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Lola duerme ... ¿Sola?
 
Las historias de Lola.
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¿Realidad o fantasía?
Posted:May 4, 2018 11:35 pm
Last Updated:Sep 19, 2018 1:13 am
3824 Views

Después de los siete mini relatos de Lola, muchos de vosotros me hacéis la misma pregunta: ¿ autobiográficos?
Me encanta que uséis vuestra imaginación no sólo para visualizar lo que os describo en las historias si no también en esta pregunta. Así que os la lanzo yo.
¿Pensáis que estos relatos realidad o fantasía?
Estaré expectante por recibir vuestras respuestas.
Gracias por seguir mi blog
Realidad.
Fantasía.
10 Comments , 43 votes
Algunas dudas.
Posted:Apr 16, 2018 10:42 am
Last Updated:Jul 29, 2018 8:12 am
3390 Views

Nunca me había fijado en lo atractivo que era el profesor de Mitología y ahora que me había dado cuenta no podía dejar de observarle. Desde mi asiento parecía alto aunque nunca había estado lo suficientemente cerca de él como para poder corroborarlo. Aquellas canas le daban cierto aire interesante. Llevaba unos vaqueros desgastados y una chaqueta americana, debajo de ella se vislumbraba una camiseta negra de algodón. No alcanzaba a ver sus zapatos aunque desde la grada me parecía que eran botas, o botines tal vez.

- ¿Qué estás pensando, Lolita? - preguntó Susana sacándome de mis pensamientos.
- ¡Nada! - contesté sobresaltada.
- Jajaja, no te lo crees ni tú. A mí no me engañas.
- ¿Te habías fijado alguna vez en este tipo? ¿No te resulta atractivo?
- ¡Ay dios, Lola! Jajajaja... ¿quieres nuevas aventuras, eh?

Y ambas nos echamos a reír.

Cada uno de los alumnos, al pasar por delante de él, se despedían y le sonreían. Él respondía con un “hasta luego” y les devolvía la sonrisa. Al ir acercándome pude comprobar que efectivamente se veía muy atractivo. Era alto aunque no tanto como Jorge, debería sacarme una cabeza y media. Tenía una barba incipiente que le daba aire de desaliñado pero su americana impoluta decía todo lo contrario. Tenía labios tímidamente carnosos que dejaban entrever una dentadura blanca y perfectamente alineada, aquello hacía que su sonrisa fuera perfecta. Empecé a notar mi timidez según me acercaba a la puerta pero de repente me salió el lado descarado y sin pensarlo dos veces le dije:
- Tal vez sería bueno tomar un café y que me explique alguna duda que tengo sobre la clase de hoy.

Aquello no se lo esperaba y me miró atónito.
- No suelo tomar café con mis alumnas.
- Bueno, tal vez es una norma que deba romper. Las excepciones hacen que la vida tenga más sabor – le dije con sonrisa coqueta.

No respondió. Sólo me observaba, al principio incrédulo pero después sonrió y mordió su labio inferior. Eso era una señal clara de que estaba dispuesto a jugar. Debía tener unos 45 años y empezaba a resultarme muy morboso y sexy que un hombre como él, seguramente casado, aceptara el juego con una alumna de 19 años como yo.
- Vamos, no se haga de rogar. Sabe que un café no hace mal a nadie. Será una exposición de dudas sobre la clase de hoy.
- ¿En la cafetería de la universidad? - preguntó después de tomarse unos segundos para pensarselo.

En realidad me apetecía exponerle mis dudas en un sitio más íntimo pero no era cuestión de parecer una desesperada.
- Me parece perfecto, Profesor Martín. ¿A qué hora?
- Los cafés suelen ser después de la comida, ¿no? - dijo sonriendo - ¿Qué tal te va a eso de las 4?
- Pues me va genial. A las 4 le veo en la cafetería. Hasta luego.
- Hasta luego....¿Lola?
- Exacto. Lola.

Sonreí y salí de la clase.

Susana me miraba con los ojos como platos.
- No me lo puedo creer. ¿Quieres ligarte al profe de Mitología?
- Jajajaja.... Tengo algunas dudas y quiero que me las resuelva – respondí guiñándole un ojo
- ¡Alucino! ¿Estás segura? Mira que es un profe de la uni.
- Ya sabes que soy impulsiva, Su, pero sí, me apetece ese café
- ¡Estás loca, tía!
- Así soy yo – contesté sonriendo.

Después de comer con Susana subí a mi habitación. Quería preparar esas supuestas dudas que me habían surgido en la clase.

A las cuatro en punto estaba en la puerta de la cafetería. El Profesor Martín ya estaba allí. Parecía algo nervioso, lo noté porque no paraba de mirar su reloj y después sus uñas.

- Hola de nuevo, Profesor Martín.
- Álex, puedes llamarme Álex – dijo sonriendo – Hola, Lola.

Y abriendo la puerta del local me invitó a pasar.

- Elige sitio, Lola. De momento hay muchas mesas vacías.
- Sí, aún es temprano. Vamos a esa del rincón - le contesté mordiéndome el labio.

Se mostró como un perfecto caballero y me apartó la silla para que me sentara. Todo eso era relativamente nuevo para mí, estaba acostumbrada a salir con chicos que para nada pensaban en la caballerosidad.

- Gracias, pero no era necesario.
- Sí, claro que es necesario. No hay que olvidar la formas y la educación es básica en la sociedad. Bueno, Lola, dime... ¿cuáles esas dudas que te han surgido?
- Vaya, así, de sopetón...¿no damos tiempo a pedir el café?
- Me gusta ser directo, como a ti, Lola. Porque no vas a decirme ahora que no lo eres, ¿verdad? Y me gusta que hayas sido así. Pero perfecto, pidamos ese café.

Se levantó de la mesa y fue hacia la barra. Aquellos vaqueros le marcaban el culo. Era una imagen bonita, pantalones ajustados marcando trasero bien puesto en su sitio.
Cuando el profesor volvió a la mesa me sorprendió mordiéndome el dedo índice mientras miraba su paquete absorta en pensamientos lascivos. Debió de darse cuenta porque sonrió. Rápidamente subí la mirada hasta su boca y entonces me puse nerviosa. Quité mi dedo de mi boca y sonreí.

- Me estoy dando cuenta de que no te he dicho cómo quería el café, Álex.
- Te lo he pedido con leche. Me ha dado la sensación de que te gusta así, una mezcla de sabor amargo con el neutro de la leche. ¿Te va bien?
- Perfecto. Y dos azucarillos, por favor. También me va el dulce – le contesté coqueteando claramente con él.

Puso los dos cafés sobre la mesa, volvió a la barra para coger un segundo sobre de azúcar y se sentó enfrente de mí. Me miraba fijamente, con una sonrisa a medio camino entre expectante y juguetona.

- Bueno, ¿vas a plantearme ya esas dudas? - me preguntó sin apartar sus ojos de mi mirada.
- Emmm.... sí, claro. A ver, con lo de la deidad, muerte y resurrección....esto, no tengo claro...
- Lola – dijo cortando mi titubeo – ¿seguro que tienes dudas? Nunca me lo ha parecido en lo que llevamos de trimestre. De hecho, tus trabajos de los mejores de la clase. ¿De verdad quieres hacerme creer que este es un encuentro puramente académico? Yo me inclino más por el morbo que se ve en tus pupilas, por los gestos de tu cuerpo que te delatan... y por las ganas que ambos tenemos de juntar nuestros labios... ¿me equivoco?
- Mmmm – sonreí mientras instintivamente me mordía el labio inferior – creo que no, que no te equivocas.... me das mucho morbo.
- ¿Desde cuándo?
- ¿Qué más da? Sólo sé que me pareces un tipo muy atractivo y apetecible. ¿Estás casado?
- No rompas el momento con preguntas innecesarias. ¿Importa si lo estoy? Lo que importa es que de repente hoy nos apetecemos y este no es un buen lugar para ese tipo de apetencias – dijo terminando de un sorbo su café. - Vámonos. Sé dónde ir.

El Profesor se levantó y yo hice lo mismo. Salimos de la cafetería sin hablar. Caminaba a su lado sin saber a dónde me llevaba. Entramos en el edificio sur del campus. Recorrimos un largo pasillo de baldosas blancas y se paró delante de una puerta cerrada. Había un cartel en la pared, al lado izquierdo de la puerta, “Departamento de Humanidades” ponía. Buscó las llaves en su bolsillo y abrió la puerta. Me dejó pasar primero. Había dos mesas de escritorio llenas de papeles y libros. Cada una tenía su flexo de color café, un monitor y un teclado. Detrás de ellas se encontraban unas sillas de ordenador con reposabrazos. Y pegadas a la pared había estanterías repletas de libros de distintos grosor. Dos alfombras feísimas soportaban el peso de cada una de las mesas.

