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Un nuevo juego de roles  

Sol_atrevida 41M/39F
2 posts
6/19/2017 5:34 pm
Un nuevo juego de roles


Aquella experiencia sexual entre Sol y los chicos del gimnasio de momento no trajo grandes cambios en nuestra vida pública ni de pareja. Nuestra rutina siguió siendo la misma. Aunque los chicos mostraban un contacto más cercano con Sol mientras le ayudaban a hacer sus ejercicios, nadie nos observaba de reojo o susurraba en nuestra presencia. Los chicos se habían mantenido discretos como se espera de un buen amante. Durante las semanas siguientes llegamos a compartir algún refrigerio con los chicos en el mismo gimnasio, pero curiosamente, nadie sacó el tema del encuentro. Sin embargo, confieso que en varias ocasiones llegué a preguntarle a Sol qué fue lo que ocurrió exactamente en aquel cuarto. Impedidos para observar lo que sucedía, los dos chicos y yo tuvimos que imaginarnos la escena a partir de los gritos de Sol (unos gritos en realidad desconocidos para mí hasta ese momento), y los sonidos producidos por el choque de los cuerpos. Nunca supe cuánto tiempo duró la sodomización de mi esposa, pero sí tengo la certeza de que se me hizo eterno. Cuando oí y vi girar la perilla de la puerta sentí un frío recorrer mi cuerpo desde el estómago hacia la cabeza. El chico salió de la habitación con la mirada hacia abajo, quizá confundido por la decisión de Sol y temeroso de mi reacción, pero consciente de su magnífico desempeño. Sin sentir las piernas y con el corazón latiendo rápidamente, me acerqué y detuve en el marco de la puerta. Mi esposa yacía boca abajo en la cama cubierta con una delgada sábana desde la cintura hasta los tobillos. Le pregunté cómo se sentía, pero no me respondió, estaba dormida o eso fingía.

Los siguientes días ninguno de los dos habló sobre lo ocurrido. Aunque sentía un rencor hacia mi esposa, la curiosidad que no me dejaba dormir me llevó a buscar una respuesta.

-¿Sol? ¿Estás despierta?
-Mmm… Sí, ¿qué pasa?
-Quiero saber qué ocurrió aquella noche, ya sabes cuál.
-Mmm… Pues… Es obvio.
-Quiero detalles Sol. No entiendo por qué cerraste la puerta ni por qué cubriste la mirilla.
-(Suspiro)… Fue parte del juego. La mayor parte de lo que sucedió ahí lo decidiste tú. No esperaba que me vendaras los ojos ni que me ataras, estuve a disposición de todo lo que se te ocurrió.
-¿Te molestó que fuera así, que yo les dijera a los chicos qué hacer?
-No, sólo que pensé que también podía tomar una decisión, es todo.
-Entiendo, no tengo problema con ello, sólo quiero saber qué sucedió, con detalles.
-Los detalles me los reservo. Únicamente te digo que ahí, en esa habitación nació en mí el gusto por el sexo anal. Si quieres pregúntale al chico cómo fue que sodomizó a tu querida esposa.

Sol me dejaba con más dudas que respuestas, aunque también mucho más excitado. ¿Qué me diría el chico al respecto? Y, sobre todo, ¿qué significaba aquello de que había nacido en ella el gusto por el sexo anal? ¿Pensaba hacerlo de nuevo? ¿Oculta de mi vista? ¿Con quién?

A la mañana siguiente me encontré con el chico y quedamos de vernos por la tarde en un bar para platicar. Después de que ambos tomamos algunos tragos le dije:

