú hazme caso y déjate llevar.

(Sonia sonríe levemente. Vuelven a besarse).

Te llamaré cuando termine la reunión, y si te apetece comemos juntos.
SONIA:
De acuerdo. Llámame.
FERNANDO:
Hasta luego.
SONIA:
Adiós...

(Fernando abandona la cocina y Sonia le sigue con la mirada triste. La lluvia sigue tamborileando sobre los cristales de la ventana).

Secuencia 21. [Int/Día]
Hall - Casa de Sonia.

(En primer plano repiquetea el teléfono. Una mano entra en campo y lo coge. La cámara sigue el movimiento y descubre una Sonia radiante y elegantemente vestida, más atractiva y sexi que nunca).

SONIA:
¿Sí...? ¡Hola, Aurea, cariño! Sí, claro... seis de Septiembre... una fecha inolvidable. Fernando y yo decidimos vivir juntos. Ha sido una de las mejores cosas que he hecho en la vida... claro, vamos a celebrarlo por todo lo alto.

(En ese momento suena el timbre de la puerta).

Sí... voy a la fábrica a buscarle... sí, una comida íntima...

(El timbre repiquetea insistente, levantando mil ecos por todo el hall).

Aurea, perdóname pero están llamando a la puerta... no sé quién demonios será, no espero a nadie. Luego te llamo. Adiós, preciosa.

(Sonia abre la puerta y en el dintel se recortan las siluetas de dos hombres perfectamente trajeados).

FUNCIONARIO 1:
Buenos días. ¿Es usted la señora Lucas?
SONIA:
(Trémula).
Sí... sí, soy yo...

FUNCIONARIO 1:
Señora Lucas, hace mucho tiempo que investigamos en el ministerio para regularizar su situación.
SONIA:
¿Mi situación? ¿Qué situación?
FUNCIONARIO 2:
Señora, tenemos el placer de comunicarla que una misión de las Naciones Unidas ha encontrado y rescatado a su marido de un campo de prisioneros en Beirut.
SONIA:
(Muy alterada).
No... no... no puede ser... recibí el informe sobre su ejecución... ustedes le dieron por muerto... ¡Ustedes!
FUNCIONARIO 1:
Fue un error burocrático. Lo sentimos.
FUNCIONARIO 2:
Señora Lucas, afortunadamente su marido está vivo. ¿Quiere acompañarnos al aeropuerto?

(Completamente anodada, Sonia sigue a los dos funcionarios. La puerta se cierra tras ellos).

Secuencia 22. [Ext/Día]
Aeropuerto militar.

(En la pantalla aparecen las grandes instalaciones de un aeropuerto militar).

Secuencia 23. [Int/Día]
Sala de recepción - Aeropuerto militar.

(Nerviosa, desencajada, estrujándose las manos, Sonia espera en la sala de recepción del aeropuerto. Los dos funcionarios la flanquean con expresión grave. De repente, el rostro de la mujer se crispa. Mira emocionada hacia la puerta de desembarco del personal. Entonces aparece Patric. Una oficial médico empuja su silla de ruedas. Dos militares caminan a ambos lados del ex - prisionero. Después de muchos y duros años, marido y mujer se encuentran. A Sonia se le saltan las lágrimas. Patric, envejecido por las huellas de su largo cautiverio, mira a su mujer como si de una aparición imposible se tratara [En corto, plano y contraplano].
Se escucha en Off el pensamiento de Sonia).

SONIA (Off):
¡Dios mío, cómo ha envejecido! Casi no le reconozco... sólo sus ojos... sólo sus ojos no han cambiado.

(Sonia grita emocionada mientras corre al encuentro de su pasado, de su amor, de su felicidad).

SONIA:
¡Patric! ¡Patric!

(Sonia abraza con toda su alma a Patric. Llora de amor y alegría. También de dolor. La cámara se aleja y sobre este movimiento surge el rodillo final).
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Fantasmas del pasado
Posted:Aug 15, 2016 10:44 pm
Last Updated:May 25, 2024 1:7 am
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Salí de la oficina corriendo. Raúl me esperaba dentro de su coche, aparcado. Tenía prisa, todavía teníamos que ir a nuestra casa para ducharme y cambiarme de ropa.
Esa noche, la cita con un tal Mario, le tenía ansioso.

Al entrar en el restaurante donde habían quedado para cenar, Raúl me cogió de la mano, presentándome a Mario, que nos esperaba sentado ante una mesa reservada. Era un hombre delgado, con aspecto frágil, moreno, agradablemente dulce.

Tuve que parecerle muy cría, por su forma de hacerme preguntas. Si bien era cierto que 10 años de diferencia, a esas edades, se notaban. Yo tenía mucho por vivir y descubrir.
El ya tenía un largo recorrido vivido, sobre todo el del sufrimiento.

Raúl y Mario, pese a acabarse de conocer, se llevaban muy bien en el plano profesional. Los dos se complementabas para desarrollar proyectos y, de alguna manera, sentía la necesidad de Raúl de comenzar a estrechar los lazos de amistad entre nosotros.

Quedamos en ir juntos a pasar un fin de semana en la playa. Allí conocí a Luna, su mujer, y a Maggi, su hijita; sintiendo de inmediato una gran frialdad por parte de Luna .
Ella sabía que Raúl y yo `éramos pareja desde hacía poco tiempo, y que él se había separado de su mujer a poco de conocernos, así es que mi primera impresión sobre ella,
no coincidía en absoluto con la que me había hecho sobre Mario. Pensé qué, al haber tenido que adaptarse a un nuevo país y a una nueva forma de vida, como refugiados políticos, le había robado a ella, todo rastro de felicidad.

Raúl y yo estrenábamos nuestro amor. A los dos juntos nada malo podía pasarnos, éramos eternos, como el amor que sentíamos el uno por el otro. Nos apetecía compartir nuestra dicha con esa nueva persona qué, para nosotros y a medida que pasaban los meses, se iba convirtiendo en alguien muy importante, de modo que, todos los fines de semana, tomábamos rumbo hacia Chuspa. Un pueblecito costero difícilmente accesible, que nos regalaba maravillosos momentos de paz, en los que mi amor se desnudaba, ofreciéndole a mi amado todo lo poco o mucho que entónces sabía, sobre las locuras y los placeres.

De todo eso, Mario, nuestro amigo del alma, fue testigo.

Llamaron al intercomunicador. Una voz de joven me respondió. ¡ Soy Mario!.

Abrí, pensando se trataba de un amigo de mi hijo, y esperé en la puerta la llegada del ascensor . Un chico moreno, con rasgos que me recordaban los de alguien conocido, pero al que no podía identificar, me miró intensamente, sonriendo y dejando ver unos dientes preciosos.

Me dí cuenta de que no debía ser uno de los amigos de mi hijo. Le devolví la sonrisa...

- Soy Mario, dijo, hijo de Mario y de Luna.

Me quedé muda. Mis brazos hablaron por sí solos. Nos abrazamos fuertemente, sin ni siquiera decirle mi nombre, él había sabido perfectamente quien era yo, pese a que tenía solo muy pocos meses cuando nos vimos por última vez. ¡ Hace 25 años!.

La sorpresa, para mí, había sido inmensa. Mario estaba en Barcelona para unos meses, estudiando un curso en la Universidad. Nos dijo si podía quedarse a pasar unos días con nosotros, cosa que Raúl y yo aceptamos muy felices.

En el momento de su llamada, Raúl y yo nos preparábamos para viajar hacia Alicante, donde nos esperaban unos amigos para comer juntos. Fuimos los tres.

Durante el viaje y después, en la comida, Mario se mostró muy cariñoso, y nos sorprendió con su capacidad de saber hablar sobre cualquier tema. Se le veía un ser feliz, culto y educado.

Me cogía por los hombros para la foto recuerdo. Sentía un cariño qué, difícilmente podía entender, no habiendo tenido más contacto, en esos 25 años, que las típicas cartas por Navidad.

Durante todo el viaje de regreso hablamos de sus padres, en la época que nos conocimos, antes de que él naciese. Sentí que su curiosidad y ansia de saber, pedía respuestas hasta por el más mínimo detalle.

Tenía la imagen de su padre, muerto a poco de él nacer, vista a través de los ojos de su madre. Le faltaban esos elementos que yo intuía, debían ser los del hombre fuera del contexto familiar, el hombre amigo, el padre, con sus debilidades, angustias, sueños y fantasías.