Cerró la puerta con llave de nuevo, se volvió hacia mí, me cogió la cara con las dos manos y comenzó a besarme.

- Te deseo, Lola. Llevo sólo un par de horas deseándote pero te deseo de manera animal. Y te deseo aquí, ahora.
- Qué ímpetu, Profesor.
- Me pone mucho que me llames Profesor justo antes de follarte. Porque voy a follarte sobre la mesa de mi escritorio, lo sabes, ¿verdad, Lola?
- ¿A cuántas te has follado en ese escritorio?
- ¿Por quién me tomas? ¿No creerás que me voy follando a mis alumnas a diestro y siniestro?- dijo mientras me besaba el cuello.

Empezó a desabrochar los botones de mis vaqueros con cierta prisa. Me bajó los pantalones hasta las rodillas e hizo lo mismo con mi tanga, que empezaba a estar húmedo. Me cogió de la cintura y me puso sobre la superficie de su mesa. Me quitó las deportivas y los calcetines y comenzó a lamer mis pies. Después tiró de mis vaqueros y estos se deslizaron por mis piernas hasta caer al suelo. Se levantó mirándome fijamente, lleno de deseo. Cogió mis manos y las puso a la altura de mi cabeza y sacó mi camiseta con un movimiento limpio. Volvió a besar mi cuello mientras sus manos desabrochaban mi sujetador. Me quedé completamente desnuda, sentada en aquel escritorio, con las piernas abiertas y él entre medias de ellas. Deslicé su americana y al pasar por sus brazos pude comprobar lo formados que estaban. Me gustaban. Se percibían unos brazos fuertes, sexys. Su americana cayó al suelo cerca de mis vaqueros. Subí su camiseta de manga corta dejando entrever un vientre fibroso, con una linea delgada de vello oscuro bajando hasta su pubis. Él terminó de quitarse la camiseta y volvió a besarme. Aproveché para empezar a desabrochar sus pantalones y meter la mano en su paquete. Estaba dura. Acaricié la punta con mi dedo pulgar mientras la sujetaba con fuerza con el resto de la mano. Metí aún más la mano hasta llegar a sus huevos que empezaban a estar cargados. Él dejó de besar mi boca y bajó por mi pecho. Con una mano me estimulaba la teta derecha mientras que su lengua jugaba con el pezón de la izquierda. Lo rodeaba, lo succionaba, me chupaba la teta entera y aquello me hacía echar la cabeza hacia atrás y arquear la espalda. El profesor sabía cómo dar placer. Cambió de teta, se centró en la derecha haciendo exactamente los mismos movimientos con su lengua, húmeda y caliente. Con su otra mano estimulaba el pezón de la otra teta, apretándolo, poniéndolo más duro aún...
Siguió lamiendo mi cuerpo, mi vientre, mi ombligo.... Y separó un poco más mis piernas, mordisqueaba mi pubis mientras uno de sus dedos jugaba con mi clítoris. Después los sacó de allí pasó su lengua por mi raja. Entonces cogí su cabeza con ambas manos y me puse a juguetear con su pelo, lo enredaba, tiraba de él. Las ganas de tenerlo dentro iban en aumento así que empujé desde su nuca haciendo que su cara se hundiera entre mis jugos. Su lengua siguió recorriendo los labios de mi coño, haciendo que se mezclara su saliva con mi flujo, succionaba mi clítoris, mordisqueaba mi coño y yo enloquecía cada vez más. Se levantó y me bajó de la mesa. Me cogió de los hombros y me hizo agachar hasta la altura de su polla. Estaba erecta, dura, venosa y brillante. La agarraba con la mano derecha mientras con la izquierda me guiaba la cabeza hacia ella. Saqué mi lengua y él comenzó a mover su mano haciendo que su polla me diera toquecitos en ella.

- ¿Te gusta, Lola? - Su voz, llena de lujuria, salió a través de sus dientes apretados. Arrugaba su nariz mientras me hablaba - Cómeme la polla entera, hasta la garganta, Lola. Métetela toda en la boca. Oh,sí! Así, Lola.....

Yo engullía su polla hasta la base, una y otra vez, apretaba mis labios a su tronco, succionaba haciendo que mis mejillas se hundieran, jugueteaba con mi lengua dura recorriéndola entera y comenzaba a sentir su sabor. Comencé a dibujar círculos en su glande, la punta de mi lengua estaba dura. Con mi mano masajeaba sus huevos. Estaban llenos, cargados por el deseo que yo le provocaba y aquello hacía que me excitara mucho más.
Alcé mi mirada en busca de la suya y allí estaba, con sus ojos clavados en los míos, sus pupilas totalmente dilatadas captando cada fotograma de la imagen de mi boca comiéndole la polla.

- Oh dios, qué rico! Quiero follarte la boca

Y, mientras yo seguía en cuclillas, él comenzó a mover sus caderas embistiéndome la boca. Yo le sujeté del culo y seguía su ritmo, dentro y fuera, cada vez más rápido y frenético, haciendo que mi barbilla se topara de vez en cuando con sus huevos. De repente paró, sacó su polla de mi boca y se agachó a mi altura... Comenzó a besarme la boca mientras nos levantábamos lentamente. Cuando estuvimos de pie me dio la vuelta haciendo que mi vientre se chocara con el borde de su escritorio. Su boca empezó a pasear por mi cuello, dando pequeños mordiscos mientras mis manos se apoyaban en la mesa y mi culo buscaba su polla. Su miembro rozaba la parte baja de mi espalda y, a medida que él iba recorriendo mi piel con sus besos, se alejaba de tal manera que yo retrocedía más e iba en su búsqueda. Mi espalda quedó paralela al suelo, mi cabeza y mis pequeñas tetas sobre la mesa y su lengua saboreaba cada poro de mi piel hasta llegar a mis glúteos. Me dio una palmada en el culo, fuerte y sonora, y éste se tornó rosado allí donde fue depositada. Yo, instintivamente, abrí más las piernas y entonces volvió a sumergir su cara en mi coño pero esta vez desde atrás. Me daba lametones profundos, empapados en saliva, con la lengua ancha, receptiva a mis jugos. Metió su nariz entre mis glúteos y tocó con su punta mi ano mientras su lengua seguía con su juego lascivo en mi coño. Yo gemía cada vez más fuerte, comenzaba a resultarme bastante incontrolable el manejar mis jadeos. Entonces me sujetó por las caderas y se adentró en mi cavidad vaginal con su polla erecta.

- Álex, sin condón no, por favor.
- Tranquila, lo tengo puesto.

No sé en qué momento se lo puso, estaba tan absorta en mi placer que no me di cuenta de que se había enfundado un preservativo y, sinceramente, tampoco sabía si me decía la verdad. Quería creerle, pensar que de verdad me estaba follando con goma aunque no me paré a comprobarlo, estaba tan deseosa de sentir cómo me embestía que dejé de pensar en ello.
El profesor se movía lento, haciendo que sintiera cómo entraba dura hasta el final. Me sentía repleta de él. Me movía al ritmo que me marcaba. Levanté la cabeza de la mesa y entonces mis tetas quedaron colgando haciendo que los pezones rozaran la superficie lisa y suave del escritorio, bailaban con cada embestida y aquello me ponía mucho más caliente.
Álex agarraba con fuerza mis caderas y las traía hacia sí acelerando el ritmo de las penetraciones. Sus testículos chocaban cada vez más salvajes contra la parte baja de mis nalgas. Yo me sujetaba a la mesa, mordiendo mi labio, llena de placer, intentando que mis gemidos no traspasaran aquellas paredes. Giré mi cabeza y apenas pude ver la cara de mi profesor ruborizada por el esfuerzo, contraída por el placer. Apretaba los dientes y de vez en cuando dejaba escapar un “¡Oh, sí, Lola!” “¡Qué bueno!”, “Mmmm... ¿te gusta, Lola?”...

- No pare, profesor. Estoy a punto de correrme
- Córrete para mí, preciosa.
- Sí, no pares, no pares....
- Joder, Lola, eres deliciosa.
- Más fuerte, profesor. Más fuerte. Quiero sentirle dentro.
- Si sigues llamándome de usted mientras te follo me correré antes que tú.
- Me corro. ¡Oh sí! Mmmm.....Sí, sí, joder.......qué rico.
- Me falta poco, Lola....
- Córrase dentro de mí, Profesor Martín. Fólleme hasta correrse.
- Oooooohhhh.....sí, me corro, Lola. ¡Me corro!

Y tras dejarse ir se apoyó en mi espalda. Estaba sudoroso, agitado y respiraba profundamente.