-Bueno, hay algo que me da vueltas en la cabeza. ¿Qué hicieron tú y mi esposa allá adentro?
-¿Cómo? ¿No le ha dicho nada?
-Nada.
-Ah, este… Pues lo hicimos por detrás en la misma posición.
-¿Te gustó?
-¡Muchísimo! Su esposa tiene un gran culo, unas nalgas…
-¿Y, ella qué te decía?
-Me dijo que no hiciera caso de sus gritos, que en ese momento ella era mía.
-Hasta que te viniste en su culo supongo.
-No, me dijo que no me viniera en su culo.
-¿Cómo? Entonces, ¿qué pasó?
-Cuando la saqué ella se volteó y se la metió en la boca, no pude aguantar más y…
-¿En su boca? ¿Dices que se comió tu semen?
-De hecho, se lo tragó, mejor dicho, se lo bebió.
-¡Vaya! Qué sorpresa.
-Pensé que ya sabía.
-No, además… a ella no le gusta, bueno… decía que no le gustaba el sabor del semen. Por eso me sorprende que se lo haya hasta bebido.
-Hay otra cosa.
-¿Qué cosa?
-Su esposa me dijo que quería repetir, por el culo.
-¿Te ha dicho algo al respecto?
-Después de esa vez, no, nada.
-¿Y, los otros chicos qué comentan?
-Sólo entre nosotros hemos platicado lo que pasó, a nadie le hemos contado. Pero se quedaron con ganas.
-¿De su culo?
-Sí, de penetrarla por el culo.
-Bien…
-Ah, se me olvidaba. Ninguno de los tres ha comentado nada a nadie, pero un entrenador sospecha algo.
-Cuéntame.
-La mayoría en el gimnasio sabe que su esposa y nosotros tenemos una relación cercana, es decir, no íntima pero que hay algo. Usted lo sabe, la gente no es tonta y ve que, cómo decirlo… le traemos ganas a su esposa… y ella a nosotros.
-Ajá, sigue.
-Pues el entrenador este se nos ha acercado a los tres y nos pregunta qué onda con su esposa y nosotros. La verdad, le damos la vuelta porque honestamente queremos volver a estar con ella, y creemos que si le contamos algo ustedes se molestarían.
-Pero, ¿qué les pregunta en concreto el entrenador?
-Dice que es obvio que a su esposa le gusta calentarnos. Que le contemos cuando hayamos tenido sexo con su mujer.
-O sea que el entrenador también le trae ganas.
_Sí, su esposa es muy atractiva y ya sabe, con esos leggins su culo no pasa desapercibido.

A partir de la mañana siguiente comprobé que lo que el chico dijo era cierto. No sólo los entrenadores, sino los usuarios y alguna que otra chica, veían con lujuria a Sol. Mi obsesión con Sol y los chicos no me permitía ver que otros también deseaban a mi esposa. La situación por un lado me empezaba a excitar más, pero por el otro me preocupaba que se llegara a salir de control. La idea de compartir a mi esposa y verla con otros se hacía cada vez más fuerte, pero el temor a que en algún momento me fuera a dejar por otro me hacía desistir de dar el siguiente paso. Sol no había sido muy clara en nuestras conversaciones respecto al tema, incluso se mostraba evasiva y hasta molesta. Pensé que si queríamos continuar con la aventura tendríamos que manejar el tema sin rodeos. Al siguiente fin de semana Sol y yo hablamos largo y tendido. Me sorprendió que esa ocasión no se mostrará esquiva.