Pudimos darle respuesta a muchas de las preguntas que nos formulaba. No a todas, porque, aunque sabíamos las respuestas, no era apropiado ni necesario hablar del mal entendimiento qué, en aquella época, había existido entre sus padres. Eran cosas muy personales que su padre se había llevado hasta su tumba y qué, en nosotros, también estaban enterradas.

- ¿ Tienes fotos de aquella época?.

No teníamos ninguna, las perdimos en uno de nuestros viajes por el mundo. de regreso a Europa, y en el que desapareció parte de nuestro equipaje.

Me quedé mirandole dormido sobre el sofá. Mis recuerdos se centraron en sus manos, calcadas de las manos de nuestro amigo Mario, delicadas, finas, bonitas, que me gustaba observar cuando se quedaba dormido en la playa, o en la cama del hospital, días antes de morir. Aquellas manos inolvidables qué, en esos últimos días, antes de dejarnos, acariciaron con ternura mi vientre en el que portaba el hijo de Raúl , y del cual él deseaba ser padrino.

Yo había cogido entonces sus manos entre las mías, besándole la frente, mientras que sus ojos me miraban con una mezcla de ternura y agradecimiento.

- ¿ Que tal has dormido?.

- ¡ Muy bien!.

- Tienes el desayuno sobre la mesa.

Se quedó mirándome en silencio, pensativo, para decirme, al cabo de un momento :”- creo que mi padre debió estar enamorado de ti.”

Me dejó cortada, sin saber qué decir, aquello nunca me lo hubiera esperado.

- Tu padre jamás me demostró otra cosa que no fuera cariño de amigo y, ten por seguro qué, de haber sido como tú sospechas, también te lo hubiese dicho. No considero vergonzoso enamorarse . Pero, ¿ tengo curiosidad por saber cuales pueden haber sido las razones que te hacen llegar a esta conclusión?.

- Porque desde pequeño, y a través de las conversaciones con mi madre, he creído sentir que algo así habría podido suceder..., pero cambiemos de tema porque ahora lo que deseo decirte es que te quiero, que os quiero mucho.

Era curioso su comportamiento hacia mi y que no era igual con respecto a Raúl, pero en verdad, es muy frecuente en latinoamérica que el varón sea muy atento con las mujeres. Entre hombres competitivos.

Raúl le invitó a dar un paseo, mientras yo me ocupaba de la casa.
- ¿ Por qué no dejas la casa y vienes con nosotros?
. Me gustó que quisiera tenerme también a su lado. Me sentía feliz paseando entre dos hombres que me mimaban. No me cansaré nunca de hacer lo que sea, a cambio de que me quieran.

- Te voy a pedir que me regales unas fotos, para ponerlas en mi habitación.

Le dejé elegir las que más le gustasen.

- Me cuesta pensar que voy a tener que seguir mirándote a través de estas fotos.

Su mirada era tan desesperada como la de un mendigo. Me cogió la cara entre sus manos, diciéndome
– Quiero verte cada vez que te necesite

Me besó la mejilla. Yo estaba tan desconcertada que solo pude contestarle:

- No te preocupes, siempre que necesites mi ayuda me tendrás a tu lado.

Aquella situación me había dejado muy preocupada. ¿ Qué quería de mí?, ¿ Qué sentía por mí?. Ahora tenía la certeza de que, este hombre tenía hácia mí mucho más que cariño, y me dio rabia, porque aquello me obligaría a tomar medidas que le harían odiarme.

Pese a todo, fueron tres días felices, en los qué, de forma espontánea y natural, conseguimos que el sueño se hiciera realidad.

Después de su partida, nos llamaba con frecuencia, se quejaba de que no le llamabamos. Tendré que hacerlo, aunque detesto las relaciones por teléfono.
Un sabado llamó. Tenía la voz apagada, fiebre alta, se sentía muy mal. Me pidió de ir a su lado, necesitaba mi ayuda.

Miré a Raúl, pidiendole su opinión. Esto significaba tener que estar sin él dos o tres días. Me dijo de no pensarlo. – No se podía dejar a ese chico enfermo y solo.

El taxi me dejó frente a su casa.

-¿ Mario?

-¡ Sí, sube!.

Estaba con mi pequeña maleta, deseando aparcarla en un sitio seguro. En cuanto nos vimos nos abrazamos. Le ardía la cara y le obligué a acostarse, sentándome en el sofá, frente a él. Sus ojos negros tenían un brillo especial, sería la fiebre.

-¿ Por qué no te acercas?, ¡ estás siempre tan lejos!.

Me senté en el borde de su cama, al tiempo que me quitaba los zapatos.

-¿ Ya ves que nó!, hace 7 horas que me llamaste y aquí estoy...

-¡ Preciosa mía!

-¿ Qué quiere mi niño?

-¡ Te quiero a ti!

- Pues me parece muy bien, porque me gusta que me quieran y, si eres tú, más todavía.

-¿ No estarías mejor tumbada a mi lado?.

- Me parece una idea genial, porque estoy cansada de estar tantas horas sentada en el tren.

Me quedé pensativa mirando al techo, en aquel momento sentí un escalofrío al venirme a la mente lo que me dijo de su padre, y él pareció leerme el pensamiento.

- Quiero que sepas una cosa, mi padre tuvo que estar enamorado de ti, aunque nunca te lo dijese, porque me parece imposible conocerte y no enamorarse.

Me pasó los dedos por los labios, le ardía la mano. Me quedé quieta, cerrando los ojos,
no podía ni quería mirarle. Al retirar sus dedos de mi boca, le contesté:
- Creo que estás muy equivocado.

-¿ Con respecto a mi padre?. ¡ Tal vez.

Se incorporó sobre mí, dandome un beso que duró una eternidad. Quedó pegado a mi boca.

- Me vas a obligar a que te deje solo, así como estás.

- ¿ Como puedes pensar en dejarme, Preciosa mía, si ves que me muero por ti?.

No puedo explicar por qué pudo más él con su deseo, que yo con mis limites, pero la fiebre y el deseo nos tenían empapados de sudor. Me dí la vuelta y se abrazó a mí cogiendome el pecho sin parar de besarme el cuello. Me fui quitando la ropa hasta quedar desnuda, dentro de la cama, hecha un nudo con su cuerpo, me dejé envolver hasta el pensamiento, quedándo desposeída de todo que no fuera él. Le devolví sus besos y caricias como si nuestras vidas dependieran de aquel momento. Nunca sabré por qué el sexo hace que seamos más autenticos que nunca y, despues, volvamos a ponernos nuestras mascaras.

Cuando todo se hizo silencio, le dije:
- Esto es solo un momento de placer...

- Para mí nó María!.

- Quiero que lo tengas muy claro, hace muchos años que amo a Raúl. Tú eres un regalo envenenado, del que procuraré guardar como un recuerdo el haber sido amada y deseada por ti, pero, que esto quede como un dulce recuerdo y qué, a partir de ahora, aprendas a quererme como una verdadera amiga.

No me contestó de inmediato, se quedó mirando hacia la ventana hasta que rompió de nuevo su silencio
- María, el tiempo que te quedes conmigo, aquí, sigue siendo mi amada. Cuando te vayas haré lo que pueda, aunque nunca podré olvidar esto.

- No se si serás lo suficientemente maduro para saberme mirar con otros ojos, cuando me vaya.

- Cuando te vayas veré si puedo o no, ahora sé que no quiero, ni puedo pasarme de ti. ¿ No ves que me muero de tanto que te amo?.

Tenía que darle algo para la fiebre, estaba delirando.

- ¡ No te vayas!, ¡ No me dejes!.

Por la mañana despertó nervioso, buscandome...

- ¡ María,! ¿ Como es posible que me haya dormido contigo, a mi lado?.

- Parece que no tienes fiebre. ¿ Ves como te has curado?

- ¡ No quiero curarme!, ¡ estoy demasiado feliz contigo a mi lado!.

Volvimos a buscarnos entre besos y carícias... Despues de un largo rato...

- Ahora te vas a tomar algo para recuperar fuerzas. ¿ Que hay en esta casa para comer
- y beber?.
- Para beber hay en la cocina leche o té. Para comer... te tengo a ti. Bueno, en serio, para comer hay varias comidas congeladas, se ponen en el microondas.

Me vestí con un jean y un sueter, para ir a buscar pan, a la vuelta de la esquina. Cuando regresé me llamaba desde el cuarto de baño. Me pidió le lavase la espalda, era bastante descarado enseñando su cuerpo.