- Joder, Lola...qué polvo!
- Sí, Álex. Ha sido un buen polvo.
- No creas que me follo a mis alumnas. Eres la primera – dijo mientras sacaba su polla de mi interior.
- ¿He de sentirme afortunada? - pregunté mientras me recogía el pelo como si me fuera a hacer una coleta.
- Jajajaja.... No. No lo digo por eso. Lo digo porque no quiero que pienses que mi “modus operandi” es ir seduciendo a jovencitas. Pero contigo ha sido imposible controlarlo. Apenas me dijiste lo del café esta mañana empecé a imaginarte desnuda, follándome, follándote...
- Mmmmm... ¿Y he cumplido tus expectativas? - Me puse de puntillas y le besé suavemente la boca.
- Sí, claro – Sonrió – Tal vez eres una Lolita de verdad.
- Tal vez – respondí con sonrisa pícara.

Comencé a buscar mi ropa y a vestirme después. Él hizo lo mismo.

- Imagino que no debo pedirte discreción con esto que acaba de suceder en el despacho, ¿no?
- ¿Por quién me toma, Profesor Martín? - sonreí – Lo que ha pasado en este despacho se queda en este despacho. No tengo interés en que nadie más sepa de este polvo.
- Bien, me alegro.
- Y yo también. Folla usted muy bien. - Junté mis dedos índice y corazón, los besé y los posé sobre sus labios mientras salía del despacho.
- Lola....
- Hasta mañana, Profesor.

Y me fui, caminando segura y sabiendo que el contoneo de mis caderas y el baile de mi culo estaba siendo objeto de su mirada.
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Sus dedos.
Posted:Apr 4, 2018 5:26 am
Last Updated:Oct 8, 2018 9:04 pm
3034 Views

Sentir a Jorge detrás de mí me excitaba mucho. Sujetaba mis caderas con sus manos grandes y suaves, y éstas bailaban al compás de mis pasos camino hacia el baño. Al cruzar el umbral de la puerta se pegó a mí y comenzó a besarme el cuello.

- Eres muy apetecible, Lola
- Mmmm... me gusta saberlo.
- Y tu cuello es tentador, me dan ganas de morderlo …
- Hazlo – dije sonriendo.

Y así lo hizo. Sus dientes arañaban mi piel de una manera sutil y placentera, hacía que mi vello se pusiera de punta y que mi cabeza se tornara dejando más espacio en mi cuello para ser mordido. Jorge cada vez estaba más pegado a mí,con su polla fláccida rozando mi espalda, su boca y sus dientes ocupados en mi cuello y sus manos buscando mis tetas. Mi culo quería su contacto y se apretaba contra sus piernas. Aquella situación hacía que mi boca se entreabiera y mi respiración fuera cada vez más honda, más profunda... el deseo empezaba a surgir.

- Aún no hemos llegado a la ducha, Jorge.
- ¿Tienes prisa, Lola? - dijo entre mordisco y mordisco
- No, pero si seguimos así no llegaremos a ella.
- Me gustas, me apeteces …. no quiero un plan....quiero morderte, besarte, olerte, disfrutarte... y me da igual si es en la ducha o en mitad del pasillo.
- Estoy pringosa, llena de tu semen...
- ¿Y no te gusta?
- Sí. Me gusta. Pero...
- Sin peros, Lola...déjate llevar...nos ducharemos. Te ducharé si hace falta. Pero ahora quiero tenerte aquí, así, de espaldas a mí, con mi polla que crece al tocarte. Con mis dientes en tu cuello.....y quiero sentir cómo te humedeces al notar lo caliente que me pones. Quiero tu jugo aquí – dijo mientras tocaba mi coño.

Él pasaba sus dedos por mi raja, que comenzaba a humedecerse de verdad, mientras mi cuerpo se pegaba al suyo en busca de su calor, de sus mordiscos, de sus caricias... Con la otra mano masajeaba mi teta izquierda. Mi pezón reaccionó inmediatamente. Se puso erecto y Jorge lo cogió con la punta de sus dedos. Lo apretó mientras su mano derecha seguía hurgando en mi raja. La sensación era tan placentera que no quería que terminara nunca, pero necesitaba su boca en la mía, su lengua en mi lengua....y, como acto reflejo, me giré de golpe. Me puse de puntillas, le agarré la cara con las dos manos y comencé a besarle, a morder su labio inferior, a jugar con mi lengua mientras buscaba la suya. Él no se esperaba ese giro pero me agarró del culo y me empujó contra él. Una de sus manos empezó a recorrer mi espalda desnuda hasta llegar a mi nuca, enredó mi pelo en ella y tiró de él haciendo que mi cabeza se inclinara hacia atrás dejando al descubierto la parte delantera de mi cuello.

- Te dije que quería morderte el cuello.

Y volvió a posar sus dientes en él. Yo no podía mover la cabeza, estaba a su merced, así que quité mis manos de su cara y busqué su polla. Estaba empezando a crecer, de manera discreta pero crecía como reacción a mi excitación.

Nunca antes nadie me había hecho sentir tanto deseo. Con Jorge todo era distinto. Incontrolable. El deseo llegaba sin previo aviso. Sin dar tiempo a reponerme de los orgasmos anteriores. Sólo pensarle hacía que mis piernas se juntaran para apretar mi clítoris palpitante pero el tenerle ahí delante, desnudo, pegado a mí, hacía que me volviera loca de deseo, que se me olvidaran mis propósitos si es que alguna vez los tuve...

Con mi cabeza inmovilizada y mi cuello avasallado por su boca me empujó hacia la ducha. Yo caminaba hacia atrás, con mi mano sujetando su polla, acariciándola, y con la otra mano sujetando su cintura. No quería separarme ni un centímetro de él, quería seguir con el contacto de su piel en la mía.
Aflojó la mano que sujetaba mi pelo y eso me dejó más libertad para volver a buscar su boca. Solté su miembro y su cintura y puse mis dos manos a cada lado de su cara. Volví a ponerme de puntillas y le besé. Fue un beso pasional, largo, ahondando en su boca, buscando con lujuria su lengua, mezclando las salivas y mientras, él, me sujetaba de la cintura.

Abrí las puertas de la mampara de la ducha. Aún tenían gotas de agua resbalando por los cristales producto de la ducha anterior. Vino a mi mente el momento en el que la alcachofa y yo nos fundimos en una sesión de placer húmedo y templado y me estremecí. Ahora sería real, sin alcachofas de por medio, sólo su polla y mi coño, su lengua y mis labios, sus dientes y mi cuello, sus manos y las mías recorriendo la piel del otro, buscando el placer, ahogando el deseo entre respiraciones profundas y agitadas....Nuestras bocas sonaban pasionales, buscando besos más hondos y largos, sin poder separarnos, cada vez más excitados, mi clítoris más hinchado, su pene más duro, mi vagina más húmeda....

Abrí el grifo del agua caliente y al girarme volvió a colocarse detrás de mí pero ahora su polla no estaba fláccida, ahora había crecido, estaba muy dura y se apoyaba en la parte baja de mi espalda. Sentirla así hacía que el deseo fuera en aumento. Esperé a que el agua se tornara templada mientras Jorge seguía recorriendo mi cuerpo con sus manos y mi cuello con su boca. Y sin separarnos entramos en la ducha.

El agua empezó a mojar mi espalda, a resbalar por mi culo y a salpicar a Jorge en su torso. Nuestras bocas seguían unidas por nuestras lenguas lujuriosas pero él se separó de la mía, mordió mi labio y sonrió con lascivia.

- Quiero sorber cada gota de agua que resbala por tu piel.

Mordí mi labio mientras una sonrisa se dibujaba en mi cara.