-¿Entonces ya hablaste con el chico? ¿Te molestó algo que haya dicho?
-No, en realidad no, sólo que creo que algo tan íntimo e importante no debe quedar en secreto entre nosotros, al fin y al cabo, somos pareja.
-¿A qué te refieres?
-A que prácticamente nunca permites que termine en tu boca y a tu deseo de repetir con los chicos.
-Oh, bueno… entiendo. Es difícil de explicar, cosas que suceden en el momento. No es mi intención compararte o…
-¿Cómo? ¿No me vengo en tu boca porque el momento no es el adecuado?
-No es eso. Esa fue una experiencia muy especial, muy fuera de lo normal quise decir, entiende. Tal vez, a diferencia de ti, no sabía cómo comportarme. Fue todo muy inmediato, ¡lo admito! Hice las cosas sin pensarlas.
-¿Y, te gustó?
-¡Por supuesto! Es decir, aunque me encerré estabas ahí, nunca te he sido infiel, eso tenlo por seguro. No te engañé en nada.
-¿Y, lo de repetir?
-Quiero repetir el encuentro. No he planeado nada, no haré nada sin tu parecer, pero sí quiero repetir el encuentro. ¿Sabes?, creo que después de todo no es tan difícil de lo que parece, todo fue parte de las mismas fantasías, es decir, todo fue real, pero como parte de la fantasía ahí se queda, lo que hice no trasciende en mi vida cotidiana, ni en mi relación contigo. Representé un papel, y lo disfruté. Estoy dispuesta a representar el mismo papel y averiguar de qué soy capaz. Pero lo que haga en esos momentos ahí se queda. Lo que lleguen a pensar los chicos sobre mí y de ti me tiene sin cuidado. Ellos jamás conocerán a Sol la mujer, tu pareja, es cursi, pero en mi corazón sólo estás tú. Ellos no tienen por qué conocer mis sentimientos ni todo lo que soy. Ellos sólo estuvieron con Sol… la puta.
-No digas eso.
-¿Y, cómo le llamo? Fui su puta, y lo fui porque estuviste de acuerdo. Claro, no sólo soy eso, soy mucho más, muchísimo más, no me puedo reducir a eso ni por eso, y lo más importante, fui su puta porque yo misma lo decidí y lo disfruté. Y, créeme, volvería a cerrar la puerta.
-OK, ah, una cosa más Sol, hay un entrenador que sospecha algo.
-¿Ah sí? Bueno… por el momento no sé qué decir, supongo que ya lo hablaremos.

Como resultado de toda aquella información y sentimientos encontrados, esa misma noche tuve un sueño, como era de esperarse, estaba en el gimnasio ya avanzada la noche. Desde el puente de un segundo piso -inexistente en la realidad- vi a Sol recostada boca abajo en una banca haciendo levantamiento de pierna. Al parecer, ella era la única persona en el lugar, me pregunté por los chicos, pero no los vi por ningún lado. Desde ahí arriba, me quedé observando el hermoso trasero de mi esposa, capté con detalle el hipnótico movimiento de sus glúteos a través de sus leggins color gris, y comprendí por qué era tan deseada. Después de lo que me parecieron un par de minutos, escuché que alguien se acercaba. De repente vi a Sol en la misma banca, pero junto a una pared y una puerta que se abrió lentamente y de la cual salió un hombre que no pude definir si era joven o maduro, éste se acercó a Sol y le dijo: “Listo, se acaba de ir el último cliente.”

Tenía la certeza de que aquel hombre era un entrenador. Se puso a un lado de Sol y mientras ella seguía haciendo sus ejercicios, colocó una de sus manos anchas y pesadas en su culo, sin esperar alguna reacción de ella, subió su mano hasta la espalda baja de Sol y metió un poco los dedos por debajo de los leggins, con un movimiento más o menos rápido, los jaló, dejando al descubierto las nalgas de mi esposa. Sol dejó de moverse, el entrenador alzó una pierna y la pasó por encima de ella, al otro lado de la banca. El entrenador estaba de espaldas a mí, no pude verle el rostro, pero vi con claridad cómo con una mano sacó su miembro, se veía oscuro, ancho, duro y pesado. Lo puso en medio del culo de Sol y comenzó a meterlo. Escuché un grito de Sol, muy parecido al de aquella vez con el chico. Desperté, mi corazón latía rápidamente y mi pene estaba erecto. Emulé al entrenador del sueño, saqué mi miembro por la abertura del bóxer y con cierta desilusión, experimenté la diferencia de tamaño.

Por la mañana, mientras Sol se preparaba para ir al gimnasio y yo al trabajo, le conté mi sueño y le pregunté si no creía que había sido una especie de presagio. Me respondió con una carcajada y me dijo: “Claro que es un presagio, y lo es porque es lo que deseas que suceda.” Era cierto, no había que buscar muy al fondo, sólo que no era fácil aceptarlo. Lamenté no haber podido acompañar a Sol esa mañana al gimnasio y por haberle compartido mi sueño. Durante las horas de trabajo me imaginé a mi esposa buscándole la mirada a los entrenadores para averiguar cuál era el que se interesaba en ella. Me cuestioné qué era lo que me llevaba a desear compartirla y verla con otro. Recordé algún documental que había visto hace años sobre parejas liberales, swingers, intercambio de pareja y esas cosas, pero no encontré la respuesta. Entendía que el placer se puede alcanzar, experimentar de varias formas. Lo que a algunos les gusta a otros les desagrada e incluso les molesta. No hay nada definitivo sobre gustos ni maneras de obtener placer. Este es un mundo donde caben los cornudos, las esposas putas y los corneadores, amén.