- María, metete conmigo, quiero lavarte a besos...

Sentí que cualquier excusa era una invitación a probarlo todo. Esos momentos llenos de locuras, ternura y pasión me tenían enganchada. Le amé, le cuidé, pero no pude curarle las ganas de morirse de amor por mí. Tal vez, esos días, yo también de alguna manera moría en sus brazos.

En el tren, de regreso, perdida la mirada, hacía sueños a los que quisiera dar un sentido nuevo.

Raúl, como siempre, me espera en la estación. Esa es mi realidad.

A poco de llegar a nuestra casa suena el teléfono. Era él.

- María, ¿ por qué no me has llamado?.

- No te preocupes. Estoy con Raúl, en casa.

- ¡ Y yo estoy sin ti y te quiero!.

- Portate como me has prometido... y dile a tu amiga que te atienda un poco hasta que te recuperes del todo.

- No quiero a nadie que no seas tú en mi casa.

- Bueno, ¡ cuidate!. Te quiero... ¡ Ah!, un abrazo, de parte de Raúl.

- Te llamo mañana.

Eran las diez y media de la mañana y nos despertó el teléfono. Raúl dormía a mi lado.

- ¡ No me digas que estás todavía en la cama!

- ¡ Hola Mario!, ¿ Como te sientes?.

- Me siento terriblemente mal, ¡ necesito estar contigo!.

- Me parece estupendo que te cuide tu amiga...

- ¿ Está Raúl contigo?. ¡ Pasamelo!.

- Buenos días Raúl, te llamaba porque me siento muy debil, necesito cambiarme las ideas y recuperarme un poco. ¿ No tienes inconveniente en que vaya a pasar unos días con vosotros?.

- Por mí, cuando tú quieras, con quien tienes que contar es con María que cuidará de ti.

- Este chico no puede pasarse de ti, Cariño. Lo comprendo...yo tampoco, pero si le mimas demasiado serás una niñera para rato.

- Me preocupa el que esté tanto tiempo sin asistir a clase. Voy a tener que ponerme firme, de lo contrario se me va a poner pesado!.

Me temía verle aparecer. En esos días con él no tendría que haberle correspondido. Era una pesadilla que empezaba a quitarme el sueño.

Llegó con cara de hambre. No supe que actitud adoptar al verle frente a mi tan desvalido. Creo que puse cara preocupada, en verdad que lo estaba.

Me adelanté hacia él para besarle en la mejilla y así marcar las normas.

- María, ¡ dame un beso de verdad! ¡ lo necesito!.

- Creo que te has equivocado de persona, no pasa nada... Te vas a recuperar, pero
tienes que ayudarme porque, de no ser así, no volveremos a vernos.

- ¿ Acaso es un crimen el quererte como te quiero?

- ¡ No!, pero es a Raúl a quien yo más quiero en este mundo.

No hubo más problemas durante el resto del día. Alguna mirada suya, de la que solo yo pude darme cuenta.

Al día siguiente Raúl salió para su trabajo. Nos quedamos solos en la casa.

Mario ocupó el cuarto de baño al poco de levantarse, mientras, María se ocupaba de la casa. Ningúno de ellos oyó la puerta de entrada cuando Raúl entró a buscar unos papeles.

Mario, desde la ducha, llamó a María y Raúl se acercó a ver que necesitaba, llamó a la puerta del baño pero, con el ruido del agua, Mario pensó que era María.

- María, ¿ quieres lavarme la espalda?.

Raúl se quedó mudo, pero recuperándo su sangre fría, contestó:
- ¿ No crees que ya eres mayorcito para que te tengan que lavar la espalda?. ¿ Desde
- cuando María te tiene que lavar la espalda?
-
- ¡ Perdon! ¡ no quería decir eso!, solamente tenía dificultad para secarme.

Cuando, al cabo de un rato, entró María, les encontró callados, con las caras muy tensas.

- ¿ Pasa algo?

- Pasa... que Mario nos deja hoy. Quiere llegar de inmediato a Barcelona.

- ¿ Así de repente?

- Tengo que irme. Estoy mucho mejor... Os lo agradezco.

Esa misma tarde su cara quedó pegada a la ventana del tren, mirándome fijamente a través del cristal.

También sus ojos negros han quedado en un rincón de mi alma.
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El precio del alma
Posted:Aug 15, 2016 11:31 am
Last Updated:Apr 13, 2021 4:47 pm
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Nota previa: he decidido pasarme veinte pueblos, dejaros un relato largo, el boceto de un guion cinematografico, su título, El Precio del Alma, espero guste a quienes sea caoaces de leerlo entero, Gracuas.

EL PRECIO DEL ALMA.

Esta aventura se desarrolla en una ciudad cargada de historia y magia: Toledo. Época: la actual, pero con una ventana abierta al pasado y al misterio.

Secuencia 1. [Ext/Día]
Terraza - Cafetería - Toledo.

(Lucía permanece sentada sola, en una mesa al aire libre. El día es espléndido. La muchacha escribe ensimismada en un cuaderno con tapas de piel roja. De vez en cuando bebe un trago de su vaso de Coca - Cola. En otra mesa, un hombre joven y atlético la observa sin perder detalle. Ella permanece ajena a ese interés. Por fin, la chica llama al camarero para abonar su cuenta. El hombre la observa sin mover un músculo. Lucía saca del bolso una abultada cartera, extrae un billete y se lo entrega al empleado de la cafetería. El hermoso rostro de la muchacha expresa una tremenda tristeza. El observador se muestra cada vez más intrigado. [Plano y contraplano].
De pie, cerca de la terraza, hay un tercero en discordia. Es un joven mal encarado que viste una camiseta de un grupo heavy. Amusga los pequeños ojos y los fija en el bolso de la muchacha. [Plano detalle del bolso].
Regresa el camarero y devuelve el cambio a Lucía. Ésta se pone de pie y se aleja de la terraza. Entonces, el sujeto corre hacia ella y le arrebata el bolso. El joven atlético lo ve y, velozmente sale en persecución del ladrón. Doblan la esquina y desaparecen.

Secuencia 2. [Ext/Día]
Calleja cercana a la cafetería.

(El joven atlético persigue al ágil ladrón hasta que éste se siente acosado, tira el bolso y desaparece en una estrecha calleja que se pierde cerca de la iglesia de San Justo. El hombre recoge el bolso de la desconocida y reemprende el camino hacia la cafetería).

Secuencia 3. [Ext/Día]
Terraza - Cafetería.

(El joven regresa a la terraza para devolver el bolso a su dueña. Habla con el camarero).

BRUNO:
Oiga... busco a la señorita que estaba sentada en esa mesa.
CAMARERO:
(Mirando a la mesa con un gesto de extrañeza).
No he visto a nadie en esa mesa en toda la mañana.
BRUNO:
Pero yo la he visto... y usted también. Vi cómo la cobraba la consumición. Un chorizo la ha robado el bolso y vengo a devolvérselo...
CAMARERO:
Lo siento, amigo, pero yo no he visto nada.
BRUNO:
(Sin entender nada).
Pero es que tengo que devolverla el bolso...
CAMARERO:
Oiga, si ha visto todo eso que dice vaya a la policía y cuénteselo a ellos, pero a mí no me haga perder el tiempo.

(El camarero se da la vuelta si se marcha sin más a atender otras mesas. Bruno queda completamente desorientado. Con el bolso entre las manos, se aleja de la terraza).

Secuencia 4. [Ext/Noche]
Cielo.

(Cubierta en parte por grisáceos nubarrones surge la luna llena).

Secuencia 5. [Int/Noche]
Sala de trabajo - Casa alquilada de Bruno.

(Bruno se encuentra en una pequeña sala, en la que, sin duda, trabaja. Pueden verse libros, legajos, un ordenador, archivadores, etc. El joven vuelca sobre la mesa el contenido del bolso de la desconocida. Encuentra una tarjeta con un número de teléfono, y varios documentos a nombre de Lucía Lerma Ribera. Permanece unos segundos pensativo, hasta que se decide y coge el móvil. Marca el número de Lucía).

BRUNO:
¿Hola? Sí, por favor... quisiera hablar con Lucía Lerma.
VOZ FEMENINA (Off):
Lucía no está... ha salido de la ciudad... lo siento.