Su lengua empezó a recorrer mi hombro derecho, se paseó por mi clavícula mientras su mano acariciaba con delicadeza mi piel. Siguió bajando por mi pecho, jugueteó con mis pezones, deteniéndose en ellos el tiempo justo para hacerme gemir de placer. Aquella lengua me estaba volviendo loca. Era caliente y húmeda, y dependiendo de la parte de mi cuerpo que rozara se endurecía haciéndome vibrar de gusto. Reanudó su recorrido por el centro de mi vientre, rozó mi ombligo y llegó hasta mi pubis completamente depilado. Los labios de mi coño estaban húmedos, con el agua de la ducha cayendo a borbotones y allí se detuvo, bebiendo de aquel reguero de agua templada, bajando más hasta encontrarse con las puertas de mi vagina, totalmente húmeda por el deseo que me provocaba. Me separó aún más las piernas y, en cuclillas, comenzó a lamer mi coño. Introdujo el dedo corazón en mí y comenzó a girarlo a la vez que lo ahondaba, luego metió el índice también y siguió entrando y saliendo a la vez que me comía el clítoris y que lamía mi raja.... Llena de placer puse mis manos a cada lado de la pared, sujetándome, abriendo más las piernas y moviendo mis caderas adelante y atrás como si quisiera follarme sus dedos y su lengua. Mi cabeza se inclinaba hacia atrás cada vez más y eso hizo que mi pelo volviera a mojarse con el agua de la ducha. Aquella situación, tener a Jorge entre mis piernas, era tan excitante como placentera. ¡La cantidad de veces que me lo había imaginado así! Simulando su boca en mi coño con aquella alcachofa que ahora me empapaba mientras él me estaba haciendo la mejor comida de mi vida.
Su lengua seguía dibujando círculos en mi botón y sus dedos indice y corazón continuaban estimulando mi vagina pero decidió que no era suficiente así que, con su otra mano, se puso a acariciar mi culo y, poco a poco, fue llevando un dedo hasta mi ano. No me lo esperaba y abrí los ojos. Le miré y me encontré con su mirada, allí abajo, llena de lujuria. Se le dibujó una sonrisa en la cara sin dejar de comerme y siguió haciendo movimientos circulares en aquel orificio. Volví a cerrar los ojos y me dejé llevar. Era la primera vez que alguien me hacía aquello. Nunca antes nadie me había estimulado el ano. Y allí estaba él, con dos dedos en mi vagina y otro en mi culo, dándome el mayor placer que jamás había sentido. De repente noté cómo aquel dedo se iba adentrando en mi cavidad anal. Despacio, lento, suave....poco a poco. Jorge no paraba de follarme con sus dedos la vagina y de comerme el clítoris mientras yo sólo sentía su otro dedo en mi culo. Respiré y sin darme cuenta estaba sintiendo algo que era novedad para mí. No sabía si era dolor o no, pero me resultaba muy excitante y placentero. Él seguía moviendo aquel dedo al compás de su lengua, lentamente, suavemente, dentro y fuera....ahondando cada vez un poquito más. Sin saber cómo me vi moviendo mis caderas como una loca, en busca de mi placer, de manera egoísta, gimiendo y jadeando, repleta de gusto, poniendo mi culo en pompa, olvidándome de mi vagina y sus dedos allí dentro, de su lengua y mi clítoris. Sólo sentía el placer anal que me estaba dando aquel dedo. Grité. El orgasmo se apoderó de mí de tal manera que no pude ahogar aquel grito. Su boca seguía en mi coño, absorbiendo los jugos que emanaban de mi vagina, mezclándose con el agua. Sacó con delicadeza su dedo de mi culo y sonrió.
¡Oh dios! ¿Qué había pasado? Jadeante, convulsionando por los espasmos de placer que acababa de recibir me apoyé en la pared.

- ¡Joder!
- Intuyo que ha sido tu primera vez. Tenías el culito muy apretado. - dijo con una sonrisa burlona
- Sí – contesté aún jadeante – Intuyo que tú ya habías metido tu dedo en otros culitos.

Y besé su boca, que tenía mi sabor salado.

Jorge seguía duro, con la polla erecta me rozó el vientre y, de manera inconsciente, la agarré.
Empecé a mover mi mano arriba y abajo, haciéndole un paja mientras seguíamos besándonos. Pero yo también quería hacerle estallar así que me separé de su boca para empezar a bajar a su entrepierna.

- No sé si podré. He tenido dos orgasmos muy seguidos, Lola.
- Déjame comprobarlo – contesté con lascivia – Me gustas, me apeteces, no quiero un plan – Le dije juguetona.
- Oh dios! Eres increíble – y echó su cabeza hacia atrás.

Quería que tuviera un tercer orgasmo conmigo.

Me puse de rodillas frente a su polla y la paseé por mis mejillas, por mi barbilla. Saqué mi lengua y la toqué con la punta. Jugué con su glande. Mi mano seguía subiendo y bajando por su tronco. La lamí. Desde el principio hasta el fin, desde su glande hasta sus huevos. Me detuve en ellos mientras seguía masturbándole. Los succioné. Lentamente. Busqué su mirada y la encontré. Me miraba deseoso, viendo cómo jugaba con sus pelotas y disfrutaba con ello.

- Me pones mucho, Lola.

Sonreí.

Seguí con mi juego. Mi mano en su polla, mi boca en sus huevos. Volví a subir hasta su capullo con la boca y me lo tragué. Abrí todo lo que pude la boca y me metí su polla hasta el fondo, hasta la base. Me dio una arcada. La saqué lentamente y volví a metermela hasta el final. De nuevo otra arcada. Le miré. Me miraba con los ojos rebosantes de placer, con la boca entreabierta y la nariz arrugada. Otra vez saqué su polla de mi boca, despacio, apretando con mi lengua contra su tronco mientras mi mano jugaba con sus huevos. Le cogí la polla y seguí con mi mamada, subiendo y bajando, apretando y girando mi mano al compás de mi boca. Cada vez más rápido. Cada vez más fuerte. Me separaba y buscaba su mirada. Me encantaba ver cómo se retorcía de placer y que ese placer se lo daba yo.
Me sacó la polla de la boca y la cogió con su mano.

- Abre la boca, Lola.

Y la abrí, deseosa de su leche.

Su mano comenzó a moverse a un ritmo vertiginoso mientras mi boca esperaba abierta con la lengua fuera. Mi mirada estudiaba su expresión: frenética, lasciva, lujuriosa.
Tras unos minutos así, observándole, con mi boca abierta, su voz ronca me hizo cambiar la dirección de mi mirada.

- Me corro. Me corro. Ohhh, sí!

Y su leche salió disparada a mi boca, manchándome la cara, salpicándome en el ojo.
Con mi boca llena chupé su capullo y escupí parte de su leche en su polla otra vez. El resto me lo tragué mientras nuestros ojos se clavaban. Me cogió de la cara y me levantó. Empezó a besarme la boca aún jadeante. Relamió sus jugos en mis labios.

- Me pones. Me pones mucho, nena.
- Es recíproco, bombón.

Mordí mi labio y se dibujó esa sonrisa burlona.

- Creo que ahora sí nos merecemos esa ducha. Pero de verdad, eh?
- Cierto. Nos la hemos ganado – contestó a la par que me daba un cachete en el culo.

Cogió el gel del baño y empezó a enjabonarme la espalda.
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Sólo la piel
Posted:Mar 14, 2018 6:14 am
Last Updated:May 27, 2018 3:39 pm
3005 Views

Mi nariz se sumergió en su cuello, aspirando su olor. Me gustaba. Olía a una mezcla de fruta y sexo.
Mi mano acariciaba su pecho y jugaba con cada gota de sudor que de ahí emanaba. Jorge respiraba profundo, cansado.

- Esto es sólo sexo, Lola – dijo mirando al techo.
- Lo tengo claro, Jorge – respondí mientras me mordía el labio.
- No me gustaría que te quedaras colgada. No quiero compromisos. No estoy en ese momento.
- Perfecto, Jorge. No es mi intención. Me gusta follar contigo pero sé lo que hay. Espero que tú también lo sepas – le repliqué con una sonrisa burlona.

Sonrió y comenzó a besarme de nuevo.

- Lo sé, lo sé... - dijo mientras su lengua se adentraba en mi boca deseosa de él.

Los besos con Jorge eran apasionados. Me volvía loca cuando su lengua se enredaba con la mía, cuando recorría cada recoveco de mi boca, cuando mordisqueaba mis labios...
Mi entrepierna empezó a latir más fuerte. Moví mis caderas, acoplándome cada vez más a él. Seguía tumbada de lado cuando mi coño empezó a empujar contra su pierna buscando más placer.
Me incorporé un poco sin dejar de besarle y comencé a pasear mi mano izquierda por su torso marcado, por la aureola de su pezones y éstos reaccionaron poniéndose duros al notar mi tacto. Seguí bajando por su vientre, siguiendo la línea de su vello en dirección hacia su pubis, y me choqué con su polla que empezaba a crecer a pasos agigantados. Jorge permanecía inmóvil, dejándose hacer.
Miré su miembro, ya estaba erecto. Mordí mi labio a la par que sonreía.

- Me encanta esta capacidad de recuperación que tienes – dije. Y lo agarré con firmeza.

Resopló.

- Uff, ¿ya quieres más? - me preguntó mientras una sonrisa lasciva se dibujaba en su cara y la lujuria brotaba de sus ojos.

Sonreí. No dije nada.

