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explorando experiencias
 
un sitio donde confluye lo secreto, lo privado, los deseos compartidos y las confesiones inconfesables. Te anima s?
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Un p
Posted:Feb 28, 2008 6:35 am
Last Updated:May 12, 2024 9:30 pm
1375 Views

Un pétalo

De vuelta del paseo
donde junté una florcita para tenerte entre mis dedos un momento,
y bebí una copa de vino tinto, para bajar al pozo de nuestra dulce melancolía
viendo bailar a un oso recortado sobre la luna llena.
En la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel y mi cansancio y se que estaré solo en la ciudad
mas poblada del mundo si tu no estas cerca.

Excusaras este balance loco, pero que es algodón y azúcar como tu sonrisa.
teniendo en cuenta que no hará frío y que llueve sobre mi taza de café, y en cada croissant la humedad alisa sus patitas de esponja.
Máxime sabiendo,
que pienso en ti obstinadamente , como una ciega maquina del tiempo.
como una cifra repetida interminablemente por un hombre afiebrado o el loco que cobija una paloma en su mano, acariciándola hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas, en una sola miga de ternura.
Creo que sospecharás que esto ocurre, como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizás juntaste
la misma florcita, un poco por botánica
un poco porque si,
porque es preciso que no estemos solos , que nos demos un pétalo, aunque sea algo de hierba, una pelusa.
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Medio Lleno
Posted:Dec 19, 2007 1:54 am
Last Updated:Dec 19, 2007 2:03 am
1362 Views

Medio Lleno.

Soy de los que no se preguntan si me estás esperando.
Si será verdad.
Si será mentira.
Soy de los que no se preguntan si me vas a escuchar,
Si estaré perdiendo el tiempo.
Soy el que no se pregunta si voy a ganar.
Si existe el alivio.
Si me faltará mucho.
Soy el que no se pregunta si hoy será un buen día.
Soy el mismo que tampoco se pregunta si el vaso está medio vacío,
Porque siempre, siempre, sabiendo que tú estás aquí para mi el vaso está medio lleno.
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El Perseguidor de Complicidades
Posted:Dec 11, 2007 8:38 am
Last Updated:Dec 12, 2007 3:33 pm
1521 Views
El Perseguidor

Un guiño a los escuchas.
Rara vez sobrevive algún pequeño vestigio.
Por eso guardo cada pista como si se tratara del secreto del cáliz dorado.
Busco, hurgo, investigo en mí. En interior y en el contexto, con la secreta esperanza de descubrir en mis manos, en mi ropa, en las paredes, algo, algún mínimo indicio que me diga lo que pasó en la noche.
Tal vez un día me despierte y vea a mi propio corazón envuelto en un poema del siglo XVII.
Sin embargo me gusta transitar por ese arrollador impacto que se produce en mí ante lo extraño y paradójico que la realidad mezclada con la ficción produce. Esa actitud de cómplice irremediable que acata todo lo que sucede aún sabiendo que está dando un salto hacia lo inverosímil.
Seguramente eso hace que jamás pueda esgrimir la razón para contrarrestar lo mágico.
Es como vivir saltando a un lado y al otro de una línea que lo divide todo. Y adoro eso.
Lo acato, las reglas del juego y eso es lo que da vértigo y adrenalina, la cruza entre lo irreal y lo tangible donde los límites se pierden hasta inquietarme.
Podría haber sido París, o Madrid, Roma o Barcelona, Sevilla, Córdoba o Buenos Aires, pero lo cierto es que me lanzo a recorrer la ciudad por todos lados, como un topo en el metro o un surfer en el bus. O caminando, sintiéndola.
Un habitante del anonimato, una sombra quebrándose en las aceras, recortándose contra las ventanas. Un desconocido cotidiano.
Así salgo a buscarte a veces, un día si y otro también eligiendo a un alma entre todas, esa que con el simple hechizo de su presencia logre subyugarme desde un reflejo en la ventanilla de un vagón, desde un vidrio de un bar.
La libre elección tiene como contrapartida el acatamiento de unas reglas que me he impuesto como protagonista de la historia, sabiendo que, sin reglas, no hay juego, no hay partida, y en definitiva, tampoco merecimiento alguno.
Estas reglas me obligan a seguirla por calles, estaciones y transportes. Sólo si su destino, el de la elegida, es coincidente con el que me he prefijado, mereceremos el encuentro.
La regla del juego es esa, una sonrisa en el cristal de la ventana, y a partir de allí el derecho de seguir a una mujer y esperar desesperadamente que su final coincida con el decidido por mí antes de cada viaje.
Como ustedes comprenderán, si han conseguido librarse, aunque sea por un momento, de los prejuicios de la razón, la cosa no es nada fácil. Más bien difícil. Aunque apasionante.
En este punto comienzan las arañas en el estómago, la espera con su péndulo implacable saltando de estación en estación.
Por eso mismo, por la dificultad del combate, por la cantidad inconmensurable de derrotas, mi yo desconocido errante por la ciudad, rompería con sus propias normas el día que te descubra, por eso, como tantas otras veces, estés a punto de escaparte, de ser un nuevo fracaso en los recorridos, de salir del juego que no juegas, de bajar en la estación equivocada, de saltar al trasbordo erróneo, de girar a la izquierda cuando debas hacerlo a la derecha, justo, cuando el último momento de la ceremonia el juego esté perdido si tomas la combinación que lo desbarate todo, apresuraré mi paso, me pondré a tu lado y cuando, sorprendida, gires tu rostro, te miraré a los ojos para decirte preso de una agitación incontrolable:
“No puede ser que nos separemos así antes de habernos encontrado”.