(Al otro lado de la línea, cuelga el teléfono. Bruno no puede evitar cierta perplejidad al observar la tajante reacción de la desconocida. Enciende un cigarrillo pensativo y pasea la mirada, observando la estancia. La decoración es sobria, y con el aspecto de algo provisional. Por fin, Bruno detiene su recorrido en la libreta de tapas rojas. La abre y, casi instintivamente, comienza a leer).

BRUNO:
He oído las campanas de San Miguel... él volverá y me mancillará de nuevo... mi sufrimiento sólo terminará con mi muerte... vivo en el pecado y a nadie puedo confiar mi pena, pero por mi pobre madre, por mis hermanos y las gentes que me aman, por todos ellos, debo llevar este secreto de vergüenza y dolor hasta la tumba.

(Bruno deja de leer y su rostro expresa hasta qué punto el texto le ha impresionado. Da una profunda calada a su cigarrillo y luego exhala el humo, que se deshace en redondas volutas. Retoma el escrito, casi con temor).

LUCIA (Off):
Iñigo ha emprendido su largo viaje a Oriente. Él desconoce la oscuridad en la que vivo y muero, pero su dulce presencia me confortaba... desgraciadamente, la terrible situación en que vivo no me permite aceptar su cortejo. Estoy sola y soy muy desdichada.

(Bruno observa detalladamente el diario escrito con letra menuda y anticuada. [Plano detalle].
Exclama en Off).

BRUNO (Off):
Qué extraño... ninguna fecha... nada...

(Como sacudido por un sentimiento de repentino pudor, Bruno cierra el diario. Permanece un rato pensativo. Luego se aproxima a la ventana y mira hacia la calle. Como un halo fantasmagórico, le envuelve el humo de su cigarrillo. Del exterior le llegan los ladridos de un perro).

Secuencia 6. [Ext/Día]
Librería de libros antiguos - Toledo.

(En la pantalla aparece la fachada de una vieja librería. El aspecto es tan antiguo que resulta anacrónico. Un gato negro cruza como une exhalación la acristalada puerta).

Secuencia 7. [Int/Día]
Librería de libros antiguos - Toledo.

(Bruno habla con el librero, u personaje asténico de rostro enjuto, cejas pobladas y nariz aguileña. El librero tiene aspecto de hebreo y sus diminutos ojos brillan en una chispa de inteligente ironía. El hombre, de unos sesenta y cinco años, sostiene entre sus amarillentos labios una colilla apagada).

SAMUEL:
¿Cómo va esa tesis, señor Valera?
BRUNO:
(Algo distraído).
Despacio, pero bien. Trabajo ahora en la leyenda de los subterráneos de Hércules y Tubal, la torre encantada y las cien cerraduras. Próximamente investigaré la presencia de los templarios en la torre de San Miguel.

(De debajo del viejo mostrador de madera de roble, el estrambótico librero extrae un paquete que entrega a Bruno).

SAMUEL:
Ediciones del siglo XVII de "El árbol de las Hespérides" de Roso de Luna y "La clavícula de Salomón". Me los han enviado de Praga y están en latín. Espero que te sean útiles.
BRUNO:
Gracias, Samuel. En cuanto los haya consultado se los devolveré.


(Samuel mira con ojos perspicaces a través de sus antiparas a Bruno).

SAMUEL:
Perdona la indiscreción, Bruno, pero aparte de la tesis, ¿qué más te preocupa?
BRUNO:
Nada más... sólo la tesis. El trabajo me está resultando más complicado de lo que esperaba.

(Bruno coge el paquete con los libros y se despide).

Gracias por su ayuda, Samuel. Hasta pronto.
SAMUEL:
Adiós, Bruno.

(Bruno abre la puerta, haciendo sonar la estridente campanilla. Luego sale definitivamente. Samuel, que le sigue con la mirada, murmura).

Mal de amores, amigo. Tú estás enamorado. Y esa tesis si que es jodida.

(Tras las susurradas palabras, el librero se sumerge en un crucigrama).

Secuencia 8. [Ext/Día]
Terraza - Cafetería - Toledo.

(Bruno regresa a la terraza y descubre emocionado a Lucía. La ve en el mismo lugar que la viera la última vez, y con el rostro expresando la misma tristeza. [Plano corto de Bruno y subjetivo de Lucía].
El muchacho, que lleva el bolso entre las manos, se acerca a Lucía. La saluda, y ésta la mira con expresión triste y a la par fascinada).

BRUNO:
Buenos días, señorita... la traigo su bolso... conseguí recuperarlo. Llevo varios días buscándola. Quería devolvérselo en persona, pero he estado a punto de llevarlo a la policía.
LUCIA:
(Mirando turbadoramente al joven).
Gracias... gracias por su interés. He tenido que ausentarme unos días por problemas familiares. El bolso lo daba ya por perdido... pero siéntese, por favor...

(Bruno, sin poder evitar cierta timidez y deslumbrado por la impresionante belleza de Lucía, se sienta. Luego la entrega el bolso).

Me llamo Lucía Lerma...
BRUNO:
Yo Bruno Valera.
LUCIA:
No eres de aquí, ¿verdad?
BRUNO:
No... vengo de Madrid.

(Un hombre, sesentón, observa a la pareja. Se trata de un personaje realmente pintoresco. Viste un estrafalario traje de colores que recuerdan a un bufón y lleva una serie de artilugios pegados al cuerpo que le revelan como hombre orquesta. Puede tocar la harmónica, la flauta, el bombo, los platillos, etc. Se cubre la calva con una especie de gorro napoleónico. El hombre orquesta interpreta no sin pericia una extraña pieza y luego se dirige a la pareja).

HOMBRE ORQUESTA:
(Con mirada inquietante).
Tortolitos... ¿tenéis un óbolo para éste humilde artista?

(Bruno saca una moneda de dos euros y se la entrega al peculiar vagabundo).

Que Isis, Osiris y Anubis te lo paguen, joven. Y enhorabuena por tener una novia tan bonita.

(Lucía y Bruno intercambian una rápida y significativa mirada. El hombre orquesta les saluda quitándose el gorro napoleónico y se aleja. Entonces, Bruno se dirige a Lucía. Nota que ella no está tomando nada).

BRUNO:
Qué tipo tan pintoresco... es la primera vez que le veo.
LUCIA:
Será también forastero...
BRUNO:
Te invito a tomar algo.

(Bruno mira a su alrededor buscando al camarero. La terraza aparece total y sorprendentemente vacía).

Voy a buscar al camarero...

(Lucía le detiene cogiéndole el brazo).

LUCIA:
No... me gustaría dar un paseo... ¿me acompañas? Todo es tan hermoso...
BRUNO:
(Sonriendo).
Naturalmente... será un placer.

(La pareja se pone en pie y se aleja de la solitaria terraza. Aparece entonces un enorme perro negro que parece observarle con ojos humanos. El rostro inquietante del animal pasa a un primerísimo primer plano).

Secuencia 9. [Ext/Día]
Puerta del Cambrón.

(Lucía y Bruno atraviesan la puerta del Cambrón. Pasean y hablan como si se conocieran de toda la vida).

BRUNO:
Preparo una tesis para la universidad sobre "Lo mágico en España"... y en pocos lugares he encontrado tanto material como aquí. Cada piedra, cada edificio es pura leyenda. La Peña del Moro... la Iglesia de San Justo... la Torre de Santiago del Arrabal... la Conseja del Ruderisco... la Mezquita del Cristo de la Luz...
LUCIA:
(Interrumpiendo enigmática).
No olvides que cada leyenda tiene un principio real. Hay un lugar que te va a sorprender.
BRUNO:
(Excitado).
¡Llévame!

(Lucía se detiene y mira fijamente al joven. Sus ojos, subyugantes pero melancólicos, se clavan en él).

LUCIA:
Aún es pronto. Te queda mucho por aprender. Cuando llegue el momento, iremos.

(Siguen caminando y dejan atrás la Puerta del Cambrón).

Secuencias 10, 11 y 12.
Lugares típicos y esotéricos de Toledo.

(Charlando animadamente, Bruno y Lucía pasan por el Puente de Alcántara, la Plaza de San Miguel, San Martín de Montalbán, etc. [Los planos y los recorridos pueden ser algunos más].
En ningún momento se escucha lo que hablan).

Secuencia 13. [Ext/Atardecer]
Cielo.

(El Sol se oculta en el horizonte como una bola roja. Muere la luz y el misterio comienza a apoderarse de Toledo).