Empecé a comerle la polla de nuevo. Me gustaba sentir cómo crecía en mi boca, cómo se endurecía tras cada movimiento de mi lengua. Y entonces sus caderas empezaron a moverse al compás de mi boca, haciendo que su polla entrara y saliera de ella. Yo empecé a acelerar el ritmo de la mamada. Quería sentirla entera. Abrí más la boca y se la comí hasta la base.
Un resoplido se escapó de su boca. Busqué su mirada y no la encontré. Jorge tenía los ojos cerrados, estaba concentrado en su placer. Arrugaba su nariz cuando yo subía y bajaba mi cabeza y mi mano tocaba sus huevos. Los lamí sin dejar de mirarlo y entonces nuestros ojos se encontraron. Él sonrió.

- Dios! Me encanta....

Seguí concentrada en sus pelotas. Absorbiéndolas, lamiéndolas mientras mi mano derecha masturbaba su polla. Empezó a segregar y eso hizo que el recorrido fuera más húmedo. Jorge empezó a jadear.

- Creo que deberías parar si no quieres que me corra aún. Me estás llevando al límite.
- ¿Y qué propones que haga entonces?
- Mmmmm, ven. Déjame que pruebe mi sabor en tu boca.

Y a cuatro patas, como si de una gata se tratase, subí al encuentro de sus labios. Me acomodé encima de su vientre mientras la punta de su capullo rozaba mi culo. Él me agarró por las nalgas, me las estrujó. Le sujeté a ambos lados de la cara y nos besamos lento, juntando nuestras lenguas, mezclando nuestra saliva, quemándonos poco a poco.
Sus manos subieron hasta mis tetas. Las masajeó suavemente, presionando mis pezones entre sus dedos. Grité. Aquello me excitaba demasiado. Mis caderas bailaban haciendo que mi coño se restregase contra su pubis y su polla chocara con mi culo en cada movimiento.
Empecé a notar cómo las ganas por sentirlo dentro crecían poco a poco.

- Quiero tu polla dentro. Ahora. - le susurré
- Ponme un condón.
- Quiero tu polla dentro sin condón. Sentirte completamente.
- Lola.....
- Shhhh.....
Y me fui acomodando encima de su polla. Nuestros líquidos hacían que su miembro estuviera tan lubricado que sin ningún esfuerzo se metió dentro de mí. Primero el capullo, despacio. Pero yo quería más. Lo quería todo. Empujé mi coño y me tragué su polla entera. Profundo. Y así, con su polla bien dentro, empecé a hacer círculos restregando mi clítoris en su pubis.

- Lola, me estás volviendo loco.
- Y a mí me encanta volverte loco, Jorge.

Empecé a cabalgar despacio. Arriba y abajo. Lento. Profundo....
Mi espalda se arqueaba mientras mi cabeza se echaba hacia atrás. Sentí mi pelo rozar mi espalda y mis ojos se cerraron para sólo sentir con la piel. Quise tocar mis tetas pero Jorge me paró.

- Pon tu mano en tu coño. Mastúrbate mientras me follas.

Sonreí. Me gustaba que fuera mandón en aquel momento en que las riendas del polvo las llevaba yo. Y empecé a masturbarme mientras le follaba. Sin darme cuenta el ritmo empezó a acelerarse. Comenzamos a jadear. Él me tocaba las tetas y jugaba con mis pezones mientras yo, erguida sobre él, sentía cómo un calor interno se apoderaba de mí.

- Para, tía, o me corro ya.

Me agaché y besé su boca mientras mis caderas se frenaron en seco. Salió de mí.

- Ponte a cuatro patas. Me encanta ver tu culo mientras te follo.

Me gustaba la idea. Follar a cuatro patas hacía que lo sintiera más profundo. Y así me puse. Ofreciéndole mi trasero. Él se agachó y empezó a lamerlo. Su lengua recorría de abajo a arriba toda la zona, desde mi raja hasta mi ano, cubriendo con saliva mis labios depilados, mordisqueando mis nalgas. Después se incorporó y empezó a penetrarme despacio y sólo paró cuando sus huevos tocaron mi piel. Las piernas se me abrían por inercia e invitaban a su polla a entrar hasta el fondo.
Empecé a moverme a su ritmo. Sintiendo cada embestida. Mi culo buscaba el contacto con sus piernas cuando él empujaba para clavarse dentro de mí. Dentro, fuera. Dentro, fuera....

- Jorge... qué rico!
- Oh, sí, nena!. Desde aquí eres un espectáculo.

Y siguió bombeando mientras sujetaba mis caderas.

Mi pecho cada vez se acercaba más a la cama mientras mis manos apretaban las sábanas al sentir cada embestida. Notaba que el orgasmo estaba próximo.
- No pares, por favor – le dije suplicante.
- Me falta poco, muy poco.
- No te corras dentro....
- No, tranquila – dijo entre jadeos.

Y seguimos con nuestros vaivenes, buscando el placer del clímax. Chocándonos el uno contra el otro. Cada vez más rápido. Más fuerte. Más salvaje. Y empecé a notar cómo el orgasmo se apoderaba de mí. Grité de placer mientras arrugaba las sábanas con las manos y mi culo se movía buscando sus embistes.
Él sacó su polla, empezó a masajearla unos segundos y su orgasmo llegó. Sentí su esperma caliente en la zona donde acaba mi espalda. Mientras, yo, seguía retorciéndome de placer con mi mano en mi coño sujetando los espasmos.

- Brutal, Lola, brutal - dijo a la vez que buscaba algo con lo que limpiarse.

Sonreí.

Con mi cabeza apoyada en la cama y mi culo en pompa esperé a que Jorge me diera papel pero en vez de eso él empezó a extender su semen por mi piel, masajeando mi culo, acariciando mi raja con la palma de su mano, calmando el palpito de mi clítoris.
Me tumbé, de lado, con las piernas juntas y las rodillas ligeramente flexionadas...Él se tumbó a mi lado, boca arriba, con su mano derecha acariciando su pecho. Me miró.

- Pues sí, Lola. A mí también me gusta follar contigo – dijo sonriendo.

Una pequeña carcajada salió de mi garganta al escucharle. Le besé.

- Creo que necesito otra ducha – le dije.
- Mmmmm... ¿Y necesitas ayuda con esa ducha?
- No me vendría mal que me frotaran la espalda.
- Soy experto en espaldas, Lolita. ¿Quieres comprobarlo? - me preguntó levantándose de la cama.
Me cogió de la mano y tiró de mí. Me levanté. Se colocó detrás y con sus manos en mis caderas me empujó hacia el baño.
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Brillos en la piel.
Posted:Mar 8, 2018 9:14 am
Last Updated:May 27, 2018 3:38 pm
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Aún tenía el pelo mojado cuando ó la puerta.
Mi corazón empezó a bombear al mismo ritmo que mi entrepierna. Instintivamente toqué mi pelo, como si intentara colocarlo. Los nervios empezaron a ser más evidentes. ¡Dios! ¿por qué inicié esto? No sabía muy bien qué tenía que hacer, se suponía que yo le había entrado aquella mañana con la seguridad que da la experiencia pero en aquel momento me sentía inexperta, casi asustada.
Como pude me recompuse. Tragué saliva. Respiré profundo y abrí la puerta.
¡Oh dios! Ahí estaba Jorge. Con su barba de tres días, con su boca apetecible, con aquellos ojos grandes observándome a la par que sus dientes superiores mordían su labio inferior de una manera tan sexy que bloqueaban mis palabras.
Sonreí. Con esa sonrisa de niña buena.
"¿Dónde te has dejado la lascivia, Lola?" pensé.
Con un gesto de mi mano le invité a pasar a mi habitación.
Sin dejar de mirarme a los ojos pasó, cerró la puerta tras de sí, me agarró por la cintura y comenzó a besarme despacio, rozando sus labios con los míos, sacando tímidamente su lengua para buscar la mía, y se separó con un pequeño mordisco en mi labio inferior. Sonreí. Sonrió.

- Buenas noches, Lola. Tenía ganas de ti.

Y volvió a acercarme a su cuerpo para besarme con más ímpetu. Yo me puse de puntillas. No quería perderme ni un solo recoveco de su boca. Y nuestras lenguas empezaron a bailar juntas mientras una de mis manos agarraba su pelo y la otra su barbilla.
Sus manos recorrían mi trasero empujándolo contra su polla que comenzaba a crecer discretamente bajo su pantalón.
La respiración empezó a ser más acelerada. Los nervios se disiparon.
Me tumbó en la cama y comenzó a desabrocharme los pantalones. Me los quitó lentamente, sin dejar de mirarme. Sentir sus ojos clavados en los míos hacía que mi excitación fuera en aumento. Lo deseaba cada vez más. Imágenes del baño del bar pasaban como flashes por mi cabeza en tanto que mi lengua recorría tranquila mis labios, recogiendo cada gota de deseo que de ellos se desprendía. Jorge lo notó. Soltó mis vaqueros en el suelo y sin prisa volvió a centrarse en mi boca. Se tumbó sobre mí.