El siguiente encuentro entre Sol y los chicos tuvo lugar a los pocos días. Aunque toda acción tiene una intención, en realidad el encuentro no fue del todo planeado. A insistencia de los chicos, aceptamos la invitación de un pequeño grupo de jóvenes, también clientes del gimnasio, para asistir a una reunión organizada por ellos. La reunión se realizó en un discreto y agradable bar con pista para bailar. El encuentro comenzó entrada la tarde; además de los tres chicos, Sol y yo, dos chicas y tres jóvenes más nos sentamos en una mesa circular de gabinete. La mayor parte de la mesa estaba rodeaba por esos asientos continuos tipo sillón, de forma que prácticamente la mitad de los ahí sentados tenían que levantarse para permitir salir a los del fondo. Sol quedó sentada al fondo exactamente, en medio de los dos chicos que se quedaron aquella vez acompañándome mientras el tercero la sodomizaba. Aunque siempre hemos procurado ser discretos con lo referente a nuestra vida personal, en general, la conversación trató sobre temas poco importantes. Entre bebidas, risas y conversación, los minutos fueron pasando. En lugar de un nada educado susurro, Sol me envió un mensaje a mi móvil: “Mi amor se me antoja calentar a los chicos estás de acuerdo?” Miré a mi esposa a los ojos y con un movimiento afirmativo de cabeza le expresé mi consentimiento.

Cuando los dos chicos a lado de Sol comenzaron a hablar menos que el resto del grupo, supe que mi esposa había entrado en acción. Puso sus manos en las piernas de ambos, con movimientos lentos acarició sus muslos y por encima del pantalón estimuló sus miembros. Como el tercer chico y yo estábamos a lado de los otros dos, Sol tuvo más libertad para mover sus brazos; cuándo el chico se dio cuenta de lo que estaba haciendo mi esposa me miró y con un discreto guiño traté de comunicarle que estaba al tanto y de acuerdo, supongo que lo logré porque me respondió con el mismo gesto de confidencia. Gracias a las cervezas no supe en qué momento Sol había metido sus manos debajo del pantalón de los chicos, éstos se pasaban de vez en cuando la lengua por los labios en reacción a las caricias que les prodigaba mi esposa. Aunque desde mi lugar sólo podía ver lo que ella le hacía a un chico, sabía que el otro era recompensado de la misma forma. Di un trago a mi cerveza y después de una carcajada, volví a prestar atención a Sol, vi que se las había arreglado para sacar los penes de los chicos, la miré al rostro y me obsequió una sonrisa con un gesto especial que no había vuelto a ver desde nuestros primeros años de noviazgo. Tuve una sensación encontrada, por un lado, sentí agradecimiento hacia ella por su honestidad, a veces cruel, pero auténtica. Por el otro, me invadieron unos celos, manejables y, por supuesto, disfrutables, pero al fin celos.

Al poco rato, una de las chicas me pidió que fuéramos a bailar, pensé negarme, pero necesitaba estirar las piernas un poco. La joven en realidad era muy guapa, pero estoy seguro de que si se me hubiera ofrecido en ese mismo instante la hubiera rechazado. Toda mi atención estaba puesta en una mesa. Al regresar, mi lugar estaba ocupado por la otra chica, quien no hizo el intento de volver al suyo ni yo de pedírselo. Mientras esta chica permaneció a mi lado, no dejó de buscar mi mirada, con una discreta sonrisa y mordiéndose el labio inferior, sentí que la chica me interrogaba sobre lo que estaba ahí sucediendo. Cuando nos tocó a Sol y a mí el turno de pasar a bailar pudimos hablar con libertad.