Secuencia 14. [Ext/Noche]
Calle tenebrosa de Toledo.

(Es noche cerrada cuando Lucía y Bruno desembocan en un lugar cercano a la mezquita del Cristo de la Luz. Ella se detiene).

LUCIA:
Bruno... no puedes acompañarme más. Estamos cerca de donde yo vivo y es muy tarde. Mi padre es muy severo... no quiero que me vea llegar contigo.

(Ambos se miran con fijeza. [En corto, plano y contraplano].
Sobre el rostro de Bruno se escucha en Off su voz, leyendo el diario de Lucía).

BRUNO (Off):
Iñigo ha emprendido su largo viaje a Oriente. Él desconoce la oscuridad en la que vivo... y muero. Pero su dulce presencia me reconfortaba...

(Bruno reacciona).

BRUNO:
De acuerdo, Lucía. Aquí nos despedimos. ¿Volveré a verte?
LUCIA:
Claro... tengo tu teléfono. Te llamaré.

(Una profunda emoción invade a ambos. Se miran con gran intensidad. [Primerísimos planos de los ojos de ambos].
Por fin, Lucía besa en los labios a Bruno y, sin añadir nada, se aleja. El joven la ve partir y, tras vacilar un rato, se aleja. La cámara busca el resplandor de la luna en cuarto creciente).

Secuencia 15. [Ext/Noche]
Calleja próxima a la Sinagoga del Tránsito.

(Bruno avanza por una calleja que posee todas las características de un tránsito medieval. Una extraña neblina repta pegada a las piedras del pavimento. Llega ante una hornacina con una primitiva Virgen dentro. Una lámpara ilumina la imagen. Bruno se detiene y lee las letras góticas que campean sobre la imagen de al lado de la piedra).

BRUNO:
Atención...
Jesús y qué mal haría el que en esta casa entrare y, por descuido, dejare de decir Ave María y quien también ya oída palabra tan celestial no respondiera puntual sin pecado concebida...

(Bruno mira la puerta ojival herméticamente cerrada de la misteriosa casona y, tras presignarse, instintivamente sigue su camino).

Secuencia 16. [Ext/Noche]
Calle del Cristo de la Parra.

(El joven historiador desemboca en la calle del Cristo de la Parra. Unos pasos por delante de él, camina un caballero del siglo XVII. Viste capa roja y chambergo. La espada le prende de un costado. De la esquina, surgen tres embozados que, tizonas en ristre, atacan al caballero. Se produce un duelo espectacular y los aceros entrechocan con pericia y agilidad. Todo parece un ballet de muerte. El duelo es largo y espectacular. El caballero, notable esgrimidor, mantiene a raya a los tres espadachines. Por fin atraviesa el pecho a uno de ellos, que se desploma abatido. Hiere a otro, pero no puede con el tercero, que le propina una estocada certera. Herido de muerte, el caballero se apoya tambaleándose sobre el muro de la casa. Sangra profusamente. Vuelve el rostro hacia el asombrado Bruno. La luz de un viejo farol le da de lleno en la cara y el historiador descubre absolutamente obnubilado que el rostro del espadachín es completamente clavado al suyo. Un golpe de niebla oculta por completo la estrecha calle).

Secuencia 17. [Int/Día]
Sala de trabajo - Casa alquilada de Bruno.

(En la sala hay un camaranchón sobre el que Bruno duerme vestido. La luz del día, ya avanzado, le ilumina. El joven despierta y, tras unos segundos tratando de ubicarse, se sienta en la cama, se lleva las manos a la cabeza y se escucha su voz en Off).

BRUNO:
¡Madre mía! ¡Qué pesadilla! ...parecía tan real... en esta ciudad podría creerse uno cualquier cosa.

(Bruno se pone en pie y comienza a prepararse el desayuno en una pequeña cocina auxiliar. Café, tostadas y mermelada).

Secuencia 18. [Ext/Día]
Terraza - Cafetería - Toledo.

(Bruno ha vuelto a sentarse en la terraza de la cafetería. Una vez más, parece extrañamente vacía. El joven escribe algo en un grueso cuaderno. De repente se escuchan unos ruidosos golpes que alguien propina a un bombo. Bruno se vuelve y descubre al hombre orquesta, que se aproxima atizándole a un enorme tambor. Al estrambótico personaje le sigue un grupo de ruidosos chiquillos. El personaje, que hoy viste un recargado uniforme de General del siglo XIX, se aproxima al historiador).

HOMBRE ORQUESTA:
Buenos días, amigo. ¿No le acompaña hoy su hermosa novia?
BRUNO:
(Hermético).
No.
HOMBRE ORQUESTA:
Ah! Las mujeres... criaturas maravillosas pero inconstantes.

(Mira a Bruno fijamente).

Tiene mala cara... ¿ha dormido mal?
BRUNO:
(Entregándole un billete de 20€).
Tome y lárguese.

(El hombre orquesta, al ver el billete, desorbita los ojos y exclama).

HOMBRE ORQUESTA:
¡Veinte euros! Es usted muy generoso, pero es demasiado.

(Se saca una moneda de un euro del bolsillo).

Cójala, por favor. Diecinueve euros es más que suficiente.

(Con gesto de fastidio y esperando que le deje en paz, Bruno coge la moneda. El hombre orquesta baja la voz).

Escuche, amigo... el viejo Leonardo puede hacer que esa belleza sea suya para siempre... fabrico filtros de amor infalibles...

(Burlón).

Harán que esté con usted hasta que la Huesa se les lleve para siempre...
BRUNO:
(Impaciente).
Leonardo, sus desvelos me conmueven, pero, por favor... estoy trabajando...
HOMBRE ORQUESTA:
Capto su sutil indirecta y no le molesto más. Hasta pronto, amigo.
BRUNO:
(Con alivio).
Adiós...

(El hombre orquesta se aleja tocando su enorme bombo casi con furia).

Secuencia 19. [Int/Atardecer].
Sala de trabajo - Casa alquilada de Bruno.

(En primerísimo plano repiquetea el móvil. Una mano lo coge. La cámara abre).

BRUNO:
Diga... ¡sí, Lucía!

(Excitado)

Estaba esperando tu llamada...

(En la pantalla de un pequeño televisor aparece un científico que habla sobre el espectacular descubrimiento del mapa genético humano).

¿Esta noche? Claro, te espero... vale, no tardes.

(Cruza las manos y mira entusiasmado hacia el cielo. Instintivamente, introduce la mano en el bolsillo del pantalón y extrae las llaves del apartamento, unos billetes y unas monedas. Su indiferencia trasmuta en interés al distinguir entre las monedas el brillo de un doblón de oro. [Plano subjetivo].
Lo observa y le da vueltas).

BRUNO (Off):
El hombre orquesta... en lugar de una moneda de un euro me ha dado un doblón de oro... no entiendo nada. ¡Nada!

(El rostro desorientado del joven pasa a un primer plano).

Secuencia 20. [Ext/Noche]
Cielo.

Secuencia 21. [Int/Noche]
Sala de trabajo – Casa alquilada de Bruno.

(En primerísimo plano resplandecen unas velas. A través de ellas aparecen los cuerpos desnudos de Bruno y Lucía haciendo el amor. Se oyen sus gemidos de placer).

Secuencia 22. [Int/Amanecer]
Sala de trabajo - Casa alquilada de Bruno.

(Ha amanecido. Suena el canto del gallo. Bruno despierta, y con el rostro pegado a la almohada tantea el lecho. Descubre que Lucía se ha ido. Se yergue sorprendido).

Secuencia 23. [Int/Día]
Librería de libros antiguos - Toledo.

(En primer término, un gato disecado cuyos ojos de cristal parecen tener vida propia. La cámara abre y descubre al librero hablando con Bruno. Le entrega un viejo libraco de gruesas tapas).

SAMUEL:
He encontrado el libro del que te hablé: "Vidas Mágicas y Leyendas del Viejo Toledo"... escrito por Froilan Espronceda... es un ejemplar único, editado en 1865. Creo que te será muy útil.

(Bruno deja el libro sobre el mostrador, enciende un cigarrillo, y clava su mirada sobre las enigmáticas antiguallas del librero).

BRUNO:
Samuel... me están ocurriendo cosas muy extrañas... tengo pesadillas tan reales que no sé si estoy soñando... me dan doblones en lugar de monedas de un euro, y cuando llega la noche veo personas con trajes de otras épocas... cree que estoy loco, ¿no?