-Yo también quiero de tus labios. - dijo casi susurrando.

Y su lengua inició un paseo por ellos, delineando cada milímetro suavemente, sin prisas. Y poco a poco fue bajando por el borde mi barbilla, hacia mi cuello. Di un respingo. Sus labios rozaban mi piel y eso hacía que una corriente de placer me invadiera todo el cuerpo y terminara como pequeñas descargas en mi clítoris. Su nariz se hundía en mi camiseta a la vez que sus manos masajeaban mis pequeñas tetas. Bajaba lentamente. Mis piernas se abrían por inercia.
Y se me erizó la piel cuando su aliento llegó a mi vientre. Sus manos ya estaban jugando con la tela de mis bragas.
En un instante y sin saber cómo yo estaba completamente desnuda, tumbada en la cama, a su merced.
Se incorporó relamiéndose los labios y empezó a desabrochar su cinturón...
Me incorporé. Quería ser partícipe de aquel espectáculo. Sabía que su polla estaba dura cuando sin querer tocó mi pierna.
Le bajé los pantalones sin desviar mi mirada de aquel bulto que se marcaba en sus slips apretados. Él terminó de quitárselos. Lo liberé de aquella estrechez y lo cogí con mi mano.
Tenía una polla bonita, de esas que tienen el glande en forma de corazón, y estaba tan dura que se le notaban las venas por todo su tronco. Me di cuenta de que no pude apreciarla bien en el baño de aquel bar.
Sin pensarlo la chupé, sin vergüenza, sin ansia. Y clavé mi mirada en sus ojos. Estaban llenos del mismo deseo que a mí me poseía.
Comencé a lamer su pene. Lento. Saboreándolo. Sintiendo cómo se endurecía aún más. Lo metí en mi boca, demasiado profundo porque una arcada se hizo presente. Y entonces Jorge empezó a moverse con su polla en mi boca mientras me sujetaba la cabeza.
Alcé la mirada y lo vi con los ojos cerrados y la boca entre abierta, repleto de placer mientras me follaba la boca.
Paró.

-No quiero correrme aún.

Y se quitó la camiseta.
Me puse de pie y fui en busca de su boca. Nuestras salivas se mezclaban salvajemente, en un beso casi furioso.
Se tumbó en la cama boca arriba y me dijo que me pusiera de rodillas sobre su boca, una pierna a cada lado de su cabeza. Y sin pensarlo dos veces así hice.
Su lengua experta empezó a recorrer mi raja. Lento. De arriba a abajo, con la punta dura. Se paraba de vez en cuando en mi clítoris y lo rodeaba,lo chupaba, lo absorbía... y yo me volvía loca. Empecé a moverme como acto reflejo, adelante y atrás, apretando mi coño contra su boca. Sintiendo la aspereza de su barba en mi entrepierna. Y mientras yo misma me estrujaba las tetas llegué a un orgasmo tan rápido como intenso. Comencé a gemir ahogadamente cuando mi vagina empezó a bombear.
Jadeante bajé a su boca. Estaba llena de mis jugos. Salada. Deseosa de más....
Y volvimos a besarnos como si el mundo se acabara aquella noche.
Lentamente me fui acomodando, una pierna a cada lado de su vientre.
Busqué en el cajón de mi mesilla un condón y me topé con el lubricante de mi vibrador. Sonreí.
-¿Te gusta jugar? - .le pregunté sujetando el tubo en la mano.

Asintió dibujando una sonrisa lujuriosa en su cara.
- Me encanta.

Lo abrí y lo eché en su mano. Él lo untó en la otra. Le ofrecí mis tetas y con ambas manos empezó a estrujarlas mientras yo me frotaba con su pene erecto. Mi espalda se curvó como consecuencia del placer ofreciéndole aún más mis pechos y haciendo que mi boca se entreabriera y mi culo fuera más respingón. Me incliné sobre él y volvía besarlo, mordisqueando sus labios, enredando nuestras lenguas.
Sentir el gel sobre mi piel me puso a mil. Jorge bajó sus manos hasta mis caderas, llenándome de lubricante en el descenso hasta ellas. Cogí más y unté mis manos, volví a manchar mis tetas con pequeños movimientos circulares. Y repetí lo mismo en su torso. Los dos estábamos cubiertos de aquel líquido transparente. Le puse el condón y guié su polla hasta la entrada de mi vagina. Empujé despacio, me hundí en él y sentí cómo me llenaba poco a poco. Apoyé mis manos resbaladizas en su pecho y empecé a moverme lentamente. Arriba y abajo. Subiendo y bajando. Notando su polla dura clavarse en mí. Cabalgando a ritmo suave, sin prisas. Sus manos me sujetaban firmes por las caderas y me ayudaban a subir y bajar sin esfuerzo. De repente me sujetó arriba y empezó a moverse rápidamente, metiendo y sacando su miembro deprisa, follándome sin descanso. Y volvió al ritmo inicial suave y pausado. Volví a tomar las riendas, a ser yo quien le follaba a él hasta que volvió a repetir lo mismo de antes. Sentí que me rompía de placer.
Mi mano derecha se encaminó hasta mi clítoris y empecé a masturbarme al ritmo que mi cuerpo subía y bajaba para clavarme en él.
Aceleramos en ritmo. Sus dedos buscaron mi boca que los esperaba entreabierta. Y los chupé despacio. Recreándome en cada succión. Lamiendo las yemas sin dejar de mover la mano que tenía en mi coño.

-Lola... voy a correrme.
-Hazlo. Córrete dentro de mí - atiné a decir.

Y estalló. Lo delató un grito ahogado mientras sus ojos se cerraron y su nariz se arrugó.
Yo seguía frotando mi clítoris mientras cabalgaba en su polla y al sentir sus latidos en las paredes de mi vagina el placer me invadió a mí.
Me corrí. Llegué al orgasmo de una manera brutal. Convulsionando de placer. Gimiendo sin escrúpulos. Sintiendo cómo las descargas de placer llegaban hasta el sitio más recóndito de mi ser. Y me desplomé sobre él.

Todavía jadeantes pude sentir nuestra piel pringosa por el lubricante.
Pensé en Susana y su regalo.
Despacio se salió de mí, sujetando el condón en su polla que empezaba a deshincharse.
Me tumbé a su lado, boca arriba. Y suspiré.
Había sido buen polvo...

-Bienvenido a mi habitación, Jorge.
-Habitación 194 - dijo él.

Sonreímos.

Busqué su mirada, aún tenía deseo. Y entonces supe que la noche no había acabado aún.
Me acomodé a su lado y me dejé acariciar. Sus dedos se enredaban en mi pelo y su respiración rozaba mi piel.