Y te hurgaré hasta perder el equilibrio, sintiendo que existe definitivamente la belleza y la aventura de empezar a buscarla. Y sin engaños, sentiré que la habré hallado cuando un escalofrío me advierta que algo ha pasado, que ya no somos los mismos, que la vuelta atrás es definitivamente imposible.
Claro que también el cielo puede deparar que hartos de no encontrar nada, hartos tú y yo de no acertarnos en la geografía de la ciudad y el cuerpo, hartos de tanto picasso y monet, de tanta aurora boreal y séptimo cielo, de tanto mozart y heavy metal, de tanto éxtasis convertido en lugar común y tanto paisaje roto antes de la despedida, quizás, digo, empecemos a impacientarnos. Y tal vez, hasta puede pasar que nos desesperemos y cometamos alguna temeridad.
Lo estoy esperando.
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Una noche cualquiera
Posted:Aug 21, 2007 6:25 am
Last Updated:Sep 10, 2007 8:51 pm
1470 Views

Relaja solo pensar que cuando me despierte, cuando
abra los ojos. estarás a
mi lado.

Esa pesadilla llamada noche. llamada insomnio, lo
único que hace es darme la
ilusión prehistórica de no tenerte.

Te miro extendida en tu lado de la cama, que es el
lado de los dos, con cara
de remanso, liberada de tensiones y jugos, con ojos
cerrados, con los labios
húmedos tras esa lasciva manera en que tu sexo logra
que mi cuerpo suelte
dentro tuyo a todos sus halcones.

Solo me pregunto una vez más por qué París nos hace
esto? Nos enferma de
sexo y de cariño, nos sacude una charla con las
pieles marcadas por íntimos
movimientos.

Miro las formas de tu vientre y repito mi asombro
por el misterio que te
abre los muslos de la voz con que murmuras los
placeres de la espuma que aún
ahora está lavando a tu musgo.

Tengo sed de mirarte, como las vías blancas de tus
ingles, se cruzan hasta
alcanzar la calle roja como una luna de sangre
brillante entre la hiedra
negra.

Y entonces, como una medusa y un unicornio, me
enredo en tu tiempo hasta
caer en un jadear desde lo más hondo y tus gemidos
desparraman un torbellino
de gaviotas borrando un ya lejano laberinto de
placeres.

Sigo buscándote, como un jardinero de tu cuerpo, con
la mano suave y firme
que se detiene lenta en la penumbra que tu tibia
encrucijada donde el musgo
y el coral velan la entrada que un río de
luciérnagas alumbra.

Y bebo allí, de ese agua que apaga la sed del que te
viaja mientras mi
gacela baja a tus muslos húmedos con toda la
intención de desgajar su flor.

Un tigre Azul

Un desfile lento y profundo de panteras.

Ceremonias del placer bajo la luna de Montmartre.

Que tierna que se ve la salida del Metro de Saint
Georges.

Y Place Pigalle, vergonzosa recaudadora de turistas
que sonríen tabulados
sin imaginar que estoy diluviando dentro tuyo con mi
nieve blanca.
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historia de una noche
Posted:Oct 22, 2006 4:26 pm
Last Updated:Dec 18, 2007 10:52 am
1521 Views

Cristel:
Historia de una noche.

Se le vino entre el humo de los cigarrillos como se vienen las hojas húmedas de una tormenta, pero estaba ahí, por eso enseguida empezó a dudar si él llegó o ella lo trajo.

La cuestión es que a esa hora estaba tan cerca que lo respiraba, y sin preguntarse más cosas que las de siempre, o sea nada, se sacó esos lentes espejados, (¿existiría algo más inútil que la moda?) y asomó sus ojos entre ese humo violatorio del planeta......... y se dedicó a vejarlo con su mirada que le caía como un dedo entre las piernas.......

Mintió y sedujo. De bailarina a historiador, sus luces volaron por ciudades y tiempos y Luis XIV viajó en avión solo para dormir sobre su piel en Plaza Francia.

Como engranajes de una misma máquina, se dedicaron a encajar húmedamente por las diferencias y entre el sabor ambiguo de un lugar ambiguo, con música ambigua y sexos ambiguos, las ambiguas palabras los descubrieron tan concretos como dos cuerpos desnudos reflejándose en un túnel con espejos.

No entendía el idioma y no importaba, las caras de las princesas las imaginó en todos los cuentos, las de las putas que se lo comían también, por eso sonrío descubriendo lo bien que la ropa le caía cuando se le caía, mientras le mordía las rodillas al escapar por Uruguay y doblar por Rivadavia.

Las gotas de sudor con gusto a ambos les corrían para abajo buscando las cavidades, desestimando absurdas leyes de gravedad, levantaban antiguos grilletes de hierro encarcelados, sus lagrimas limpiando y ensuciando...........

La luna los comía y mostraba las marcas de una noche en Buenos Aires. se sintió un extranjero en un instante viendo brillar a su sangre, uniéndose en un ritual todavía fresco y desconocido....

Se buscaron tan profundamente que se perdieron, se tragaban sus propias carnes jugando a hombres y mujeres sin importarles el papel que les toco a cada uno y en un crepúsculo o un amanecer, un plenilunio o un eclipse negro, las sombras se alargaron, sus vísceras olieron y se vieron escapar por alcantarillas y refugios.

Las cosas de la lengua, los usos y costumbres; no resisten por devorarse a los sensuales escándalos incorporados al temor de habernos conocido por muy pocas horas. Pero no pueden impedir que me sonría al encontrar escrito entre mis tiempos que las gotas de lluvia y de tu cuerpo me bañen por mil veces trayéndote todas las noches en que te sueño demasiado lejos.
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