(Samuel chupetea su amarillenta colilla y clava sus pequeños ojos de rata sabia en el historiador).

SAMUEL:
Tú no bebes, ¿verdad? No tomas drogas ni fumas cosas raras.
BRUNO:
No... no he pasado del café cargado y alguna centramina de vez en cuando...

(El librero se inclina sobre el mostrador).

SAMUEL:
Podría ser... podría ser que hubieras entrado en otra dimensión... en esta ciudad hay ventanas. Por lo que me cuentas, sólo fenómenos pasajeros, pero ten cuidado. No confíes en nadie.

(El gato montés disecado parece ir a saltar de un momento a otro. Bruno hace un gesto ambiguo).

BRUNO:
...no lo haré. Hasta pronto.

(Bruno recoge el viejo libraco).

SAMUEL:
Léelo con atención... descubrirás cosas interesantes...
BRUNO:
De acuerdo. Adiós.
SAMUEL:
Adiós, amigo.

(La puerta y su campanilla resuenan cuando Bruno abandona el decrépito local. El librero rezonga).

...mal de amores, amiguito. Tú tienes mal de amores.

(El hombrecillo amusga los ojos y sonríe diabólicamente. La escena adquiere un aire irreal).

Secuencia 24. [Ext/Día]
Puente de Alcántara.

(Bruno y Lucía atraviesan el Puente de Alcántara).

BRUNO:
Nunca amaneces a mi lado. Cuando me despierto ya te has ido. ¿Por qué tanta prisa? ¿Sabes?, algún día me gustaría desayunar contigo.
LUCIA:
Debo estar en mi dormitorio cuando mi padre despierta, ya te lo he dicho. Es muy severo. Y cuando me voy duermes tan profundamente que me da pena despertarte.

(Bruno sabe que las piezas no encajan. Caminan en silencio durante unos segundos. Por fin el joven habla).

BRUNO:
¿Vendrás esta noche?

(Lucía se detiene y mira fijamente a Bruno).

LUCIA:
No. Esta noche vendrás tú a mi casa. Mi padre está de viaje y mi familia desea conocerte.
BRUNO:
(Sorprendido).
¿Qué?
LUCIA:
Pasaremos una velada estupenda... ya lo verás.

(La pareja se aleja y sus voces se debilitan).

Llegar a mi casa es fácil. La otra noche estuvimos cerca. Has de pasar la calle de las animas...

(Se pierden en el interior de la ciudad y sus voces se desvanecen).


Secuencia 25. [Ext/Noche]
Caserón de los Lerma.

(La fachada del enorme caserón de los Lerma se yergue fantasmagóricamente en la noche. Un farol de armadura ilumina el escudo familiar, que campea sobre el portón).

Secuencia 26. [Int/Noche]
Salón Comedor - Caserón de los Lerma.

(La luz temblorosa de una vela deslumbra el fotograma. Resuena un clavicordio. La cámara abre [Travelling] y descubre una extraña escena, que parece extraída de un grabado antiguo. Se está celebrando una cena y todos los personajes visten como a finales del siglo XVII. Resulta totalmente anacrónico descubrir entre los comensales a Bruno, llevando ropa moderna. Lucía luce un escotado traje de época. En la larga mesa se sientan la madre, dos hermanas, un hermano y dos invitados: uno, el arzobispo de Toledo, y otro, un ilustrado hombre de letras de rostro muy parecido al de Quevedo. Bruno permanece junto a Lucía y trata como buenamente puede de adaptarse a la estrambótica situación. Varios retratos campean sobre las paredes: uno, el retrato del dueño de la casa Don Jerónimo de Lerma. Es un personaje de unos cincuenta años, barbudo, aguileño, y de fría mirada. Entre los demás destaca la famosa mujer barbuda, una auténtica rareza del arte pictórico. Unos candelabros de plata iluminan fantasmagóricamente la estancia. Criados uniformados atienden a los invitados y un músico ameniza la noche con su clavicordio. La madre de Lucía, una mujer todavía bella y de exuberante busto, se dirige a Bruno).

MADRE DE LUCIA:
¿Qué os parece Toledo, joven? ¿Habéis encontrado lo que buscabais?
BRUNO:
Sí... sí señora. Creo que en dos semanas habré terminado mi trabajo.

(Bruno mira de vez en cuando al arzobispo, que come y bebe como un cerdo. Resuena su voz en Off).

BRUNO (Off):
El arzobispo tiene la misma cara que el hombre orquesta...

(El arzobispo, que no para de mascar, mira a Bruno y le guiña un ojo. Lucía, cariñosa, aprieta la mano a Bruno bajo el mantel. El muchacho navega como puede en aquel ambiente imposible, extraño y espectral. Lucía mira a Bruno muy dulce y le habla en voz baja).

LUCIA:
Les gustas a mi madre y a mis hermanas. Todo irá muy bien, ya lo verás. Te quiero.
BRUNO:
Yo te adoro.
LUCIA:
Iñigo, gracias a ti estoy encontrando la felicidad... una felicidad que nunca pensé encontrar...

(El asombro se plasma en la cara de Bruno. Lucía le aprieta la mano con fuerza).

Secuencia 27. [Ext/Amanecer]
Torre de Santo Tomé.

(La torre de Santo Tomé se recorta en el cielo rojo del amanecer).

Secuencia 28. [Int/Día]
Sala de trabajo - Casa alquilada de Bruno.

(Bruno despierta. La luz del día penetra a través del ventanal. Todavía atontado, se sienta sobre el lecho).

BRUNO (Off):
¡Dios! Otra maldita pesadilla. No sé qué me está pasando. Ya no distingo el sueño de la realidad.

(Bruno, pálido, con expresión de enorme cansancio, se pone en pie y permanece quieto en el centro de la estancia como si no supiera qué hacer. Por fin, con decisión repentina, coge el viejo libro que le diera Samuel y lo hojea buscando alguna revelación. Se detiene ante un capítulo cuyas hojas aparecen en mal estado. Lee).

BRUNO:
Ésta es la triste historia de una muchacha deshonrada por su propio padre: aquel hombre malvado y poderoso, penetraba por las noches en el dormitorio de su hija más bella y la sometía a los más terribles ultrajes. Tres veces quedó preñada la muchacha y tres veces la hizo abortar una bruja partera. La muchacha era cortejada por un galán que podría haber marcado el fin de su desdicha, pero su padre le mandó asesinar por tres felones a sueldo. Más tarde la muchacha quitóse la vida. Narra la leyenda que su padre había hecho un pacto con Satán...

(Con mano nerviosa, Bruno hojea el deteriorado libro. Faltan hojas y las letras están borrosas. No encuentra nada más. No hay nombres, no hay fechas. Ansioso, hojea una y otra vez y súbitamente sus ojos se dilatan al descubrir el retrato de un joven. El viejo grabado viene a primerísimo primer plano y muestra un rostro... el de él.

Secuencia 29. [Ext/Día]
Terraza - Cafetería - Toledo.

(Demacrado y con expresión de tener la mente casi en blanco, Bruno se sienta en la solitaria terraza. De repente, y sin saberse por dónde, llega el hombre orquesta, que se sienta ante él. Ésta vez el personaje viste un elegante traje de finales del siglo XIX. Transporta una voluminosa cartera).

HOMBRE ORQUESTA:
Buenos días, joven. Perdonad que os distraiga unos segundos, pero creo que mi oferta será de su interés...

(Bruno mira al estrambótico personaje con aire ausente).

Os ofrezco un contrato realmente ventajoso...

BRUNO:
¿Un contrato?
HOMBRE ORQUESTA:
Veréis... es muy sencillo. Usted ama a Lucía... la quiere para siempre... yo sólo vengo a ofreceros su fidelidad y amor eterno... si firmáis este contrato. Disfrutaréis de ella sin límites hasta que fallezca. Entonces... sólo entonces, yo me quedaré con su alma.

(El hombre extrae un papel mecanografiado y le ofrece una pluma estilográfica tipo notario).

Leed con detalle la letra pequeña. Deseo que todo quede claro... mi empresa es muy seria.

(Bruno reacciona y monta repentinamente en cólera).

BRUNO:
¿Qué tomadura de pelo es ésta? ¡Basta ya de bromas! ¡No tiene ni puñetera gracia!
HOMBRE ORQUESTA:
Esto es un negocio, amigo. Lucía es género de primera...
BRUNO:
¡Vete! ¡Vete, cabrón o te parto la cara! ¡Lárgate!