Mi entrepierna volvió a latir.
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Habitación 194.
Posted:Mar 7, 2018 3:15 am
Last Updated:Jun 26, 2018 12:57 am
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Necesitaba salir de aquella clase. No me cabían más autores y más obras en la cabeza y necesitaba despejarla, tomar un café asqueroso de aquella máquina del pasillo e intentar despejarme un poco. Ni siquiera me interesaba la charla con Susana y el resto de las chicas. Café. Sólo necesitaba café.
Me dirigí al final del pasillo en busca de mi dosis diaria de cafeína y allí estaba él: apoyado en la pared, absorto en su conversación , sonriendo y gesticulando. Nunca nadie me había obsesionado tanto, Jorge me ponía de tal manera que surtía un efecto inmediato en mi entrepierna.
Imagino que lo observé demasiado tiempo porque antes de que yo llegara a la máquina del café él giró su cabeza y me miró. Primero fue una ojeada casual, casi incómoda, pero después sus ojos fueron cambiando y su mirada se fue tornando lasciva, de deseo. Al menos eso interpreté yo.
Me puse tan nerviosa que no conseguí meter la moneda por la ranura y se me cayó al suelo. Al levantarme tras recogerla me topé con él, con sus ojos, con su lujuria.
- Buenos días, Lola. ¿Todo bien?
Oh dios! Su voz era tan sensual, tan varonil, tan... Tan llena del deseo que yo emanaba por cada poro de mi piel.
Habían pasado un par de meses desde el polvo en aquel bar y en mis noches a solas me lo había follado tantas veces con la ayuda de mi vibrador que casi era mi amante pero, aún así, mi voz siempre se entrecortaba si lo tenía cerca. No sé muy bien qué sucedió aquella mañana porque sin pensarlo dos veces le contesté:
- Todo estaría mejor si volviera a sentirte dentro. Cuando tengas un hueco libre me avisas.
Y acto seguido le apunté mi número de teléfono en su mano.
No me podía creer lo que había dicho. Yo, Lola, le acababa de entrar al tío que me volvía loca, y lo había hecho sin tartamudear, sin tragar saliva...
Al encender mi móvil tras acabar las clases no había ni rastro de Jorge. Ni una llamada, ni un SMS. Nada. La decepción me inundó.
Llegué a mi habitación con sensación de derrota. Era la primera vez que le entraba tan directa a alguien y el hecho de no tener respuesta receptiva por su parte hacía que me sintiera desanimada. Pero ¿qué esperaba? Era Jorge, el chico guapo de 3ª.
-¿Qué pensabas, Lola? - me pregunté - ¿Que estuviera loco por ti?
Y me tiré boca arriba en mi cama, cual Jesucristo con los brazos en cruz, sujetando en mi mano izquierda el móvil y un nudo en mi garganta.
La vibración del teléfono me liberó de los pensamientos en lo que me encontrada sumida. Número desconocido. Tal vez era él. Sí! Era él.
"Tal vez, si duermes sola, vaya a visitarte esta noche después del estudio. Me dices el número de tu habitación? Jorge"
"194" le contesté.
¿Qué me pondría? ¿Estaba pasando aquello de verdad? ¿Cómo debía actuar con él?
Y así, una tras otra, miles de preguntas se agolpaban en mi cabeza mientras por inercia me metía en la ducha.
Empecé a sentirme más relajada cuando el agua caliente comenzó a resbalar por mi pelo primero y por mi espalda después. Notar el agua en la cara me gustaba mucho, me hacía dejar de pensar...
Empecé a jabonar mi cabeza, con masajes circulares, relajando la tensión. Y después seguí con mi cuerpo. La sensación suave el jabón por mi piel era muy agradable, casi placentera. Sin premeditarlo mis manos empezaron a recorrer mi piel de una manera sensual, cubriendo cada centímetro con la espuma del jabón. Pasé mi mano por mi entrepierna y ésta reaccionó: empezó a humedecerse. El contacto con el agua caliente, resbalando por mi raja medio abierta mientras la masajeaba con la punta de mis dedos, hacía que mis piernas se separaran un poco más, como dejando paso a que mi mano recorriera a su antojo aquella zona. Y no podía parar de hacerlo. Dibujando círculos en mi clítoris, paseando la yema de mi dedo por la entrada a la vagina, notando el agua resbalar por mi espalda y agarrando mi teta con la mano izquierda, masajeándola, estrujándola suavemente. Mi cuerpo empezó a reaccionar: mis pezones se tornaron duros, mi coño segregó jugos que se mezclaban con el agua, mi boca se entreabría buscando una boca que no estaba, mi espalda se arqueaba haciendo que mi trasero se apoyara contra la pared y mis piernas, cada vez más abiertas, subían y bajaban mientras mis dedos frotaban mi botón.
Cogí la alcachofa de la ducha y dirigí el chorro hacia mi coño. El placer empezó a surgir.
Mis caderas tomaron vida propia, bailando para que mi raja fuera en busca de la presión del agua, imitando el movimiento de empujar. Noté cómo mi clítoris empezaba a hincharse, estaba a punto de estallar. Y mis jadeos se mezclaban con el sonido del agua al caer. Movía la alcachofa de la ducha cada vez más rápido, apretando un poco más contra la entrada a mi vagina, frotándome con ella. El agua templado chocaba con mi coño, se fundía con mi flujo y yo necesitaba más. Más fricción, más movimiento, más presión. Sin darme cuenta me estaba follando a la alcachofa de la ducha, apretándola contra mi entrepierna, embistiéndola, notando cada chorro minúsculo en las paredes de mi vagina.... Estrujando cada vez más mi teta, apretando con la punta de mis dedos mi pezón. Buscando con mi lengua otra lengua con la que enredarse. Abriendo mi boca para permitir que mis jadeos salieran libremente.
Y por fin el clímax. El orgasmo ansiado e inesperado llegó. Me invadió mientras mis gritos se ahogaban con el sonido del agua.
Respiré. Salí de la ducha. Me puse una toalla alrededor de mi cuerpo, la sujeté a la altura del pecho y sequé mi coño empapado y palpitante, rebosante aún de deseo.
Miré mi móvil. Nada nuevo.
Jorge aún tardaría en llegar.
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Noches de soledad.
Posted:Mar 7, 2018 3:12 am
Last Updated:Jun 2, 2018 3:40 am
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No podía quitarme a Jorge de la cabeza. Después de aquel encuentro en el baño de ese bar deseaba con más ganas volver a follar con él. Ya no era el chico inalcanzable de una novata, ahora era mi obsesión, mi necesidad. Y mi cuerpo reaccionaba a cada imagen rememorada en mi mente, mi piel volvía a erizarse recordando su aliento, mi clítoris palpitaba de nuevo al cerrar los ojos y sentir cada embestida.
Cada noche, en la soledad de mi habitación, volvía a revivir aquel polvo. Repasaba cada imagen a conciencia mientras mi mano se deslizaba por debajo de mi tanga. Imitaba el movimiento circular de su mano tocando mi vulva y volvía a sentir el hormigueo del placer.
Deseaba que fuera su mano la que explorara mi entrepierna y que fuera su boca la que humedeciera mis pezones.
Susana debió de percatarse de aquel deseo porque días más tarde me regaló un vibrador. Me sorprendió aquello pero lo recibí con una sonrisa, de esas que hacen que te muerdas el labio al imaginarte jugando con él. Nunca había tenido un vibrador así que estaba deseando llegar a mi habitación y empezar a usarlo.
Susana me dijo que debía utilizar el lubricante especial, con base acuosa, que acompañaba al vibrador. ¿Un lubricante especial? Pensar en Jorge hacía que me humedeciera rápidamente, no creía que fuera necesario usar lubricante pero aún así prometí seguir las instrucciones.
Después de cenar subí a mi cuarto. Ese día me sentía más ansiosa. Tenía ganas de llegar y sacar el vibrador de su caja.
Era morado, con tacto suave, de silicona. Tenía la punta curvada, blanda y flexible. En la parte baja, cerca del compartimento de las pilas, había dos botones: uno para encenderlo y apagarlo y el otro para cambiar la velocidad y el ritmo de las vibraciones.
Sonreí.
Mi mente se llenó de imágenes lascivas y en todas estaba Jorge. Miré el lubricante, era un tubo pequeño de plástico transparente lleno de líquido transparente también. Lo abrí e instintivamente lo llevé a mi nariz, no tenía olor. Y me animé a probarlo, evidentemente tampoco tenía sabor. Y así me vi: con el vibrador en una mano y el lubricante de base acuosa en la otra. Solté el lubricante, no me haría falta.
Encendí mi lamparita de noche, me quité las deportivas y los vaqueros ajustados y me tumbé sobre mi cama. Coloqué mi almohada, no estaba cómoda así que puse un par de cojines más y volví a recostarme. Encendí mi regalo y pulsé el botón de las vibraciones, las quería pausadas, lentas pero constantes y empecé a rozar mi juguete morado por encima de mi tanga, justo sobre mi clítoris.
Aquel cosquilleo constante y suave me hizo suspirar y cerrar los ojos. Mi mano guiaba mi juguete despacio de arriba a abajo, sin apretar. Las vibraciones empezaron a transportarme al baño del bar. A sentir su mano masajeando mi entrepierna. Y a mover mis caderas de manera instintiva en círculos, apretando mi coño contra el vibrador. Separé la tela minúscula de mi tanga y volví a rozar mi juguete justo por dónde los labios de mi vagina se abrían despacio como consecuencia del placer. Mi boca se entreabría y fui consciente de ello cuando empecé a gemir sintiendo cómo el placer de mi clítoris empezaba a inundarme. Por inercia chupé mis dedos y los llevé a la entrada de mi cueva, los metí y empecé a moverlos despacio, dentro y fuera, mientras el vibrador seguía recorriendo mi raja. Imaginé que eran los dedos de Jorge, que era él quien los empujaba dentro de mí y los movía lentamente mientras mi espalda se arqueba y mis piernas se encogían por el placer.