-¿Cómo te sientes Sol?
-Bien, no he bebido mucho. ¿Tú cómo estás?
-También me siento bien. ¿Estás disfrutando?
-Sí, lo estoy disfrutando. ¿Qué hay de ti? ¿También estás disfrutando o hay algo que te moleste?
-También lo estoy disfrutando. Creo que ya estás en tu papel, el de la fantasía.
-Así es y me gustaría que también aceptaras jugar un papel.
-¿Cuál papel Sol?
-El que representante la otra vez, el de cornudo.
-¿Cómo quieres que lo represente?
-Sólo déjate llevar. No fuerces las cosas, ni yo misma sé que puede suceder más tarde. Los chicos están dispuestos a ir con nosotros a un hotel. El chico que me hizo el anal dice que quiere ir, pero acepta no participar en beneficio de los otros. muy considerados. ¿No te parece?
-Sí, especiales.
-Si prefieres que nos vayamos a la casa no tengo problema. Sólo quiero que tú decidas si damos el siguiente paso o no, pero si lo damos que sean las circunstancias las que decidan lo que suceda.
-Está bien Sol, ya lo hicimos una vez, demos el siguiente paso, sé que harás un excelente papel de puta y ayúdame a hacer bien mi papel de cornudo.
-Jajaja, qué fuerte amor, pero vale, así lo haremos.

Hasta ese momento comprendí que ni Sol ni yo teníamos plena conciencia de qué papel jugábamos, ni cuál nos resultaba más cómodo, es decir, era obvio que ella representaba el de una esposa fácil y yo el del marido cornudo. Sin embargo, ella no había actuado como una puta, su papel había sido por un lado sumiso y por el otro discreto. Mi papel tampoco había sido el del marido cornudo, por un lado, había actuado como un amo sobre sus esclavos y por el otro de marido resignado. Sol lo intuía, estábamos descubriendo qué podíamos llegar a experimentar, por eso su insistencia en dejarnos llevar por la situación.

Todo el grupo nos retiramos al mismo tiempo del bar. Al despedirme de la chica que se había dado cuenta de los atrevimientos de Sol, volvió a mirarme de forma inquisitiva. Su mirada y sonrisa me dejaron intrigado, pero no pensé más en ello. Mi esposa, los chicos y yo nos dirigimos al estacionamiento del bar. Sol tenía razón, no había necesidad de forzar nada, todo se iba dando de forma natural. Sin mediar palabra, el chico más dotado se subió al coche a mi lado. Sol ocupó el mismo lugar que en la mesa, en la parte de atrás en medio de los dos chicos. De camino hacia el hotel los únicos que platicamos fuimos mi copiloto y yo. Por el retrovisor vi que Sol pasó la mayor parte del camino con los ojos cerrados, la leve sonrisa que se dibujó en su rostro le daba una apariencia tranquila y de estar en paz. En un alto volteé a ver a mi esposa, me sorprendió ver que tenía el pantalón y las bragas a medio muslo. No pude ver su vagina porque uno de los chicos la cubría con su mano, seguramente sus dedos ya estaban cubiertos con los jugos íntimos de Sol. En ese momento no lo pude ver, pero después supe por ella que el otro chico tenía su mano debajo acariciándole el ano.

Al ser sábado por la noche temí que el hotel no tuviera cupo. Al llegar al lugar, mi copiloto bajó para preguntar. En efecto, no había habitaciones disponibles. Por fortuna encontramos un motel cerca de ahí donde pudimos entrar. Estacioné el coche en el garaje de la propia habitación que alquilamos. Al salir del coche, Sol ni siquiera se molestó en subirse las bragas ni el pantalón. Entramos a un cuarto único, pero bastante espacioso. Atrás de la cama de enormes dimensiones había un muro de cristal que separaba el baño. Al frente, una pequeña sala con su mesa y algunos pufs. Sol sugirió que pidiéramos algo de cenar mientras tomaba una ducha. Pedimos una cena ligera que comenzamos a comer hasta que mi esposa se unió a nosotros. Sol salió del baño con una toalla que le cubría desde el pecho hasta las rodillas, se acercó a la sala y pidió que la dejáramos sentar en el sillón grande en medio de los chicos. Antes de sentarse dejó caer la toalla y ya que estaba completamente desnuda, exigió lo mismo a los dos afortunados de la noche.