(El hombre orquesta guarda el documento en la cartera y se pone en pie).


HOMBRE ORQUESTA:
Volveremos a vernos. Tal vez cambiéis de opinión.
BRUNO:
Lárgate.

(El hombre orquesta recoge su cartera y se aleja. Bruno se lleva las manos a la cabeza. Parece a punto de estallar).

Secuencia 30. [Ext/Noche]
Cielo.

(La luna llena brilla en el oscuro cielo).

Secuencia 31. [Int/Noche]
Pasillo flanqueado por puertas de dormitorios - Caserón de los Lerma.

(Bruno avanza por un tétrico pasillo. Se alumbra con un viejo farol que emite un amarillento resplandor. Su propia sombra, agigantada, se proyecta sobre los gruesos muros. Varias puertas cerradas flanquean la fantasmagórica galería. El joven llama casi con voz queda a su amada).

BRUNO:
Lucía... Lucía, respóndeme...

(Pasa ante una de las herméticas puertas y hasta él llegan unos gemidos de placer. Vacila por unos segundos, pero finalmente la abre. La jamba se desplaza con un gemido lastimero. La escena que contempla en el interior es digna del más exacerbado Hyerónimus Bosch. [Plano subjetivo].
El gesto de Bruno es de absoluta y casi demencial crispación).

Secuencia 32. [Int/Noche]
Dormitorio de Laura – Caserón de los Lerma.

Sobre el lecho del dosel, el diabólico hombre orquesta posee a Lucía. Lo hace por detrás, en posición perruna, y la muchacha gime de placer a cada empellón que le propina el demonio. Humea un pebetero y por doquier brillan velas y cirios. Grandes cortinas rojas cubren las paredes. Lucía mira a Bruno y sonríe lúbrica. En ese momento, la puerta se cierra bruscamente).


Secuencia 33. [Int/Día]
Sala de trabajo - Casa alquilada de Bruno.

(Bruno duerme profundamente. En ese momento repiquetea estridente el móvil. El muchacho despierta y se lo lleva al oído.

BRUNO:
¿Sí? ¿Dígame? ¡Lucía! ¿Eres tú? Te he llamado un montón de veces pero nadie cogía el teléfono. ¿Has estado fuera? Ya... Comprendo... ¿Esta noche? Sí... aquí, claro... te espero ansioso. Te quiero. Hasta la noche, mi vida.

(El rostro casi en trance de Bruno pasa a un primer plano).

Secuencia 34. [Ext/Atardecer]
Toledo,

(Amanece sobre la hermosa Toledo. Se torna bermeja la Peña del Moro).

Secuencia 35. [Int/Noche]
Sala de trabajo – Casa alquilada de Bruno.

(Bruno y Lucía permanecen en el lecho. Se besan con intensidad para, finalmente, apartarse mirándose con infinito amor a los ojos. La luz de la luna recorta casi fantasmagóricamente sus cuerpos desnudos. Llegan lejanas desde alguna torre antigua las tres campanadas. Un perro emite un lastimoso aullido).

BRUNO:
Lucía... me han sucedido últimamente cosas tan extrañas que he llegado a pensar que mi razón desvariaba. muchas las preguntas que me hago y para las que no encuentro respuesta, pero al mirarte, al sentirte, creo que tu amor es lo más valioso. Va más allá de la vida y de la muerte.

(Lucía mira con rara intensidad a su amante).
LUCÍA:
Yo también te amo... es un sentimiento tan profundo y sincero que vivirá durante toda la eternidad.

(Los amantes vuelven a besarse completamente entregados).

Secuencia 36. [Ext/Amanecer]
Cielo.

(En el horizonte emerge el disco rojo y luminoso del Sol. Se escucha el canto de un gallo).

Secuencia 37. [Int/Amanecer]
Sala de trabajo – Casa alquilada de Bruno.

(Bruno permanece tendido junto a Lucía con los ojos cerrados, aparentemente dormido. Se escucha su voz en Off).

BRUNO (Off):
No puedo dormir... ella no tardará en marcharse... quiero saber qué hace, a dónde va. Me oculta algo y tengo que saber qué es. Tal vez hoy descubra sus secretos.

(Vuelve a cantar el gallo y, sigilosamente, Lucía sale del lecho. Se viste deprisa. Sin que ella se de cuenta, él la observa. Por fin la muchacha abandona el apartamento. Rápidamente, Bruno se pone una camisa y un pantalón y la sigue).

Secuencia 38. [Ext/Amanecer]
Calle de Toledo.

(Sin que ella se de cuenta y corriendo semioculto, Bruno sigue a Lucía, que camina con prisa. El Sol sigue ascendiendo. Lucía abandona la ciudad y comienza a recorrer un abrupto camino).

Secuencia 39. [Ext/Amanecer]
Fin del Sendero – Camposanto de Nuestra Señora del Sagrario.

(El sendero concluye ante la herrumbrosa puerta de hierro de un antiguo y ruinoso cementerio. Lucía abre la chirriosa puerta y penetra en el tétrico camposanto. Bruno la observa, oculto tras una peña. La muchacha desaparece en el interior de la vieja necrópolis. Decidido, Bruno la sigue).


Secuencia 40. [Ext/Amanecer]
Camposanto de Nuestra Señora del Sagrario.

(Bruno penetra en el lúgubre cementerio, que emerge invadido por una espesa niebla. Cruces, lápidas y panteones parecen humear fantasmagóricos. Bruno, confundido, camina hacia un lugar en el que parece que la niebla se ha despejado misteriosamente y hay una pétrea tumba. Se aproxima a ella, que pasa a primer plano, y en la lápida dice:

“LUCÍA LERMA RIBERA
1780 – 1805

QUE DIOS SE APIADE
DE TU ALMA"

Bruno lanza un gemido y cae de rodillas. Se escucha el agorero graznido de un cuervo).

Secuencia 41. [Ext/Día]
Tren.

(El tren, como los muertos, viaja deprisa).

Secuencia 42. [Int/Día]
Tren

(Bruno permanece con los ojos cerrados y la cabeza recostada sobre el respaldo del asiento. En ese momento una joven rubia, sofisticada y espectacularmente hermosa se sienta junto al historiador. Tras la breve parada, el tren reanuda su marcha. La nueva pasajera es Lucía, con diferente aspecto. Bruno sigue con los ojos cerrados, aparentemente dormido. Detrás del asiento, un hombre elegantemente trajeado lee el periódico. El viajero aparta el diario y aparece el rostro inquietante del hombre – orquesta, que sonríe diabólico).

Secuencia 43. [Ext/Día]
Tren.

(El tren prosigue su rápido avance. La imagen congela y, sobre ella, aparece el siguiente texto:



“HAY COSAS QUE NADIE PUEDE EXPLICAR
Y POR LAS QUE NADIE DEBE PREGUNTAR.
LOS MISTERIOS EXISTEN Y PARTE
DE NUESTRA VIDA Y DE NUESTRA MUERTE.”

Baudelaire.