Sentí que me dolía el labio inferior de morderlo y lo humedecí. Miré el vibrador, estaba brillante, lleno de mi flujo y quise saborearlo mientras mis dedos jugaban en mi vagina. Lo metí en la boca y lo chupé. Imaginé que era su polla y no me resistí a hacer una pequeña felación a mi juguetito morado. Dentro y fuera de mi boca, recordando su cara de placer. Cuando estaba empapado con mi saliva lo llevé hasta mi entrepierna, saqué mis dedos y empujé el vibrador dentro una y otra vez. Mis piernas se abrían cada vez más dejando ver la necesidad de sentirlo bien dentro mientras mis caderas bailaban circularmente al del placer y mi otra mano buscaba por inercia la dureza de mis pezones.
Los gemidos se fueron haciendo más intensos, empecé a jadear imaginando que me embestía, que se clavaba en mi vagina acelerando el ritmo.
Sentí que el orgasmo estaba a punto de venir, así que aceleré el ritmo de las vibraciones. Mis caderas se movían como poseídas, enloquecidas, haciendo que el vibrador se metiera dentro y fuera, follándolo como si de su polla se tratase. Y de pronto estallé con un grito ahogado que apenas pude controlar. Sentí cómo el orgasmo me invadió el cuerpo por dentro, desde mi clítoris hasta lo más profundo de mi garganta, pasando por cada terminación nerviosa, recorriendo mi vientre, mis tetas, mis pezones... mientras mis piernas se cerraban y apretaban con firmeza mi regalo sintiendo cómo palpitaba mi coño.
Con mi recién estrenado juguete aún dentro noté lo empapada que estaba. Lo apagué y lo saqué lentamente. Estaba lleno de flujo. Lo chupé. Mi sabor salado me hizo sonreír.
Había tenido mi primer orgasmo con un vibrador y supe que no sería el último.
Cogí el tubo del lubricante. Volví a mirarlo. Tal vez sería divertido usarlo la próxima vez.
Estaba exhausta. Jadeante todavía. Coloqué mi tanga que aún estaba hacia un lado. Me metí dentro de las sábanas y sintiendo cómo seguía palpitando mi entrepierna sonreí, suspiré y con voz bajita y repleta de lascivia susurré: "Gracias Susana, tu regalo me ha encantado".
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En la universidad...
Posted:Mar 7, 2018 3:04 am
Last Updated:Jun 26, 2019 6:11 am
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Por fin, después de los exámenes agobiantes de la Selectividad, pude llegar a la Universidad....
Para mí, que llegaba de un pueblo pequeño con un instituto del que estaba deseando salir, dónde todos te conocen, dónde no existe la intimidad, dónde todos hablan sin saber, llegar a la ciudad, a aquella residencia universitaria, fue la liberación, el dejarme llevar, el empezar a ser yo: Lola, y dejar atrás aquellas maneras de niña buena, de la hija de... Por fin, sólo Lola.
Bastaron dos días en el campus para cruzarme con él. Alto, moreno, con los ojos verdes más expresivos que había visto jamás, con una boca que invitaba a ser besada, mordida... y una sonrisa de infarto. Tenía barba, de tres o cuatro días, que le daban un aire interesante y hermético. Su piel estaba tostada por el sol, su cuerpo era atlético, formado, marcado. Y caminaba tan seguro de sí mismo que dejaba boquiabierta a cualquiera de las niñitas que acabábamos de llegar.
Evidentemente él no se fijó en mí: yo era una más para aquel tipo tres años más mayor que yo.
Pero desde aquel momento no pude dejar de soñarle, hasta tal punto que incluso lo hacía despierta, consciente, en la soledad de mi habitación, mezclando mis jadeos y mis jugos con mis dedos, haciendo que su imagen en mi retina me llevara al clímax de manera sudorosa, abierta de piernas en mi cama mientras en mi mente él me poseía una y otra vez....
Y así fueron pasando los días, los meses, masturbándome mientras lo deseaba en silencio, imaginando su miembro erecto clavándose en mi vagina. Lo deseaba tanto...
Aquel jueves volvimos al mismo bar de siempre, otra fiesta más de universitarios, más música, más alcohol....y allí estaba él.... al final de la barra, con sus amigos, mirándome. Sentí que mi corazón subía a mi garganta y tuve que retirar la mirada pero inconscientemente mis dientes apretaron mi labio inferior mientras una sonrisa pícara se dibujaba en mi cara. ¿De verdad me estaba mirando lascivamente o sólo fue un error de mi mente? Levanté la vista, busqué sus ojos y volví a encontrarlos, en el mismo sitio, con la misma intensidad pero ahora estaban acompañados de una sonrisa morbosa, cargada de deseo. Mi entrepierna empezó a reaccionar.
Instintivamente seguí su juego. Clavé mi mirada en sus ojos, llena de lujuria, imaginando mis noches a solas dándome placer yo misma. Mi boca sonrió. Humedecí mis labios y noté cómo se mojaba mi tanga... Él se retiró de la barra, de su grupo de amigos, y con su cabeza me indicó el camino....desapareció entre la gente. Y yo, llena de deseo, puse una excusa tonta a mis amigas y me adentré entre el mogollón de la gente. De repente una mano me agarró y tiró de mí, era él. No hubo palabras, ni presentación, sólo unos labios deseosos buscando a los míos. Me besó sin esperarlo, contra una pared, de una manera tan fortuita como salvaje, y yo ahondé mi lengua en su boca buscando la suya. Abrió una puerta con nuestras bocas aún pegadas y nos metimos allí.
Era un baño, pequeño, con una luz de esas que llevan sensor de movimiento. Me apoyó en la pared y, mientras me besaba apasionadamente, sus manos buscaban mis tetas pequeñas por encima de la camiseta, intentando encontrar mis pezones erectos. Mis manos empezaron a recorrer su cuerpo, mis uñas arañaron aquella espalda musculosa haciendo que su piel se erizara a medida que mis dedos hacían el recorrido. Mi otra mano se enredaba en su pelo empujando su cabeza hacía la mía haciendo que nuestras bocas no se separasen.
Subió mi falda y, en un intento fallido por bajarlas, rompió mis medias. Aquello fue el inicio de lo que vendría después. Subió mi pierna derecha a la altura de su cadera retiró mi tanga hacia un lado y empezó a acariciar mi clítoris de una manera casi maestra mientras su polla erecta dentro de su pantalón se clavaba en mi vientre. El deseo nos atrapaba y nos volvió seres irracionales, cargados de lujuria que se veía en nuestras miradas cuando se encontraban buscando una bocanada de aire.
Desabroché su pantalón y liberé su miembro, erecto y duro. Al verlo así, unas ganas irremediables de saborearlo se apoderaron de mí. Me agaché y lo agarré firme con mi mano derecha mientras mi lengua hacía círculos en su glande y mis labios lo apretaban. Empecé a notar su sabor. Mi lengua dura empezó a recorrerlo de arriba a abajo, desde la punta hasta su base, lubricando todo el recorrido hasta abrir algo más la boca y meterlo en ella. Mi mano empezó a llevar el compás de mi boca, subiendo y bajando a la vez que ella, apretando con firmeza... Lo escuché gemir y supe que era el momento. Me retiré y él se puso el condón mientras su boca saboreaba de la mía sus propios flujos. Me cogió en brazos, a horcajadas, y empezó a penetrarme lentamente. Apoyada contra la pared con mis piernas rodeando su cintura y mis brazos anclados a su cuello. Nuestras bocas se chocaban torpemente entre jadeos y mordiscos. Me subía y me bajaba acelerando el ritmo, empujando cada vez más, haciéndome pasar del gemido al grito de placer en cuestión de segundos. Me gustaba tanto tenerlo ahí dentro,estaba tan repleta de él que empecé a notar cómo se avecinaba el orgasmo y se lo hice saber.
"Córrete, nena" fueron sus únicas palabras. Y yo obedecí. Me dejé llevar por el placer, me abandoné al clímax y estallé en un orgasmo tan intenso que me hizo arquear la espalda y echar mi cabeza hacia atrás dejando libre mi cuello que él usó para ahogar su gemido cuando su orgasmo se fundió con el mío.
Y tras aquel boom tan supremo nos quedamos unos segundos más encajados, con mi espalda en la pared y sus manos en mis nalgas. Con mis brazos en su cuello y mis piernas en su cintura. Con su boca en mi cuello y su aliento en mi piel.
Después salió de mí delicadamente y me dejó en el suelo.
Coloqué mi tanga mientras él retiraba el condón y ahí fui consciente de que mis medias estaban rotas. Las tiré. Coloqué mi falda con una sonrisa traviesa en mi boca, mirando hacia abajo como si la vergüenza se apoderara de mí después de aquel polvo.
"Brutal" le dije.
Me miró. Sonrió. Y colocándose sus pantalones me dijo: "Soy Jorge. Ha sido un placer Lola"
Y salió.
Y allí me quedé yo, mirando al infinito, con una sonrisa permanente, intentando averiguar en qué momento le dije mi nombre, si es que realmente se lo dije....
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