Seguía sorprendiéndome la actitud desinhibida de Sol, completamente contraria a la primera vez, pero debo decir que no me molestaba en lo absoluto. Mi esposa quiso que pidiera un buen vino y copas para celebrar el segundo encuentro. El chico dotado me ayudó a servir el vino y a repartir las copas, al terminar el brindis Sol sentenció: “Chicos, esta noche la mejor muestra de agradecimiento que me pueden dar es su leche y la mediré por la cantidad que me den.” Sol se encaminó a la cama y se acostó en el centro, boca arriba con los brazos y piernas extendidos. Los dos chicos la siguieron y comenzaron a acariciarla por todo el cuerpo. De manera muy natural, se turnaron para extraer de los labios inferiores de Sol aquel jugo tan preciado con aroma y sabor a mar, estimularon con dedos y lenguas su clítoris y sus pezones, chuparon sus senos como si saliera a borbotones leche de ellos. Después de un rato, Sol se acostó boca abajo y los chicos comenzaron a masajear, uno su espalda y el otro sus piernas. Ambos terminaron por encontrarse en la parte media del cuerpo de Sol, cada uno se adueñó de una de sus nalgas, las acariciaron, las apretaron y las chuparon. Un chico puso la lengua en la espalda baja de ella y comenzó a recorrer la línea de su culo hasta llegar a su ano. El otro hizo lo mismo, y ambos tuvieron que turnarse para gozar de aquel orificio tan cuidadosamente reservado.

El otro chico y yo vimos desde la sala cómo Sol se acomodó en cuatro y comenzó a chupar los penes de los chicos que yacían boca arriba uno a lado del otro. La escena no podía ser mejor, su culo entre abierto y visiblemente húmedo apuntaba hacia nosotros. Mi esposa prodigó el mismo placer a ambos chicos antes de montarse en uno de ellos. Con la espalda recta, en noventa grados, alcanzamos a ver cómo Sol descendía sobre el miembro recto del chico. Mi esposa movía su cadera hacia adelante y atrás al tiempo que con una mano estimulaba el pene del otro. Después de un rato, Sol se subió al otro chico, éste tenía el pene más ancho por lo que los gemidos y gritos de Sol subieron de tono. Mi esposa se inclinó hacia adelante para que el chico le chupara los senos; en esa posición pudimos ver cómo salía y entraba aquel pene de la vagina de Sol.

El chico y yo estábamos visiblemente excitados, no pudimos contenernos y con nuestros penes ya fuera del pantalón nos acercamos a la cama. Permanecimos a una distancia prudente esperando observar todo con más detalle. Sol, sabiendo o no que estábamos cerca, le dijo al otro chico con la voz entrecortada por los gemidos y la respiración alterada: “Tengo un orificio disponible, ¿por qué no lo atiendes?” El chico se puso detrás de Sol y colocó una mano en su cabeza. Con cuidado la empujó hacia adelante aún más para separar al máximo las nalgas de mi esposa. La punta de su pene quedó exactamente en su ano, y sin mayor dificultad la penetró hasta llegar a fondo. Al poco rato los tres coordinaron sus movimientos, literalmente era un ensamble de tres cuerpos. Lamenté la idea de que alguien no fuera capaz de ver en ello arte en movimiento. El chico y yo nos acercamos más, pero los tres parecían estar en trance, no reaccionaron ante nosotros. No recuerdo cuánto tiempo duró aquel performance, pero su armonía fue rota por un prolongado y ruidoso orgasmo de mi esposa. A los pocos instantes, el chico que le estaba penetrando el culo, sacó su pene y descargó su leche sobre sus nalgas. Sol se quitó de encima del otro chico y le pidió su muestra de agradecimiento. En cuatro y con el culo bañado en leche, Sol volvió a chupar el pene del chico y bebió hasta la última gota que éste pudo bombear desde sus testículos. La escena era realmente increíble, sucia, perversa, pero al mismo tiempo bella, digna de conservarla para la posteridad, así que le pregunté a mi esposa si podía sacar una foto y me respondió: “Sólo si se la hacen llegar al entrenador, si no, olvídalo.”

Está de más decir que tomé la foto.

Sol Atrevida{=}


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