Valencia, 4 de Junio de 2016.
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Una visita inesperada
Posted:Aug 14, 2016 10:56 pm
Last Updated:Jul 2, 2020 8:48 am
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Hace poco más de una hora que se marchó Fernando, tiempo que me había permitido tomar un relajante baño hasta que la fría temperatura del agua, me hizo salir de la bañera en forma apresurada. Terminaba apenas de secarme cuando ó el timbre de la puerta. No esperaba a nadie, y el hecho de que fuese el timbre de la puerta, en vez del intercomunicador, me hizo ir hacia ella mientras me cubría con una ligera bata de seda. Debía ser alguien que viviera en la casa, y tratarse de algo urgente ya que el sonido del timbre se volvía apremiante. Abrí la puerta y viendo a la persona que llamaba, debí quedarme con la boca abierta por el asombro.
Ante mi se encontraba un desconocido, alto, fuerte, de unos 50 años, cara muy seria y con rasgos como cortados a hachazos, propietario de un par de ojos azules, que me miraban con frialdad casi inhumana, como seguramente miraría un médico forense al cuerpo inanimado mientras practica una autopsia. Todo en su conjunto impresionaba, pero lo insólito, lo anacrónico, era la larga sotana negra que vestía.
Se presentó a si mismo, con una voz cortante. Soy el Padre Torquemada, dijo, y continuó, hermano de la esposa de Fernando, de modo que ya usted debe suponer por qué he venido, le agradecería me concediera unos minutos.
Sus palabras me dejaron helada, Fernando y yo éramos amantes desde hacía un par de meses y nunca me había hablado de que estuviera casado. También es verdad que nunca se lo había preguntado.
La situación era verdaderamente incómoda, más todavía hablando ante la puerta de mi departamento, así es que le invité a pasar hasta el salón y sentarse. Que desea tomar?, pregunté mientras me servía una copa de Cognac, presentía que la iba a necesitar. Lo mismo que usted me respondió, sin dejar de mirarme fijamente.
Le tendí su copa para dejarme caer literalmente, sobre el sillón y, en completo silencio, los dos nos observamos durante unos minutos. Después comenzó a hablar.
- Como le he dicho, soy cuñado de Fernando, su amante. Mi hermana nada sabe de esta visita, pero no voy a permitir que mi hermana sufra por su causa. Su relación tiene que terminar hoy mismo.
El tono de su voz era ofensivo, mas que sus palabras y su fría mirada. En un instante pasé de la sorpresa a la ira, y sin desearlo realmente, defendí a Fernando, como si ya estuviera al tanto de su estado civil.
Me di cuenta, de pronto, que mi bata apenas me cubría, y en un primer impulso quise levantarme y dejarle solo mientras me vestía. Algo me detuvo, sin embargo, y permanecí sentada, sin hacer ningún esfuerzo ni intento de cerrar la larga abertura de la bata que mostraba mis piernas ampliamente.
El Inquisidor se dio cuenta, y haciendo un gesto de desprecio las miró fijamente, sin dejar por ello de soltarme su manido discurso sobre mi inmoralidad y el daño que le hacía a su hermana.
Ya estaba harta de él, me volqué hacia la mesa de centro para coger un cigarrillo del paquete, y al hacerlo, los paños de la bata se abrieron aún más. Sus ojos me siguieron, vio perfectamente mis senos y por un momento interrumpió su discurso, para reanudarlo con críticas más acervas. Pude echarlo de mi casa, pero aquella fría mirada me puso furiosa, me propuse probar hasta donde era capaz de mantener su postura. A partir de ese momento entablamos una peligrosa partida, un desafío descarado y para ello, sentada frente a él, fui abriendo mis piernas lentamente, mostrándole al hacerlo, que estaba desnuda debajo de mi bata.
El tono de mis replicas también cambió, de agresiva pasé a ser insinuante, dulcifiqué mi voz, le sonreí por vez primera mientras con una de mis manos comencé a acariciar mi cuello. Sin dejar de mirarle sonriente, mi mano se introdujo bajo las solapas de la bata para acariciar mi pecho. Su cara se petrificó al momento, dejó de hablar y se hizo un silencio denso. Mis manos continuaron su andadura, la bata completamente abierta le mostraba mi cuerpo desnudo.
Se puso en pié bruscamente, parecía dispuesto a marcharse y no quería permitírselo. Me puse en pié, a mi vez y la bata se deslizó por mis hombros hasta caer al suelo. Desnuda y erguida permanecí ante él, sin que se atreviera a dar un solo paso hacia la puerta, sin que dejara de mirarme, aunque ya no era a los ojos a los que miraba.
Por mi parte, me daba cuenta de que aquel témpano de hielo, duro y peligroso, se estaba derritiendo por momentos. Avancé hacia él y apoyé mis manos en su pecho, le oí decir, -no lo haga. Por favor, no lo haga. Pero ya nada podía contenerme. Los botones de su sotana fueron cayendo por el suelo, les siguió la sotana, la camisa.
Desabroché su pantalón, y al hacerlo, mis manos tropezaron con su sexo que aprisioné entre ellas, era lo único en él que permanecía erguido, todo el resto se había derrumbado. Mirándole a los ojos me fui agachando hasta que mi cara quedó a la altura de su verga. Mi boca se apoderó de ella, y en ese punto, su cuerpo recobró el movimiento; inició un movimiento lento con su pelvis, la sentía más profundamente en mi garganta, creciendo, palpitando. Ninguno de los dos hizo el intento de separarnos cuando le llegó el orgasmo, no hubo ni una gota que se perdiese fuera.
Me puse en pié y tirando de su mano le llevé hasta mi cuarto, hasta hacerle caer sobre la cama, y solo entonces me dedique a mirarle. De rodillas sobre la cama, junto a él, inicié un lento recorrido por todo su cuerpo, con mis manos y mi boca. Me di cuenta de que ya era otro muy distinto del que llamó a mi puerta, este era un hombre, aquel un témpano de hielo, y mientras lo pensaba y por primera vez, me tomó entre sus brazos.
-ahora te toca a ti- dijo- y me sentó en el sofá mientras el se arrodillaba, abrió mis piernas y comenzó a besar mis muslos por su parte interior, subía y subía haciéndome desear su lengua en mi coño, pero cuando llegaba saltaba hacia el otro muslo y me dejaba con las ganas una y otra vez, hasta que en una de ellas puso toda su boca en mi coño y pude sentir por fin su lengua caliente sobre el. Sus labios chupaban, su lengua jugaba y yo me volvía loca de placer.
Mientras estimulaba mi clítoris sus dedos empezaron hurgar en la entrada y yo empujaba, y me frotaba ansiando sentirlos dentro de mi, primero uno, apenas la puntita y poco a poco fue metiéndolo entero, después el otro, yo ya estaba a punto de correrme así que cogía su cabeza y tiraba de su pelo intentando compaginar las embestidas al ritmo que necesitaba y así sentí crecer el orgasmo dentro de mi hasta que estallo violentamente con su deliciosa boca y sus dedos dentro de mi.

Me permitió un minuto de descanso mientras subía besando mi vientre, mis pechos y mi cuello suavemente hasta posar sus labios en mi boca. Sus caricias fueron despertando mis ganas de nuevo, ahora quería sentirle dentro de mi. Bajo su mano a mi entrepierna comprobando las condiciones y metiéndose entre ellas comenzó a tocarme mientras pasaba su puntita por los pliegues de mi vagina. Poco a poco metía la punta, se quedaba quieto y volvía a sacarla, repitió esto varias veces creándome una expectación apenas soportable con la idea de que en pocos instantes la tendría toda dentro de mi.
Cada vez entraba un poco mas y yo no podía resistir la tentación de empujarle hacia mi, quería tenerle dentro y cogerle el trasero, rodearlo con mis piernas para que no se pudiera escapar. Por fin me la metió entera y me cabalgaba mientras no dejaba de besarme, me encantaba ver su cara mientras sé movía buscando mi placer y el suyo
Nos giramos y quede encima suyo, no podía parar de moverme de frotarme contra el, sus manos agarraban mi cintura y acompasaban el ritmo, me deje echar un poco hacia atrás y pude volver a sentir como crecía dentro de mi esa sensación indescriptible de cuando sabes que va a suceder de nuevo, y sucedió....quede rendida tumbada sobre el por unos instantes. Pero enseguida recupere el aliento y estuve dispuesta a hacerle chillar tanto que los vecinos tuvieran bien claro que es lo que estaba pasando.
Le dije que se sentara y abrazada a el me movía mientras no dejaba de besarle cortando su aliento, mis piernas le rodeaban y apoyándome en los brazos me eche hacia atrás para que aparte de sentir pudiera disfrutar de la vista.
Su respiración se aceleraba con cada embestida y su ritmo también, cuando creí que era el momento le tumbe de nuevo y me puse en cuclillas moviéndome violentamente mientras acompasaba sus sacudidas, su cara se tenso, su músculos, su vientre todo su cuerpo, el sudor empapaba su frente y arqueándose empezó a correrse mientras sus suspiros subían de volumen, unos segundos y su cuerpo se relajo debajo de mi
No me moví durante unos minutos dejándola dentro, dejándole disfrutar de esos escasos minutos de semiinconsciencia, tumbada encima suyo y dejando que el sueño y el cansancio acudieran a mi cuerpo, me deslice a su lado y nos quedamos dormidos abrazados.
Al despertar, ya no estaba a mi lado, le busqué por el apartamento y no quedaban rastros de su presencia. Sabía que tampoco estaría en su Parroquia y, efectivamente, días después los periódicos comentaban la extraña desaparición de un cura, pero a esas alturas, había roto mi relación con Fernando.
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